Vivimos momentos de censura, de control, de encogimiento. Pero lo que me parece más preocupante es que una parte de esa censura proviene de nuestro autocensura.
Nuestro mundo actual ha puesto patas arriba un modo de vivir, trabajar, consumir, relacionarnos, que ha traído como consecuencia un proceso brusco de deslegitimación en casi todos los ámbitos (político, económico, laboral, de relaciones sociales, etc.), que nos hace sentir que nuestro mundo de vida no es como antes, y, lo que más nos intranquiliza, no sabemos cómo será en los próximos años. Esta situación de deslegitimación deviene como consecuencia de algo tan sencillo como doloroso por sus consecuencias, y es que las instancias a las que les hemos otorgado legitimidad tradicionalmente no cumplen correctamente la función para la que fueron ideadas.
Pero, siendo esto así, y retomando lo que más arriba señalaba respecto a la autocensura, constato que estamos atrapados aún en las inercias de funcionamientos del pasado reciente, que nos hacen mirar todavía el presente con las gafas del pasado.
Esta situación no es consecuencia de que no seamos conscientes de que las cosas han cambiado. Estoy convencido de que la mayoría lo somos. Pero tendemos a querer creer, a modo de pensamiento mágico, que se trata de una situación transitoria, que se arreglará sola o que otros la solucionarán, nos la solucionarán. Esta creencia, que opera como acto de negación, de no querer mirar la realidad del momento presente, y preferir seguir instalados en la fabulación de que "todo volverá a su sitio", es sin duda una autocensura, que hace que no nos permitamos mirar las cosas como son, y seguir instalados en querer verlas como desearíamos que fueran; es confundir el deseo con la realidad.
¿Por qué pensamos y actuamos de este modo? Sin duda, porque el miedo opera como factor de bloqueo, de parálisis; y preferimos no ver lo que sucede.
¿Para qué lo hacemos? Para no actuar y no modificar aquello en lo que nos "sentimos" que no podemos modificar. Es decir, unido al miedo se instala de forma asociada el sentimiento de impotencia.
Esto, que es algo comprensible y lógico que nos suceda, no deja de ser un problema para nosotros. Tan sólo pensemos lo siguiente: seguir instalados en pensar así, ¿mejora las cosas, nos va mejor, nos soluciona? Más allá de sentir un alivio, porque alejamos momentáneamente la sensación de peligro, a modo de reacción contrafóbica ante un sentimiento fóbico, para lo que sirve es para no querer ser conscientes del momento presente y preferir gozar de la fabulación enajenante de que el tiempo lo solucionará o serán otros los que arreglen lo mío.
Ante todo esto, diré, si me lo permiten, lo que pienso y de lo que estoy plenamente convencido: mirar las cosas tal cual son nos permite empezar a diseñar cómo relacionarnos con ellas, qué queremos hacer y qué necesitamos para ello. Es decir, creo que las pequeñas soluciones (o las grandes, no lo sé) no pasan por fantasear sobre lo que sucede y cómo se solucionará, sino ver lo que realmente acontece y, a partir de ahí, cómo nos queremos manejar con lo real.
Pero, el primer escollo que hemos de salvar es a nosotros mismos, y a nuestra tendencia a pensar y actuar de manera evitativa (haciendo como si no pasara o pensando que ya pasará).
Sé que lo que aquí planteo, ante situaciones complicadas y dolorosas para muchas personas, no es algo que resulte en estos momentos fácil, pero también sé que sólo siendo consciente de lo que pasa y nos pasa, sólo a partir de una mirada lúcida, podemos diseñar nuestro futuro.
Diré algo más para finalizar, que tal vez pueda resultar de interés para alguien. Cuando actuamos así, desde la consciencia, desde la asunción de lo que pasa y de las autocensuras que ejercemos, es cuando el miedo se diluye y la impotencia desaparece. Y esto es así porque nos damos cuenta de nuestro propio poder, de nuestra capacidad real para actuar, y de la responsabilidad que tenemos con nosotros mismos.
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