COSAS QUE PASAN

19/12/13

Feliz Navidad

Se aproxima la Navidad y entramos en ese tiempo muerto en el que parece que todo se para o el mundo se vuelve distinto.

Esto de los momentos del año, que son "rito de paso", como dicen los antropólogos, que sirven para darnos un respiro o entrar en la ritualización de un "tiempo nuevo", sin duda tienen una función social, con independencia de cual sea el clima social que impere y como ande la Bolsa en esos momentos, o como estén nuestros bolsillos.

Por seguir recordando cosas de la antropología, recordaré que el rito es la actualización del mito. Y, sin duda, la Navidad es un momento, un tiempo social, que se caracteriza por estar cargada de ritos.

Ritos que afectan a nuestros cambios de hábitos en estas fechas: comidas y cenas de trabajo, con amigos, con conocidos que habitualmente no vemos, etc. Propensión a consumir: cosas (en forma de regalos), alimentos (es momento de comer más y comer otros alimentos, siempre que la economía lo permita), afectos (hay que estar con los tuyos, te guste o no), estados de ánimo (alegría o melancolía y tristeza, depende de la situación de cada cual), etc.

Es un período marcado por cierta tendencia al exceso, a sentir que hay que vivir estos días con intensidad, a socializarse por todo lo que no te has socializado durante el resto del año, a vivir a la familia, a los amigos, a los compañeros de trabajo y a los conocidos, de un modo más próximo.

Por supuesto que, además de las prácticas sociales, estos días tienen un significado religioso para los cristianos. Lo de además es una incorrección mía, pues pareciera que es algo subordinado o un efecto colateral; siendo, por el contrario, su sentido religioso el origen y señas de identidad de la Navidad. Aunque es cierto que casi todas las celebraciones y fiestas existentes tienen un motivo sagrado. Es más, aquellas que no lo tienen, si nos fijamos con detenimiento lo que se celebra, es porque se ha impregnado de una cierta sacralidad eso profano que es digno de un tiempo especial.

Y así, ocurre de nuevo que estamos en una nueva Navidad, repitiendo ritos, actualizando mitos, entrando en un nuevo tiempo muerto, "tiempo sacro", tiempo festivo, que sirve, al margen, o además, de su sentido religioso, para cambiar hábitos, romper inercias, reencontrar espacios externos e internos que en la vorágine diaria pueden estar medio fosilizados y, que no falte, la llegada de las promesas para el futuro.

Es curioso esto, porque aunque luego no hagamos nada de lo que nos prometemos hacer, sin duda tiene un cierto efecto catártico, tanto social como personal, y opera como desintoxicación de todos aquellos tóxicos que llevamos incorporados en nuestra vida cotidiana. Es como una cierta forma de sentir que ponemos el contador a cero. Y, claro, aunque luego sigamos con lo de siempre, al menos por un tiempo hemos sentido la ilusión de cambio en nuestras vidas, lo cual ya tiene en sí mismo un cierto efecto balsámico y de desahogo. Vamos, que aporta sensación de ingravidez.

A mí me gustaría que fuese una Navidad que llegase a todo el mundo, que realmente significase un cambio, para bien, por supuesto, que nos permitiera echar al cubo de la basura todo lo que nos llega de amargura y de sufrimiento, que desechásemos de nuestras vidas y nuestro entorno la desconfianza y fuésemos más próximos con nuestros próximos, pero no desde un sentimiento obligado o impostado, sino desde el convencimiento de que es lo mejor para mí y para el otro, de que mirásemos nuestros miedos con menos miedo, de que rompiésemos clichés y estereotipos que tenemos en nuestro mundo de confort, que hace que sea tan poco confortable en realidad (aunque no lo sepamos). En definitiva, que este período de tránsito, que implica cualquier "tiempo de paso", fuese un momento para iniciar un cambio real en lo personal y en lo social.

Bueno, ya sé que esto pertenece al mundo de los sueños. Pero soñar, al menos soñar, aún es gratis. 
Feliz Navidad. 

11/12/13

La gestión del miedo

Hay un miedo natural, funcional, que surge ante un peligro externo. Se trata de una emoción adaptativa que tenemos y que nos resulta útil para la supervivencia. Nos sirve para anticiparnos y superar el peligro real que se nos presenta.

Sin embargo, existe otro tipo de miedos que guarda relación con nuestro modo ver, interpretar y posicionarnos ante nuestro entorno y, en última instancia, ante nosotros mismos. Se trata de un miedo que no está ajustado al hecho o causa que lo produce. Es, por tanto, un miedo que nace, se consolida y retroalimenta en nuestro interior.

Éste segundo tipo es al que quiero referirme aquí. Es fuente de un plus de sufrimiento gratuito y, sobre todo, representa un obstáculo para nuestro vivir y relacionarnos con nuestro entorno y con nosotros mismos.

Existen dos miedos básicos, que tienen una estrecha conexión con otros dos más profundos, que son:
  • El miedo al fracaso, ya sea a no conseguir lo que se desea o a perder lo conseguido.
  • El miedo al rechazo: no ser querido, aceptado, valorado, reconocido, etc.
Ambos, como antes decía, tienen una vinculación estrecha con: el miedo a ser como soy, es decir, a ser yo mismo; y el miedo a ser libre, es decir, a enlazar con mis deseos, con lo que yo quiero, y traducirlos en actos de vida.

Sea cualesquiera las causas del miedo, el primer paso para poder manejarlo es ser consciente, tomar conciencia y consciencia de que está, de los efectos que tiene sobre nosotros y, si es posible, de las causas que lo generan. 

Ser consciente y ensanchar nuestra consciencia es el primer peldaño para poder manejarlos, canalizarlos y gobernarlos; de tal modo, que no sean ellos los que nos gobiernen a nosotros. Mirar nuestros miedos cara a cara, es, a su vez, el primer paso para mirarnos a nosotros, no al personaje que hemos creado y alimentado, sino a quien soy yo.

A partir de quien soy yo y cómo soy yo, cuales son mis deseos y el sentido (valor) que tienen para mí las cosas, cómo trazar y realizar el camino hacia lo que quiero conseguir, con quien/quienes deseo hacerlo, y ponerme a ello. 

El miedo al que he venido refiriéndome siempre surge en el plano del pensarse, y se disuelve en plano del vivir y vivirse. La vida no entiende de miedos, es nuestro modo de percibirla y pensarla la que lo incorpora.




9/12/13

Discurso social vs. práctica social

Escuchando y leyendo lo que se dice sobre la situación socio-económica y política que acontece, veo que hemos entrado en un terreno francamente pantanoso.

Me explicaré. Estamos en un proceso de descomposición social vertiginosa, donde cada vez hay más bolsas de pobreza a la vez que hay un núcleo de ciudadanos minoritario que incrementa su riqueza y, lo que es más grave, ahonda su diferencia con respecto a los grupos sociales más desfavorecidos.

Este hecho fragmenta y descohesiona el tejido social, inaugurando un sendero de anomia social.

En paralelo, se genera y fomenta un discurso dominante tendente a eliminar al sujeto(s) causante de esta situación, y se habla de ciclos, de mercado; es decir, de enunciados donde el sujeto de la enunciación no está, no existe o no es posible concretarlo en ningún individuo, grupo o institución

Asimismo, crece un estado de opinión, apuntalado por un grupo de voceros del statu quo (muchos no saben que cumplen esa función), que se empeñan en centrar la solución exclusivamente en cambiar el estado de ánimo de las personas como fórmula demiúrgica para la salvación. De paso, con ello hacen caer la responsabilidad del "statu quo" socio-económico en los individuos que padecen la situación y de la que no son en absoluto responsables.

Además, hay una tendencia muy asentada en la población, que considera que "las cosas se solucionan con el tiempo" o son otros los que han de solucionarlo. Por cierto, que esto último es sin duda sobre todo tarea de otros, de los que tienen más responsabilidad, pero lo que no se percibe, ni se entiende aún del todo, es que a todos nos toca asumir la nueva realidad si queremos salir adelante, y eso pasa inevitablemente por introducir cambios en nosotros.

Unido a todo ello, se dice también que esta crisis es consecuencia de una crisis de valores. Y sin duda lo es,pero no sólo. Además, cualquier crisis también lo es de valores. Pero pareciera que es algo malo cuando se afirma esto, y no tiene por qué ser así. Es más, en concreto en esta situación creo que la crisis de valores ha sido una consecuencia y no la causa, pero ese es un tema que habrá que dejar que el tiempo transcurra para poder analizarlo con mayor perspectiva.

Por último, hay algo que es lo que me parece más preocupante de todo. Cuando se lanzan pronósticos sobre el futuro, o se "detectan síntomas de final de la crisis", me consta que obedece a una pura cosmética, que consiste en coger datos aislados, y forzarlos para que encajen con un deseo que se consolide como un estado de opinión, pero no conozco aún ningún informe realmente riguroso que permita avalar algo así. En ese diseño cosmético se magnifican datos, que ni siquiera se sabe si son coyunturales o estructurales, pero se les señala como inicio de cambio de tendencia.

En definitiva, hay una saturación de "lugares comunes" con la pretensión de elevarlos a categoría de ciencia o de descubrimiento relevante. Estamos aún en el magma de la confusión, propio de todo proceso de transformación social y económica.

Sería muy necesario que centráramos nuestra atención, como ciudadanos, en observar las prácticas sociales que se derivan de los discursos que circulan. Es decir, ver qué grado de correspondencia hay entre los "decires", los "haceres" y las representaciones simbolico-sociales que se configuran. Si se constata que las diferencias entre esos planos existe, incluso que hay divergencias significativas entre ellos, sería tal vez deseable analizar en qué consisten, y que, posteriormente, tras conocerlas tornásemos nuestro mirada personal y colectiva hacia una ética de bienes, superando (e incluyendo) la ética de valores, que tantos problemas y conflictos ha acarreado a la historia de la humanidad.

5/12/13

Razón vs. realidad

La modernidad inaugura la escisión en una dualidad semántica: Dios-hombre, razón-fe, Estado-sociedad, sagrado-profano, real-imaginario, mundo material-mundo simbólico, consciente-inconsciente, individuo-sociedad, naturaleza-cultura, yo-el otro, ciencia-magia, determinación-indeterminación, ciencia-arte, real-ideal, sujeto-objeto...


El decurso de la modernidad ahonda en los pares semánticos. Su proceso se va configurando en un sistema que genera contradicciones importantes entre los ámbitos del pensar y del actuar, de manera que existe una fractura entre ambos cuya sutura se realiza, en gran medida, mediante el extrañamiento de lo real: el hombre accede a lo real básicamente desde el ámbito del pensar y no desde el experiencial. Esto es así debido a la preeminencia de lo simbólico sobre lo real.

Esta dualidad, sobre la que se han asentado las bases de nuestro mundo moderno, y todos los post que le queramos añadir, es la matriz de nuestra forma  de percibir, entender, interpretar y relacionarnos con la realidad y con nosotros mismos. Sobre ella se genera una grieta que no podemos suturar, ya que es la razón la herramienta que utilizamos para intentar hacerlo, y es esa razón la que alimenta, en su seno, la propia escisión.

Abordar y solucionar esto no es ni tarea fácil ni tiene corto recorrido. Pero, mientras llega la solución, es conveniente ser consciente al menos de que esa dualidad pertenece a nuestro abordaje del proceso de percibir y conocer, tal y como hoy lo hacemos, no al plano de eso que llamamos realidad.

2/12/13

Cultura empresarial y excelencia

Existe una línea de unión poco visible, pero sin duda fuerte, entre la cultura empresarial de las organizaciones y su nivel de excelencia. Asimismo, hay una clara correlación entre la excelencia y el éxito.

Sin embargo, en estos momentos en los que el retorno inmediato de resultados es lo que prevalece, parece que esa ecuación (cultura empresarial/excelencia/éxito) no existiera.

Es cierto que nuestro país se ha caracterizado por tener una escasa cultura empresarial, con algunas notables excepciones. Ello obedece, entre otras razones, al nivel de formación de nuestro tejido empresarial, al predominio de empresas familiares, al sentido paternalista que muchos empresarios tienen con sus empleados y y a la creencia de que el éxito se consigue a base de ser más "listo" que los demás. También es verdad que afortunadamente esta tendencia está cambiando, pero aún muy lentamente.

Tal vez, si hiciésemos un estudio sobre el nivel real de conocimiento que tienen nuestros empresarios sobre lo que es la cultura empresarial y lo que implica prestarle atención y cuidado de cara a la obtención de resultados, nos sorprenderíamos de la escasa información e interés que existe.

Pero, lo que me resulta más preocupante en estos momentos es el discurso muy enquistado que existe al respecto en el seno de las organizaciones empresariales. Dicho discurso se centra en considerar que ahora todo lo que se relaciona con atender a aspectos intangibles, cuyo retorno no sea inmediato, es percibido como un gasto (no una inversión) y, además, como un gasto inútil. Insisto que no refleja a muchas empresas, pero aún es un planteamiento muy extendido, demasiado extendido.

Es, además, una idea que tiene su base de apoyo fundamental en la situación de la cuenta de resultados que arrojan la mayoría de las organizaciones. Y, sin duda, éste es un obstáculo muy importante.

Pero a veces se olvida algo fundamental. En este nuevo escenario en el que estamos, donde la competitividad es brutal, en el que las fronteras ya no cuentan, la mejor manera, y creo que la única, de poder ser competitivos y "tener éxito" es apoyarse en una cultura empresarial bien definida, que prime la excelencia.

Para conseguir acceder a la excelencia han de darse estos requisitos básicos:

  • Apostar por una política basada en I+D+I. Eso implica saber transformar la información en conocimiento para la empresa, desarrollar dicho conocimiento y que ello se traduzca en retorno de posibilidades de inversión.
  • Tener una comunicación claramente definida y ejecutada(tanto interna como externa), basada en la transparencia, en el conocimiento de nuestro target objetivo, en el compromiso con dicho target (sus necesidades y demandas), en una política de RRHH que fomente la motivación y el compromiso de los empleados, que los conozca y los "cuide", que éstos sean auténticos embajadores de los valores y la misión de la empresa, y que dicha empresa disponga de una estructura organizativa y funcional idónea.
  • Por último, dotar de una personalidad definida y concreta a nuestro producto/marca, que le diferencie de la competencia, y que esa diferenciación sea generadora de valor en la cadena de valor.

Sin duda, se podrían señalar muchos más aspectos, pero considero que éstos son básicos para poder encaminarnos a la excelencia.


¿Por qué centrarme en la excelencia, ahora que parece que la competitividad viene casi exclusivamente por vía precio? Sencillamente porque estoy convencido que las empresas que ofrezcan calidad (calidad global), que sepan anticiparse a las demandas y necesidades de los clientes y del target potencial, que sepan visibilizarse y empatizar con su entorno, y que mantengan una actitud de sensibilidad social, si consiguen todo ello, el precio no será el motor de posicionamiento fundamental.

21/11/13

El cambio y sus consecuencias

Tras los rescoldos de los últimos incendios sociales y económicos ocurridos, nos movemos con inercias antañas para hacer frente a las consecuencias presentes. 

Aún no nos damos cuenta, pues estamos en fase de estrés postraumática, que no valen los criterios, la categorías y las soluciones de antes.

Nos hemos adentrado en un proceso social, económico (y seguramente cultural), del que no sabemos apenas nada. Sólo sabemos dos cosas con certeza: que nuestro mundo no es el de hace poco tiempo, y que la característica que domina esta  nueva situación es que está impregnada por el cambio vertiginoso.

Sobre la primera cuestión apenas podemos decir más que hemos de conocerla mejor, asimilarla y aprender a manejarla.

En relación con la segunda, nuestros métodos y herramientas tradicionales de análisis e interpretación han de cambiar y, además, ser capaces de captar, depurar y procesar los aspectos que son relevantes, desechar los que no lo son, y tener muy presente que las características más importantes que han de tener son: capacidad para generar modelos de análisis e interpretación veraces y rápidos, capacidad para saber autofagocitarse (obsolescencia rápida y ágil) y dar paso a modelos nuevos cuando la situación lo requiera, y tener capacidad predictiva (detectar lo inmediato y lo que puede acontecer en lo postinmediato).

En este escenario, intentar generar modelos a medio y largo plazo de momento resulta difícil imaginarlo, pero sin duda es un reto que habremos de intentar conseguir.

Respecto al plano de la acción, si somos capaces de establecer modelos adecuados que nos permitan entender las claves de las dinámicas nuevas y cambiantes, será la primera piedra para poder manejarnos idóneamente en nuestro hacer para conseguir los objetivos que nos proponemos.

Todo esto que aquí planteo es válido tanto en el plano personal como en el profesional (individuos, organizaciones y empresas). Pero, además, creo que ahora más que nunca, lo profesional y lo personal tienen una vinculación tan estrecha que acaba siendo casi una misma cosa. 

Ni los planteamientos que usábamos en la consultoría y en la investigación social y de mercado son ya válidos, ni la forma con que nos planteábamos y gestionábamos nuestro ámbito privado y personal van a ser ya idénticos.

Los retos individual/personal, social/colectivo, organizativo, político y económico (y está por ver que también cultural) pueden seguir bajo los planteamientos que teníamos hasta hace bien poco.

Saberlo, entenderlo, procesarlo, interiorizarlo y traducirlo en nuevos paradigmas y nuevos modos de acción es de lo que depende nuestro devenir.



19/11/13

Nuestros discursos como generadores de significado y sentido

Nuestros actos de habla (y de escritura) generan discursos, nuestros discursos, que emitimos a alguien a quien nos dirigimos. Dichos discursos se constituyen con un propósito concreto y una carga emocional asociada, más allá del nivel de consciencia que tengamos sobre ello, y a partir de unas expectativas determinadas.

La generación de nuestros discursos se construyen básicamente por la interrelación de cuatro fuentes: 
  • los discursos de nuestros socializadores primarios (padres y maestros), que han sido la piedra angular de nuestra interiorización del mundo y de nuestro modo básico de percibir y de relacionarnos con la realidad. Dichos discursos se registran en nuestra conciencia en los dos niveles: inconsciente y consciente.
  • los discursos de nuestros próximos, con los que hemos tenido vínculos de relación (afectos y desafectos). 
  • los discursos más notorios y relevantes (dominantes o hegemónicos) que circulan social y culturalmente, que aportan significado y sentido al mundo de lo real. 
  • los discursos que han enlazado con nuestro mundo de valores e intereses (cultura, formación, ocio y relaciones sociales). 

Nuestra producción discursiva se articula y estructura a partir de estos cuatro niveles, siendo nuestro proceso de creación en los actos de habla y de escritura un resultado nuevo, como consecuencia de una nueva conjugación de ellos. 

Por tanto, nuestro proceso discursivo es, a la vez, efecto y creación de sentido. Efecto de sentido de lo aprehendido y creación de sentido de la nueva relación combinatoria que hacemos con lo ya incorporado, que deviene en un significado y sentido nuevos. 

Cuando nosotros generamos discursos, los "lanzamos" sociálmente, y entran a dialogar con los otros discursos circulantes. Esto provoca una nueva interacción, modificando la articulación y relación de los elementos que conforman la estructura global de significados y de sentido ya existente, lo sepamos o no, seamos conscientes de ello o no.

Este fluir, refluir y confluir de los discursos es la forma en cómo evoluciona y se transforma el mundo de representaciones y asignación de significación y sentido sobre el que todos estamos asentados, ya sea nuestra cultura, nuestro mundo de vida, nuestra clase social, nuestros grupos de pertenencia y de referencia, nuestras expectativas personales y sociales, los imaginarios colectivos e individuales, etc.

Por último, sólo un pequeño añadido a todo lo dicho. Si somos capaces de conocer y saber analizar adecuadamente los discursos hegemónicos o dominantes, será una herramienta potentísima para poder entender (ir más allá de lo aparente, de lo puesto en primer plano), y ello nos permitirá poner las bases idóneas para poder actuar (de acuerdo a lo que queremos y a partir del conocimiento en profundidad de lo que la realidad dicta).

14/11/13

¿Hay vida fuera del mercado?

Hemos interiorizado el mercado en nuestro imaginario colectivo e individual, hasta tal punto que casi nada está fuera ya de ser etiquetado como mercancía; todo y todos somos mercancía y objeto de compra y de venta en el escenario del mercado.

Estamos ante la necesidad de hacernos visibles, no para entendernos, acercarnos, interesarnos, solidarizándonos con los otros, sino para mostrarnos como marca que está en el lineal adecuado para ser visto y comprado.

Este es el paradigma en el que estamos inmersos, y es el modelo que todos reproducimos día a día, no sólo desde las acciones colectivas, también, y esto es lo más preocupante porque no somos conscientes del todo, desde nuestros esquemas mentales.

Si pertenecemos a redes sociales o estamos en algún debate on-line, la razón de ello obedece, en más del 75%, a hacernos presentes y visibles en espacios donde podamos "exponernos".

Quiero dejar claro que no trato aquí de plantear un dilema moral o ético al respecto; es más, considero que es lo que en estos momentos se puede hacer para poder salir adelante. Intento dejar constancia de un hecho, cuyas consecuencias sí me parece que deban ser analizadas con mayor profundidad de lo que se suele hacer, e intentar ver hacia dónde apunta todo ello.

Sólo me gustaría dejar aquí una pequeña reflexión al respecto. Estamos en un mundo caracterizado porque el mercado ha canibalizado la casi totalidad de nuestro mundo, donde éste, el mercado, no es un espacio físico, tangible, tampoco un espacio simbólico acotado; más bien, se ha convertido en un escenario total, donde nosotros no estamos fuera de él, sino que formamos parte de él.

El mercado y las mercancías se han convertido en el gran paradigma, que impregna todo lo real y se legitima mediante un discurso total (mítico-simbólico), que condiciona todos los demás ámbitos de realidad (¿hay vida fuera del mercado?).

Sólo mediante el análisis lúcido y en profundidad, y mediante un cambio de actitud personal y colectivo, podemos empezar a modificar este modelo totalizador y omniabarcante (del mundo y de nuestro mundo).

12/11/13

Los vínculos

Toda preocupación es en última instancia una preocupación por nosotros mismos. Si alguien tiene dudas sobre esta afirmación tan sólo ha de repasar sus preocupaciones y la relación que tiene cada una de ellas sobre él mismo.
Esto, lejos de resultar algo egoísta o autoreferencial, pertenece a nuestra natural forma de relacionarnos con los otros, con el mundo y con nosotros mismos. Pero, es más, también pertenece a nuestra natural forma de mostrar interés y de querer conocer aquello que deseamos conocer.
Y es así porque nuestras ocupaciones y preocupaciones siempre están relacionadas con el modo en que nos  vinculamos con los otros.
Ahora bien, lo que me interesa aquí resaltar de todo esto es lo siguiente: dado que nuestra forma de relacionarnos con los otros es la causa fundamental del éxito o de los problemas y conflictos con los otros, la cuestión reside en conocer qué tipo de relación tendemos a establecer. Cuando reproducimos relaciones problemáticas o conflictivas, donde hemos de mirar es en esa ligazón que hay, es el foco al que hay que dirigirse para poder corregir y solucionar los problemas.
Me permitirán un ejemplo extremo para que pueda hacerme entender mejor. En la relación que se establece de dominio-sumisión entre dos personas existe un dominador y un dominado, lo que es obvio. Pero, para que ambos existan bajo esa función, los dos han de otorgar y establecer con el otro un tipo de relación que le preasigne de ese modo: el dominador, estableciendo una relación de dominio sobre el dominado, y el dominado aceptando la relación de dominio del dominador. Si no se dan ambas circunstancias, ese tipo de vínculo es imposible que se produzca.
Daré un paso más al respecto, siguiendo con el ejemplo utilizado. Para que exista relación de dominio-sumisión, no sólo hace falta un dominador que desee dominar, es necesario que haya un dominado que dé poder al dominador y, por tanto, se preste a la relación de dominio y a su función de dominado. Y, todo ello, se produce en el anclaje que ambos establecen en la relación que han generado y consolidado. Dicho anclaje relacional se constituye mediante el tipo de vínculo que ambos han establecido. Para solucionar una situación de este tipo, con que uno de los dos decida romper el tipo de vínculo establecido se empieza a poner las bases para romper la relación planteada en esos términos.
He utilizado este ejemplo, porque en él puede verse con mucha claridad que la relación establecida y la relación clausurada operan sobre la ligazón que se establece en ambas situaciones.
De forma genérica, insisto que más allá de las personas concretas con las que nos relacionamos, sucede que tendemos a reproducir situaciones una y otra vez. Ello se debe fundamentalmente al modelo de conexión que tenemos aprendido y programado.
Esto es algo que tiende a prestarse poca atención en el ámbito del coaching, lo cual lleva a veces a enfocar incorrectamente el ámbito de actuación.
Sin duda que lo aquí planteado entra de lleno en la psicología clínica, pero debemos conocer algunos aspectos básicos de esta disciplina para manejar adecuadamente nuestro trabajo con los clientes.

11/11/13

Nuestra autocensura nos genera miedo y sentimiento de impotencia

Vivimos momentos de censura, de control, de encogimiento. Pero lo que me parece más preocupante es que una parte de esa censura proviene de nuestro autocensura.

Nuestro mundo actual ha puesto patas arriba un modo de vivir, trabajar, consumir, relacionarnos, que ha traído como consecuencia un proceso brusco de deslegitimación en casi todos los ámbitos (político, económico, laboral, de relaciones sociales, etc.), que nos hace sentir que nuestro mundo de vida no es como antes, y, lo que más nos intranquiliza, no sabemos cómo será en los próximos años. Esta situación de deslegitimación deviene como consecuencia de algo tan sencillo como doloroso por sus consecuencias, y es que las instancias a las que les hemos otorgado legitimidad tradicionalmente no cumplen correctamente la función para la que fueron ideadas.

Pero, siendo esto así, y retomando lo que más arriba señalaba respecto a la autocensura, constato que estamos atrapados aún en las inercias de funcionamientos del pasado reciente, que nos hacen mirar todavía el presente con las gafas del pasado.

Esta situación no es consecuencia de que no seamos conscientes de que las cosas han cambiado. Estoy convencido de que la mayoría lo somos. Pero tendemos a querer creer, a modo de pensamiento mágico, que se trata de una situación transitoria, que se arreglará sola o que otros la solucionarán, nos la solucionarán. Esta creencia, que opera como acto de negación, de no querer mirar la realidad del momento presente, y preferir seguir instalados en la fabulación de que "todo volverá a su sitio", es sin duda una autocensura, que hace que no nos permitamos mirar las cosas como son, y seguir instalados en querer verlas como desearíamos que fueran; es confundir el deseo con la realidad.

¿Por qué pensamos y actuamos de este modo? Sin duda, porque el miedo opera como factor de bloqueo, de parálisis; y preferimos no ver lo que sucede.

¿Para qué lo hacemos? Para no actuar y no modificar aquello en lo que nos "sentimos" que no podemos modificar. Es decir, unido al miedo se instala de forma asociada el sentimiento de impotencia.

Esto, que es algo comprensible y lógico que nos suceda, no deja de ser un problema para nosotros. Tan sólo pensemos lo siguiente: seguir instalados en pensar así, ¿mejora las cosas, nos va mejor, nos soluciona? Más allá de sentir un alivio, porque alejamos momentáneamente la sensación de peligro, a modo de reacción contrafóbica ante un sentimiento fóbico, para lo que sirve es para no querer ser conscientes del momento presente y preferir gozar de la fabulación enajenante de que el tiempo lo solucionará o serán otros los que arreglen lo mío.

Ante todo esto, diré, si me lo permiten, lo que pienso y de lo que estoy plenamente convencido: mirar las cosas tal cual son nos permite empezar a diseñar cómo relacionarnos con ellas, qué queremos hacer y qué necesitamos para ello. Es decir, creo que las pequeñas soluciones (o las grandes, no lo sé) no pasan por fantasear sobre lo que sucede y cómo se solucionará, sino ver lo que realmente acontece y, a partir de ahí, cómo nos queremos manejar con lo real.

Pero, el primer escollo que hemos de salvar es a nosotros mismos, y a nuestra tendencia a pensar y actuar de manera evitativa (haciendo como si no pasara o pensando que ya pasará).

Sé que lo que aquí planteo, ante situaciones complicadas y dolorosas para muchas personas, no es algo que resulte en estos momentos fácil, pero también sé que sólo siendo consciente de lo que pasa y nos pasa, sólo a partir de una mirada lúcida, podemos diseñar nuestro futuro.

Diré algo más para finalizar, que tal vez pueda resultar de interés para alguien. Cuando actuamos así, desde la consciencia, desde la asunción de lo que pasa y de las autocensuras que ejercemos, es cuando el miedo se diluye y la impotencia desaparece. Y esto es así porque nos damos cuenta de nuestro propio poder, de nuestra capacidad real para actuar, y de la responsabilidad que tenemos con nosotros mismos.

10/11/13

El relato como bálsamo y generador de realidad

Encontrar explicaciones y dotar de sentido, siempre tiene un efecto balsámico y tranquilizador en el ser humano, más allá de que sea plausible o no, de que sea veraz o erróneo.
Es uno de los elementos que acompañan al ser humano en su andadura por este mundo. Es una seña de identidad anclada en sus códigos de información, tanto genéticos como culturales.
Esto es algo que podemos constatar todos en el momento presente. Miremos a nuestro alrededor o simplemente mirémonos a nosotros mismos, y comprobemos qué es lo que más ansiedad genera. Podemos comprobar fácilmente que es la incertidumbre y la ausencia de respuestas sobre nuestros aconteceres presentes y futuros, sean del orden que sean. 
Se podrá decir que esto obedece a que nos encontramos en el momento que nos encontramos, y en parte es así, pero más allá de nuestro momento coyuntural o estructural, sea personal o colectivo, la falta de explicación provoca inseguridad y desazón, es decir, miedo; sentimos que no pisamos terreno firme, que el suelo se resquebraja bajo nuestros piés, incluso que no hay suelo sobre el que soportarnos y apoyarnos.
¿Cómo lo solventamos a veces cuando las explicaciones plausibles no llegan de las instancias ante las que hemos depositado tradicionalmente la capacidad y la legitimidad para que nos las aporten? De cualquier modo, antes que seguir instalados en la incertidumbre, en la no respuesta-explicación. Para ello, para salir de ese estado de inseguridad que nos crea, construimos respuestas propias o nos aferramos a las de otros, donde la creencia es protagonista en detrimento del conocimiento y de la verosimilitud. Es la huida hacia delante.
¿Cómo hacemos para dotar de explicación-respuesta y de sentido a lo que aún no lo tiene, o tal vez no pueda llegar a tenerlo? Mediante la construcción de relatos, que generan sentido, explicación y, en definitiva, dan respuesta a lo que aún no encontramos o no lo tiene.
Quiero aclarar que para mí no se trata de que sea bueno malo, se trata de una constatación sobre nuestro modo de proceder.
Pero, solo quiero detenerme ahora en un hecho realmente paradójico de lo que planteo aquí. Esta construcción de relatos que generan y nos generan sentido, que dan respuesta y nos dan respuesta, más allá de que sean plausibles o no, el hecho real, tangible y concreto es que generan realidad real, pueden comprobarlo personalmente.
Las conclusiones de este hecho aparentemente sorprendente están servidas.



8/11/13

Tres ámbitos básicos de las organizaciones y empresas

Me gustaría resaltar, de modo muy esquemático, tres aspectos de las organizaciones y empresas, que considero ejes vertebrales para su posicionamiento (a través de sus productos/marcas y acciones sociales), notoriedad, relevancia, credibilidad y motivación de compra por parte de los consumidores.

  • Las empresas y organizaciones hace ya tiempo que se han constituido en sujetos sociales. Es decir, hacen cosas, dicen cosas y representan valores, como cualquier sujeto, ya sea individual o social La coherencia entre estos planos (decir, hacer y representar) es fundamental para que sus productos/marcas resulten creíbles, atractivos y   generen motivación de compra.          

  • Asimismo, es básico, también, que exista la máxima coherencia entre la imagen pretendida, la imagen difundida y la imagen percibida

  • Por último, es necesario que haya un equipo humano identificado y motivado con el proyecto de empresa, con su misión y visión, con sus objetivos, y con los distintos proyectos concretos que lleva a cabo. Recordemos que en la nueva situación que vivimos, las organizaciones y empresas transmiten y representan, en primer lugar, a través de sus equipos humanos.

Sobre cada uno de estos ámbitos es tarea inexcusable que cualquier organización, que desee alcanzar sus objetivos, conozca en profundidad cómo funciona y, en función de la evaluación de dicho funcionamiento, realice un plan estratégico para optimizarlos.

Esos tres planos son pilares claves para tener una implantación idónea, tanto en el mercado como en el entramado social, de cualquier organización y entidad empresarial.


7/11/13

La ideología siempre está

Repaso algunos artículos y vídeos en la red de personas que hablan sobre el cambio, reinventarse, nuevos enfoques y similar.

Algunas cosas me gustan mucho, otras me parecen sensatas, otras me parecen lugares comunes con pretensión de vender algo novedoso, y otras me generan directamente urticaria. Sobre estas últimas me referiré a continuación.

Oigo a un señor hablar de optimismo, del nuevo modelo de liderazgo, de ser proactivos, es decir, de la retórica al uso, ya saben. Y lo que también oigo y sobre todo veo es que hay toda una corriente de pensadores profesionales empeñados en encontrar un lenguaje nuevo para seguir haciendo lo mismo, sin que nada cambie y todo siga igual; eso sí, con la pretensión de que pensemos o fabulemos con que estamos ante un modelo de gestión y de pensamiento organizativo diferente, donde se procura atender a los ámbitos personales para ser más eficientes. Se habla de transparencia, sinceridad, comunicación, etc., como un camino inexcusable para atender a las nuevas necesidades de la empresa y del mercado.

Debo ser muy torpe, pero yo lo que veo es que es un intento de seguir manteniendo todo lo que funciona mal, y cuando digo mal incluyo situaciones como priorizar los resultados por encima de los procesos, desatender el aspecto humano, seguir en modelos verticales, ninguna transparencia, cero sinceridad y comunicación engañosa, y así todo. Eso sí, lo que también veo es que dentro de este nuevo falso paradigma técnico-ideológico, se pretende revestir las cosas de siempre con otros trajes, cambiar el lenguaje, con pretensiones de novedoso y rupturista, incluso eficaz, para que lo de siempre siga siendo, pero con personas más entregadas.

Soy sociólogo, consultor y coach, soy un gran defensor de los procesos de coaching para ayudar a generar cambios en las personas y las organizaciones. Pero me irrita la tomadura de pelo y el querer presentar algunos enfoques como solución para los problemas de las empresas y de las personas, cuando lo único que se plantea es un cambio en la forma de denominar a las cosas, sin cuestionar las cosas en sí.

Eso no es coaching, ni apoyo a las organizaciones ni a las personas, ni apoyo al cambio real. Es un mero maquillaje, tremendamente ideológico, sin nombrarlo, que a la postre resulta a veces el más peligroso, para seguir ahondando en los mismos problemas. Eso sí, con la pretensión de que seamos muy crédulos, y nos pleguemos a la retórica nueva y vacía. 

18/10/13

La lucha del hombre contra el tiempo

La lucha del hombre contra el tiempo, o, por mejor decir, por controlar y hacerse con el tiempo, es tarea de dioses, que deviene en esfuerzo estéril y frustración.
Posiblemente, el paso del tiempo, la conciencia de ser limitado, la aproximación al final, sea algo inexcusable y fundamental en cualquier reflexión del hombre sobre su acontecer en el mundo y la vida, al menos en esta vida. Pero no por ello, por saber que es una batalla con garantía de derrota de antemano, es posible dejarlo de lado o banalizarlo. Al contrario, se trata de conseguir esa lucidez mínima que viene dada desde la aceptación ante lo inevitable, pero también desde la comprensión de un aspecto nuclear, que permite vivir de manera más plena y más auténtica, a partir de asumir las reglas del juego innegociables sobre lo que representa el vivir.
La vida y la muerte son las dos caras de una misma moneda, de tal modo que el valor de cada una de ellas se sustenta en la otra, en una relación estructural de dependencia mutua. El valor que le damos a la vida, a la vida humana, viene dado por su finitud, por la certeza de su carácter efímero. De igual manera, la muerte adquiere su enorme importancia desde el valor que asignamos a la vida.
Ahora bien, ¿es posible abordar este tema sin la angustia asociada que suele implicar?. Responder a ello no es tarea fácil ni breve, ni siquiera sé si resulta factible. Sólo diré al respecto que, para mí, la angustia forma parte del ser del hombre en su vivir. También diré que la angustia nada tiene que ver con la ansiedad para mí. La primera obra al vivir, la segunda emerge ante el evitar el vivir.

14/10/13

Algo sobre el vivir (escrito en 1999)

Vivir es estar y ser en y con la vida, es estar y ser poroso y permeable a lo que ocurre y nos ocurre en nuestra vida, es percibir y comprender lo que la vida nos va deparando con una mirada y una escucha atenta que sea capaz de captar el entramado que soporta lo que se pone de manifiesto, más allá de aquello que vemos con un simple vistazo. Pero, para conseguir todo ello, hay que encontrar la sintonía que armonice nuestro ser con el ser de la vida. La única manera que conozco para poder hacerlo es mediante la obtención del silencio interior. Si no hay silencio no hay posibilidad de descifrar el ruido de la vida. Son los contrastes los que nos permiten captar los significados de las cosas, sus más mínimos matices, que son, a veces, los que encierran las señales más grandes.

El pasado (escrito en junio del 2003)

El pasado se arrastra como un fardo pesado que dificulta el movimiento. Los fantasmas y las realidades se cargan a la espalda y nos doblan el espinazo.
Basta de pasarse la vida sopesando qué es lo correcto y lo incorrecto, qué está bien y qué está mal. La narración siempre es la misma porque somos prisioneros del constante cotejo de lo que hay y de lo que podría haber, de lo hecho y lo omitido, de lo que se tiene y se podría tener; en último término de lo que se es y de lo que se podría ser, o, más exactamente, de lo que se podría haber sido.
Éste es un proceso estéril, que no conduce a ninguna parte. Y es así porque se ha partido de premisas inciertas, como que hay un puzzle por construir, cuando lo que sucede en realidad es que nunca se acaba de configurar, siempre faltan piezas. O tal vez no exista ningún puzzle, tan sólo sea resultado de una visión racionalista de las cosas.
Todo esto deja un poso permanente de falsedad, de inautenticidad, de estar en un doble plano (uno real y otro falso). Pero esto también responde a la necesidad de acudir a las “tablas de la ley sagrada” para verificar el grado de cumplimiento de nuestras vidas con relación a lo que hay que hacer, a lo que se debe hacer, a lo preasignado desde instancias que se nos escapan.
El sentimiento de pérdida es aún más fuerte debido a que sentimos que con lo perdido se nos pierde una parte de nosotros. De nuevo está la historia, nuestro pasado; y más que la historia, la vivencia y nuestro mirar hacia atrás que siempre tiene mucho de fabulación.

En fin.

Algunas consideraciones sobre el miedo

Detecto mucho cansancio y desesperanza hacia las voces que denuncian la situación social y económica en que nos encontramos. De igual modo sucede hacia los que proclaman a los cuatros vientos el espíritu positivo como actitud vital y “el happy-happy”. Esto ya no funciona ni siquiera como efecto balsámico en el ánimo de la mayoría de las personas.
Ese cansancio y desesperanza viene de la saturación de oir, ver y esperar cambios significativos, que no sólo no se producen, sino que, según los datos de que disponemos, se agravan día a día. El deterioro tiene una visibilidad tan fuerte que no hace falta decir más al respecto.
Evidentemente, es en las capas sociales más desfavorecidas de nuestra sociedad donde con más fuerza anida este malestar. Por cierto, la palabra malestar me parece ya un eufemismo, que no refleja realmente lo que se siente.
A la par que todo esto pasa en el plano real, se pretende instaurar un discurso, proveniente del gobierno de nuestro país y del partido que lo sustenta, señalando que la recesión se está terminando y que está cambiando el ciclo económico, eso sí, por cautela y no sé si por “vergüenza torera”, se dice que aún no lo notamos, y que la recuperación se irá produciendo muy lentamente. En fin, mejor decir aquello de: sin comentarios.
Pero no pretendo aquí ser uno más de los que se quejan y denuncian lo que está sucediendo, de eso ya existe abundante literatura. Lo que trataré es de mostrar, desde mi personal punto de vista, algunos aspectos de todo esto que me llaman mucho la atención.
He asistido en estos días a algunas reuniones con personas con una alta responsabilidad política y empresarial. En ellas he podido detectar un fuerte pesimismo, o tal vez sea más apropiado llamarlo realismo lúcido, acerca de nuestro presente y nuestro devenir inmediato. Curioso es que esto se dice en reuniones a puerta cerrada o en cafés de petit comité. Sin embargo, fuera de estos ámbitos privados se cambia el discurso, y se señalan cosas bien distintas, por las mismas personas que antes decían lo contrario.
Pero no es esto sólo lo que me llama la atención. Lo que más me asombra de todo ello, y así se lo hice ver, es qué beneficio obtienen de ello, más allá de una visión cortoplacista absurda, que sin duda redundará en que se vuelva contra todos en el medio y largo plazo. Por cierto, cuando hablo de medio plazo igual exagero, porque me refiero a un futuro muy inmediato.
Por otro lado, cuando hablo y escucho a eso que llamamos ciudadanía, cada vez tengo menos claro si eso existe aquí, veo desánimo en algunos, en otros una actitud de espera a que los que mandan resuelvan las cosas, y, en una cada vez más inmensa mayoría, miedo, agobio y sufrimiento, no ya por lo que se avecina, sino por el presente en que se encuentran. Cosa que me resulta curiosa, ya que lejos de movilizar a la acción, les mantiene en una actitud de quietud y parálisis. Sí, ya sé que el miedo que esto comporta puede ser muy invalidante.
Bien, pues aquí quería llegar. Lo que percibo tanto en las personas que tienen responsabilidad, tanto política como empresarial, como en los ciudadanos, que también la tienen, aunque en otra medida y de otro modo, pero intuyo que eso no lo saben, es que se está en una especie de estado de negación, y se prefiere fabular y fantasear lo que se pueda, para no mirar de cara a lo que pasa y nos pasa. Es una especie de actitud evitativa, en la que unos juegan a no decir lo que saben o intuyen, a ver si diciendo lo contrario ganamos tiempo al tiempo y todo cambia, y otros a ver si no haciendo nada la solución llega de fuera de manera mágica.
Mientras tanto, todos sabemos que la situación empeora, pero vamos a ver si no haciendo, o diciendo que la cosa mejora, pasa algo.
Todo ello, tanto para lo unos como para los otros, como para todos nosotros, está movido por una palabra muy corta, fácil y concreta, se llama miedo.
Si somos capaces de entender que además de la compleja situación económica, social y política en que nos encontramos, que genera unos efectos devastadores en nuestras vidas, sobre todo en las capas sociales más bajas, y que está provocando una quiebra muy profunda, de la que aún, por cierto, algunos no se están enterando o no quieren enterarse, entre los que tienen algún tipo de renta y los que ya no la tienen; como digo, si somos capaces de entender que no sólo es un tema técnico, sino que existe un tema actitudinal que agrava exponencialmente el tema técnico, y se llama miedo, y con el que hay que hacer algo, tanto como con el técnico, seguiremos en la fabulación negadora, y en la búsqueda de soluciones irreales, cojas, y, por tanto, con un grado de eficacia tendente a cero.

7/10/13

¿Puro platonismo?

Se me ocurre que podríamos ponernos de acuerdo todos en una cuestión: qué cosas tenemos en común, y sobre qué cosas estamos básicamente de acuerdo. Cuando hablo de cosas, me refiero a nuestras ideas, percepciones, creencias y posibles soluciones para solucionar no sólo lo mío, sino lo nuestro.
Asimismo, también propongo que desechemos nuestra tendencia a convertir lo que pasa y nos pasa en una película de buenos y malos; al menos, mientras buscamos puntos comunes de encuentro.
Después, podríamos intentar ponerlas todas encima de la mesa, verlas y mirarlas entre todos; y, posteriormente, decidir qué hacemos con ellas.
Pensemos, después, como gestionar y ejecutar algo así, como concretarlo de la forma más adecuada y eficiente.
Tal vez, no lo sé, sea una forma excesivamente utópica, pero eso da igual, ya se verá si lo es, y si sirve para romper la inercia en la que andamos casi todos en estos momentos.
Todo esto me viene a la cabeza cuando miro a mi alrededor, y escucho y leo lo que se dice.
Seguramente se verá como una idea descabellada, tendente a lo imposible, tocada de un platonismo estéril, pero se me ocurre para los que lo vean así que es una buena manera de seguir alimentando lo mío, lo tuyo, sin que valoremos lo nuestro, y, ya puestos a decir, sin que creamos en lo nuestro. Es decir, para seguir retroalimentando "nuestra realidad" actual.

3/10/13

El gato cabrón (relato)

Era negro, estaba tuerto, tenía una mirada retadora y tierna. Sus principales actividades eran la meditación y dormir. Tenía un amigo perro, que le acompañaba en sus largas horas sedentarias. Ambos miraban el mundo desde una actitud reflexiva, escéptica, con un punto zen. De vez en cuando se iba de paseo, iba a ver algo más de mundo, con andares felinos, elegantes.
No sabía su nombre, sólo lo conocía por el gato cabrón, era así como lo llamaba su vecina de enfrente, con la que había tenido alguna contienda en otras épocas.
La relación entre esta vecina y el gato cabrón parece ser que, según me contaba ella, había sido tormentosa, broncosa. El motivo era, al menos el motivo aparente, que el gato cabrón hacía incursiones a casa de la vecina y dejaba “sus huellas”, a modo de orines y heces, sobre todo en las macetas de las plantas que tenía plantadas.
La vecina se defendía poniendo todo tipo de impedimentos para que el gato cabrón no consiguiera sus objetivos, pero a veces no daban el fruto deseado, y el felino conseguía trasvasar las barreras que iba encontrando a su paso.
La vecina, incluso, pensó en recurrir a soluciones más expeditivas, pero, posiblemente su humanidad se lo impidió.
En definitiva, era una relación curiosa. El gato cabrón retaba a la vecina con sus defecaciones y micciones, y la vecina se llenaba de irritación, buscando estrategias de defensa. En definitiva, estaban unidos por un vínculo, en el que para cada uno tenía significados e intenciones muy distintas.
Pero, cuando la vecina me empezó a hablar de su historia con el gato cabrón, lo que había sucedido entre ambos, entendí que lo que había entre ellos no era lo que parecía. Los hechos, con el trascurrir de los meses, así lo confirmaron.
(continuará)

1/10/13

Miedo vs. amor


Los seres humanos somos seres contradictorios. Esta afirmación no pretende ser un juicio valorativo, tan solo es una constatación de nuestra forma de funcionar, que se da en la inmensa mayoría de nosotros, yo el primero.
Veamos algunos ejemplos:

·        Queremos conseguir sentirnos felices, pero sin modificar actitudes y acciones que nos amarran a lo que nos hace sentirnos infelices.
·        Deseamos “cosas” de todo tipo, pero no actuamos para intentar conseguirlas, o nos justificamos bajo ideas como que son irrealizables, no son necesarias, son secundarias, o simplemente no tenemos capacidad para conseguirlas.
·        Nos sentimos mal, sabiendo la causa que lo origina, pero, o bien nos quedamos quietos, o actuamos alimentando aún más ese malestar.

Podríamos seguir, pero creo que es suficiente.
Si vemos con un mínimo detenimiento lo que es común a lo mostrado, y que seguiría siendo común a más situaciones que buscáramos, es fácil concluir que el denominador común en todos ellos es el miedo.
El miedo es el motor más potente que anida en los seres humanos, para ser causa, en última instancia, de un sufrimiento gratuito, que nos impide vivir, gozar, disfrutar; en definitiva, hacer vida en nuestro vivir. Tengo que matizar, por si no quedase claro, que existe un miedo instintivo, que es muy necesario, pero no es ése el uso que hago aquí del término.
Existe, por el contrario, otro  ámbito con capacidad para contrarrestar la fuerza de ese miedo, que está dotado de una potencia mayor: el amor.
Quiero aclarar que cuando hablo de amor, no lo circunscribo al amor de pareja, me refiero al amor en su sentido pleno, total.
Pero, ¿qué es para mí el amor? Sintetizándolo mucho, diré que la apertura y conexión plenas hacia el otro/los otros,  desde la confianza. Confianza como actitud básica vital.
¿Cómo enlazar con esa cosa tan fuerte que es el amor? Mediante la consciencia de que no somos algo sólido, duro, hecho de una pieza, sino que somos una oquedad, una abertura conectada inevitablemente, sea para bien o para mal, con los otros y con la vida.
En definitiva, lo que trato de mostrar muy brevemente aquí es que estoy plenamente convencido de que los seres humanos nos situamos en dos polos básicos y fundamentales: el miedo o el amor. Ambos son incompatibles. Ellos son los ejes fundamentales que sustancian nuestro vivir (o malvivir). El miedo paraliza, impide, obstaculiza, destruye, genera sufrimiento. El amor abre, conecta, enlaza, crece, ensancha la consciencia, promueve bienestar y felicidad.
Sólo una última puntualización. Lo que he traído aquí a colación no se trata ni de ideas, ni de ideales, ni de credos o creencias. Es algo que lo concretamos en nuestro vivir de cada día, mediante nuestro actuar en el día a día.

25/9/13

El discurso social de la crisis

Miro lo que está sucediendo en estos momentos, en relación con la crisis, en el plano del pensar y del decir, es decir, en el plano del discurso social, y me gustaría dejar algunas pinceladas, que obviamente necesitarían un mayor recorrido.
La escucha de lo que dicen los medios de comunicación, los líderes políticos, los expertos, las redes sociales, y los ciudadanos próximos con los que hablo, me permite sacar cuatro conclusiones básicas sobre la producción y el efecto de sentido de los discursos hegemónicos:

  • Todo discurso encierra una racionalización, es decir, un proceso mental tendente a la justificación.
  • Todo discurso está asentado en una ideología, sea manifiesta o no. Entiendo ideología aquí como visión del mundo y de uno mismo dentro del mundo.
  • Todo discurso se expresa desde el sujeto de la enunciación, por tanto es autoreferencial.
  • Todo discurso tiende a ser tautológico.


Para comprender bien lo que está representando esta situación en que estamos inmersos en el plano discursivo es necesario abordar los significados que tiene la crisis, los ámbitos connotativos y denotativos que despliega, y las diferencias significativas que se producen en los distintos segmentos sociales.
Si realmente se afrontara con auténtica carga de profundidad el análisis de esto que nos está pasando es posible que se pudiera vislumbrar algún camino aún no transitado.
Me parece importante aclarar que desentrañar los discursos sobre este tema es una forma práctica de actuar sobre las consecuencias que la crisis produce en nuestro mundo de vida.
Propongo, mientras todo esto llega, que miremos lo que pasa y nos pasa, no como algo inevitable, sino como una de las posibles alternativas que alguien está decidiendo y eligiendo por nosotros. Si podemos conseguirlo, nos daremos cuenta de que no existe ni una única solución, ni un solo camino para recorrer y, por supuesto, ni un solo corpus explicativo de lo que acontece y por qué acontece.
Estoy convencido de que la realidad la construimos entre todos, y que esa frase tan acuñada de “porque lo creo, lo veo” es mucho más que un eslogan.

5/9/13

Anhelo y sufrimiento

Hay en el hombre un anhelar anhelante de ser. Ese anhelo que se enroca y se agiganta con “la conciencia de sí”, sobre todo a partir del romanticismo, es fuente de fabulación y de imaginarios sobre la búsqueda de sentido y de significado.
Esta dicotomización del “en sí y el para sí” (noumen y fenómeno en Kant), más allá de su grado de verosimilitud, sobre lo que no voy a entrar aquí, ha sido fuente de sufrimiento. Pares semánticos (lo que es en sí y lo que yo percibo de lo que es) que se encaminan a buscarse permanentemente sin encontrarse. Toda idealización otorga consistencia y fuerza a un  ideal (idea, ideología), genera una tensión de enlazar con él y de conciliar ambos planos (lo que es en sí y lo que yo percibo a través de mis sentidos).
Decía antes que ello es fuente de sufrimiento para el ser humano. Intentaré explicarlo. Ir tras una idea, tras su consecución, es algo que humaniza al hombre y le aporta nobleza. En su transcurrir, camina, construye mundo, y va tras su meta. Y en ese ir yendo, no solo camina, además se hace caminante.
El sufrimiento viene cuando el hombre siente que sólo es, si es en lo ideal: mientras no accede a la meta (idea-ideal) no siente que su ser es siendo (no sabe que se es siendo, no hay otro modo).
Esto no pretende ser un simple juego de palabras, en absoluto. Creo que representa una de las fuentes de desasosiego y sufrimiento, tanto individual como colectivo, más importantes.
Una de las razones de la insatisfacción es el pretender enlazar con una idea, un modelo, en cualquiera de las vertientes que se quiera imaginar, y no tener capacidad para entender que todo modelo, idea, ideal, es algo que, por definición, no es real, no puede realizarse. Entre otras cosas no puede, porque si pudiera hacerlo dejaría de ser ideal. Algo obvio de entender, pero a veces difícil de vivir y sentir.
Otro elemento relevante, que es causa de insatisfacción, es pensar/sentir que las ideas son reales (en el sentido de realizables), perdiendo de vista lo anteriormente señalado.
Por último, señalaré un elemento más que es fuente de sufrimiento, consecuencia de lo ya expuesto: el hombre moderno (y postmoderno, y todos los afijos que se quieran añadir) tiene serias dificultades para saber moverse experiencialmente en el mundo real, de manera que las ideas sean motor y palanca de acción en la realidad. Es decir, hay una confusión perceptivo-cognitiva y experiencial que le dificulta para comprender que la vida transcurre en el mundo real y la forma y el modo en que se vive viene modelado, diseñado y elegido por ideas que sirven de rumbo, a modo de brújula.
Esto aquí expuesto no es simplemente una elucubración. Creo que entender bien esto es importante para poder encauzar mejor muchos caminos rotos actualmente.

30/8/13

Por qué escribo (escrito en 1999)

La necesidad fundamental de escribir para mí radica en buena medida en intentar organizar interiormente lo que se percibe y se siente como desorganizado, desestructurado y sin sentido. Es un esfuerzo de introspección, de búsqueda de equilibrio interno para resituarse y alcanzar una nueva mirada que permita descubrir la lógica que sustenta a “las cosas” y la relación que existe entre ellas y nosotros. 
El resultado de este esfuerzo es estéril con respecto a los objetivos que persigue por cuanto está basado en una premisa harto dudosa, cual es la de que el mundo ha de tener y tiene algún tipo de lógica que hace que las cosas sean como son. Nos encontramos con el viejo problema sobre el sentido: si este pertenece al mundo que observamos o si, más bien, lo construimos desde nosotros mismos, como necesidad adaptativa de supervivencia. Es obvio que especular sobre tarea tan ingente resulta inútil por irresoluble, ya que no existen criterios de verificación, y los argumentos a favor  y en contra de uno y otro planteamiento tienden al infinito, es decir, a un callejón sin salida.
Ahora bien, lo que sí se puede obtener cuando se escribe es una mayor y mejor conexión con “las cosas” y con nosotros mismos, al situarnos en el centro gravitatorio que nos permite sintonizar de forma más armónica con lo real, y, por ende, tener una mejor convivencia con el mundo que nos rodea y, en definitiva, con nosotros mismos.
Cuando se escribe se hace en soledad. Y es desde esa soledad, tan necesaria, como se consigue enlazar con el silencio, con ese silencio interior que nos permite escuchar todo aquello que el ruido de la vida cotidiana tapa, y nos permite no sólo mirar sino ver lo que hay en nosotros y en nuestro alrededor. 

29/8/13

Las palabras (escrito en 2001)

La utilización de la palabra opera como efecto balsámico y como construcción de sentido de la realidad. La palabra ayuda a suturar lo fracturado. La palabra organiza en un campo de significados y con unos vectores de sentido el mundo de las cosas y las cosas del mundo que nos rodea. La palabra “explica” nuestras emociones y sentimientos y su relación con nosotros mismos y con la realidad.
Pero la palabra también puede operar como instrumento de enajenación, como elemento de pérdida del sentido.

En fin, como casi todo, depende del uso y del sentido que hagamos y demos a la palabra.

23/8/13

Ética de bienes vs. ética de valores

Leyendo las noticias de los medios, leyendo lo que se dice en las redes sociales, y viendo lo que acontece en nuestro mundo constato, una vez más, lo poco para lo que sirven las palabras. Y es curioso, porque siempre he sido un defensor de ellas, de su fuerza y capacidad para transformar las cosas, para generar imaginarios nuevos que se transvasen al mundo fáctico. Tal vez en estos momentos sufra un ataque de pesimismo, no sé, o de urgencia, ante lo que pasa en este pequeño universo en el que habitamos.
Pero hay algo que sí me gustaría comentar. Detecto, al menos por lo que oigo y leo, que existe un estado de queja y de reclamo de ética. Eso me parece muy positivo, y lo digo sin ningún tipo de ironía. También percibo que las demandas no son por algo que esté sucediendo ahora, no, es algo que viene sucediendo de muy atrás, y esto ya no sé si quienes nos quejamos somos suficientemente conscientes de ello.
Pues bien, ante esto señalaré dos cosas que creo que son importantes, al menos para mí: la primera es que ese estado de rechazo de la inmoralidad e injusticia me parece que es consecuencia de un desvelamiento de cómo funcionan las cosas, y, además, se produce porque es a nosotros a quien ahora “nos aprieta también el zapato”. Ambas causas están, creo yo, en nuestro posicionamiento actual.
La segunda, creo que es más sutil y compleja, es que dicho posicionamiento en que nos encontramos, de reclamo de mayores niveles de ética y de justicia social, puede tener un efecto paradójico, de manera que no es que no sirva para nada, sino que sirva para todo lo contrario. Me trataré de explicar. Estamos en un  momento fuerte de defensa de valores como justicia, equidad, honestidad, etc. Es decir, estamos en la defensa de aspectos que tienen que ver con la dignidad humana, pero desde una perspectiva ideal. Cuando solo miramos como deben ser las cosas, cuando solo reclamamos valores, perdónenme la incorrección política que esto que digo representa, y no entendemos realmente como funcionan las cosas, y desde ahí, como hacerlas frente para conseguir que funcionen mejor para todos, lo que se produce son dos cosas: estamos en el muro de las lamentaciones, pero como muro, rebota y rebota; y en segundo lugar, nos genera irritación porque nada cambia, lo que incrementa nuestra defensa de “lo que debe ser”, y se puede convertir en un mantra estéril.
¿Cuál es para mí la razón, o las razones de esto? Volveré a ser, con el permiso de los posibles lectores, políticamente muy incorrecto. Vivimos en una sociedad donde los valores juegan un papel demasiado importante, tanto que nos impide a veces manejarnos de manera más eficiente con la realidad. En estos momentos, lo que tenemos todos es un fuerte subidón axiológico, si me permiten la expresión. Pero esto provoca, paradójicamente, que desatendamos una buena ética de bienes. Es decir, lo que planteo es pasar de una ética de valores, que tiene algunos efectos indeseados, al menos como yo lo veo, a una ética de bienes. Aclaro, que no estoy desechando los valores, sólo dimensionándolos dentro de una ética encaminada hacia el bien común.
Para mí, esa ética de bienes está guiada por actitudes y acciones dirigidas a la consecución del mayor grado posible de bienestar (en todos los planos). Y ello implica conocer realmente como funcionamos, cual es la lógica que mueve nuestro mundo, y desde ahí ir poniendo soluciones factibles, concretas y reales que redunden en una sociedad mejor, es decir, un mundo de mejor entendimiento y mejor funcionamiento para todos. Y tener presente que ese es el objetivo fundamental; lo demás, si ayuda a la consecución de ese objetivo bienvenido sea, sino, desechémoslo.
Sólo añadir, que sé que la mayor responsabilidad corresponde a aquellos que la tienen, que tienen más capacidad para actuar, pero estoy convencido que como ciudadanos podemos incrementar nuestro protagonismo en la vida pública y en nuestra sociedad en general. Ello, además, nos hará más ciudadanos y nos dará mucho más protagonismo.
Asimismo, soy consciente de que lo que aquí planteo necesita mucho más recorrido. Pretendo solo enunciarlo y no entrar en aspectos que escapan a este espacio.

22/8/13

Impresiones sobre lo que es para mí un grupo

Unos breves comentarios sobre mi experiencia con grupos de personas (investigación social y de mercados, grupos de trabajo, grupos de creatividad, y coaching grupal y organizativo), con el fin de mostrar algunos aspectos sobre la potencia de un grupo y lo que aporta.
Me centro aquí en lo que es un grupo en genérico. No pretendo que esto sea un análisis formal, riguroso, ni detallado de los objetivos que puede cubrir un grupo, ni de su organización y función.
Sólo quiero transmitir, de manera un tanto informal, y seguramente apresurada, algunas de las posibilidades que puede aportar un grupo humano desde lo que yo conozco.
Un grupo humano es un dispositivo de generación y activación de energía, ideas, vínculos, proyecciones, confrontaciones, alianzas, venganzas, etc., cuya fuerza es enorme. Cuando se conduce de manera adecuada, arroja unos resultados muy potentes.
Además, es un espacio físico y simbólico, en el que se pueden conseguir cosas muy diversas. Algunas de ellas, que me vienen a modo de tormenta de ideas, son:

.Espacio de circulación de ideas, emociones (a veces, también acciones), expresadas (o reprimidas) mediante el conjunto de elementos comunicacionales que ponemos en juego: el habla, la expresividad corporal, los silencios, etc.

. Espacio para la descompresión.

. Espacio para el encuentro consigo mismo.

. Espacio para el encuentro con los otros.

. Espacio para agrupar, unir, divergir, confrontar, analizar, conocer,...

. Espacio para ser consciente, ensanchar la conciencia.

. Espacio para reunirse con la fuerza del grupo, auparse a ella, aprovecharla, activarla, ejercerla...

. Espacio para actuar junto con los otros, para conseguir objetivos concretos.

.Espacio para fluir, refluir, confluir, compartir, sentir, pensar, hacer.

. Espacio para el encuentro humano.

..Espacio para diseñar juntos, para generar fuerza creadora y creativa

En definitiva, esto y mucho más, es para mí un grupo, tras más de veinticinco años trabajando con grupos.
Solo quería contarlo aquí, de esta manera un tanto atropellada, por si a un posible lector le puede ser de utilidad.