Los datos son tozudos: se sigue produciendo una pauperización de las clases medias de este país, iniciándose una tendencia hacia la proletarización de estas clases, a la vez que se incrementan los niveles de renta y riqueza de las clases media-alta y alta. Simultáneamente, las empresas más potentes empiezan a tener una mejoría significativa en términos comparativos en sus cuentas de resultados, lo que no se traduce en un aumento de puestos de trabajo ni en una mayor calidad en el tipo de contratación.
En paralelo, en el ámbito público asistimos a un desmantelamiento de los servicios de cobertura sanitaria, educativa y social por parte de las administraciones públicas. Sin embargo, curiosamente, se potencia las vías coercitivas mediante el aumento de la normativización de la vida (cada vez más leyes y normas) y aumentan los ámbitos impositivo y sancionador, siendo los sectores más deprimidos los más afectados por ello. Es decir, se da menos y se controla y se exige más.
Respecto al futuro, se miran los indicadores económicos casi de forma exclusiva, afirmándose que aún tardará en "notarse" en la creación de empleo el cambio de tendencia que ha supuesto el tímido inicio de crecimiento económico, proyectándose en una década para poder hablar de una superación de la crisis.
Mientras tanto, los partidos políticos siguen en lo suyo, los sindicatos están en proceso de reconstrucción o al borde del abismo, se verá, y la ciudadanía sigue en estado de letargo, excepción hecha de los movimientos sociales de protesta que han tenido más presencia mediática que resultados de sus reivindicaciones.
En paralelo a todo esto, y volviendo al futuro, ni hay un plan de futuro como país ni una estrategia para llevarlo a cabo. Parece que todo se apuesta a que sea la madre Europa y los mercados (esos intangibles que se tornan tan tangibles en nuestras vidas) los que marquen la hoja de ruta de casi todo y los que nos salven de la quema.
Se soslayan los datos que apuntan a un inicio de anomia social, y una deslegitimación casi generalizada de todo aquello que proviene de lo público. Sobre esto apenas se habla, pero se sabe, así como se conoce que si no se ataja, es una senda que nos puede llevar a la quiebra como sociedad.
Éste es el panorama que tenemos en estos momentos. Y, ante tal perspectiva, ¿qué hacemos? ¿qué queremos hacer y qué podemos hacer?. Me lo pregunto, porque nuestra decisión también cuenta.
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