Toda preocupación es en última instancia una preocupación
por nosotros mismos. Si alguien tiene dudas sobre esta afirmación tan sólo ha
de repasar sus preocupaciones y la relación que tiene cada una de ellas sobre
él mismo.
Esto, lejos de resultar algo egoísta o autoreferencial,
pertenece a nuestra natural forma de relacionarnos con los otros, con el mundo
y con nosotros mismos. Pero, es más, también pertenece a nuestra natural forma
de mostrar interés y de querer conocer aquello que deseamos conocer.
Y es así porque nuestras ocupaciones y preocupaciones
siempre están relacionadas con el modo en que nos vinculamos con los otros.
Ahora bien, lo que me interesa aquí resaltar de todo esto
es lo siguiente: dado que nuestra forma de relacionarnos con los otros es la
causa fundamental del éxito o de los problemas y conflictos con los otros, la
cuestión reside en conocer qué tipo de relación tendemos a establecer. Cuando
reproducimos relaciones problemáticas o conflictivas, donde hemos de mirar es en
esa ligazón que hay, es el foco al que hay que dirigirse para poder corregir y
solucionar los problemas.
Me permitirán un ejemplo extremo para que pueda hacerme
entender mejor. En la relación que se establece de dominio-sumisión entre dos
personas existe un dominador y un dominado, lo que es obvio. Pero, para que
ambos existan bajo esa función, los dos han de otorgar y establecer con el otro
un tipo de relación que le preasigne de ese modo: el dominador, estableciendo
una relación de dominio sobre el dominado, y el dominado aceptando la relación
de dominio del dominador. Si no se dan ambas circunstancias, ese tipo de
vínculo es imposible que se produzca.
Daré un paso más al respecto, siguiendo con el ejemplo
utilizado. Para que exista relación de dominio-sumisión, no sólo hace falta un
dominador que desee dominar, es necesario que haya un dominado que dé poder al
dominador y, por tanto, se preste a la relación de dominio y a su función de
dominado. Y, todo ello, se produce en el anclaje que ambos establecen en la
relación que han generado y consolidado. Dicho anclaje relacional se constituye
mediante el tipo de vínculo que ambos han establecido. Para solucionar una
situación de este tipo, con que uno de los dos decida romper el tipo de vínculo
establecido se empieza a poner las bases para romper la relación planteada en
esos términos.
He utilizado este ejemplo, porque en él puede verse con
mucha claridad que la relación establecida y la relación clausurada operan
sobre la ligazón que se establece en ambas situaciones.
De forma genérica, insisto que más allá de las personas
concretas con las que nos relacionamos, sucede que tendemos a reproducir
situaciones una y otra vez. Ello se debe fundamentalmente al modelo de conexión
que tenemos aprendido y programado.
Esto es algo que tiende a prestarse poca atención en el
ámbito del coaching, lo cual lleva a veces a enfocar incorrectamente el ámbito
de actuación.
Sin duda que lo aquí planteado entra de lleno en la psicología clínica,
pero debemos conocer algunos aspectos básicos de esta disciplina para manejar
adecuadamente nuestro trabajo con los clientes.
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