COSAS QUE PASAN
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15/7/15

Algunas cuestiones sobre el poder y el miedo (1)

Tenemos tan interiorizado en nuestro código genético y cultural el miedo, que el ejercicio de poder y dominación que ejercemos los humanos, unos sobre otros, apenas lo vislumbramos, si es que lo llegamos a vislumbrar.

Hablar de esto ya sé que es tan antiguo como hablar de la historia de la humanidad, o, al menos, desde que el hombre (y la mujer) fue expulsado del paraíso, acudiendo a la narración mitico-simbólica.

Los modos y maneras en que hemos ejercido el poder han ido cambiando a lo largo de la historia. Se ha pasado de prácticas más a menos cruentas, de prácticas más visibles a más sutiles, de más generalizadas a más localizadas. Pero, de cualquier modo, siempre ha tenido, en cualquiera de sus formas, dos ingredientes básicos: uso de la violencia (física, material y/o simbólica) y miedo.

Pero, estos ingredientes están en todos los actores intervinientes. Quiero decir que no es que el uso de la violencia solo pertenezca a los dominadores y el miedo a los dominados, no. Tanto unos como otros participan de ambos aspectos; si bien, obviamente, lo hacen de modo e intensidad muy distintos. 

Los que ejercen el poder utilizan los resortes de que disponen para seguir teniéndolo, pero también tienen miedo. Si no lo tuvieran, si realmente estuvieran desprovistos plenamente de miedo, no sentirían ninguna necesidad de dominar, controlar y ejercer violencia sobre otros.

Los individuos y grupos que padecen el dominio, no solo tienen miedo, sino que ese miedo se sustenta, en gran medida, en la aceptación implícita o explícita de que hay otros que tienen capacidad para ejercer el poder y la dominación sobre ellos. Es decir, en la aceptación va implícito dar poder al poder.

En nuestro mundo actual, se ha ido constituyendo una forma de poder (y control) mucho más sutil. Ya no es necesario que existan vigilantes y controladores externos, con capacidad coercitiva. El vigilante y controlador se ha trasladado, en buena medida, al interior de cada individuo, a su plano mental e imaginal. Es decir, existe autocontrol y obediencia. Esto no quiere decir que se sea consciente de ello; es más, existe todo un proceso de justificación (racionalización), con despliegue lógico-racional, que niega tal autocontrol.

Todos tenemos ejemplos cercanos, sea en el plano individual o colectivo, sobre cómo operan el poder y el miedo en estos momentos. Conocemos la retórica que se pone en juego para maquillar los hechos, y para no decir lo que se ve, incluso para querer construir otro relato sobre lo que acontece.

Pero las preguntas del millón, al menos para mí, son: ¿se puede salir de este binomio poder-miedo?, ¿se quiere salir?, ¿qué hace falta para ello?

Cuando me planteo todo, no solo tengo la mirada puesta en lo que acontece en el plano social y político, sino, también, en el de las relaciones personales y con los próximos, incluso en la relación que mantenemos con nosotros mismos.




14/7/14

Sobre el amor y el presente

El pasado no está, el futuro aun no existe, tan solo tiene consistencia real el presente. Es más, apurando un poco el argumento, solo lo tiene el presente-presente.

En tiempos de mudanza, como el que nos ocupa, resulta complicado percibir, sentir y experienciar el presente. Además, somos deudores de una cultura, la occidental, muy volcada hacia el pasado y hacia el futuro, y poco ejercitada en situarse, en estar y ser (en estar siendo) en el presente. A pesar de que asistimos a una multitud de enfoques traídos de Oriente, que nos hablan del vacío, del no-ser, de la conciencia plena (mindfulness), etc., nos aproximamos a estos planteamientos todavía a la luz de una mirada marcadamente occidental. 

El ser humano tiene dos posibilidades de recorrido en su vida, a mi modo de ver y esquematizando al máximo: el camino del amor o el camino del miedo. El amor es apertura, oquedad, inclinación a los otros, a la vida y, por supuesto, a uno mismo. El miedo es cerrazón, repliegue, rechazo, opacidad, aislamiento, etc.

Pero, el amor solo se puede dar (y se da) en el presente. Lo demás es nostalgia del pasado o promesa de futuro; es decir, son construcciones mentales que hacemos sobre nuestro ayer o nuestro mañana. Se trata,  por tanto, de ámbitos que tienen que ver con el "pensarse", pero no con el "vivirse", y el amor es un hacer haciendo (viviendo) desde nosotros mismos, en cada momento presente, y que va desplegando posibilidades de elección/acción en el devenir del momento presente.

Pero, en la bifurcación entre ambos itinerarios, hay un aspecto que, al menos para mí, es fundamental: el amor enlaza con la libertad y el miedo la desactiva y la anula completamente.

Todo esto que traigo a colación no se trata ni de simples palabras, ni de ideas, ni mucho menos de ideales, sino de cosas tangibles y concretas que percibo, detecto y experimento en mi vivir diario.




23/6/14

Relatemos

La actualidad nos obstaculiza ver, oir, sentir y pensar el presente.

Ese atropello de noticias, eventos, ocurrencias y situaciones de todo tipo, nos atrapa en la vorágine de lo último sucedido, de la última frase dicha o la última acción llevada a cabo; de manera que nos enreda y nos aleja de una mirada lúcida del presente.

Pero, no solo nos dificulta "estar en el presente", además, nos aleja de la posibilidad de decidir hacia dónde queremos ir, cómo podemos hacerlo, con quienes hacerlo y en qué plazos.

Seguir anclados en la actualidad, seguir siendo prisioneros de la ideología "actualista", nos fija en la sensación de miedo, de parálisis y de impotencia. 

Todo ello apoyado en el sentimiento de que son los otros los que hacen y nosotros solo podemos esperar que hagan y "dejarnos hacer". Ésta es la mejor manera de seguir en lo mismo, para encaminarnos a lo peor.

Estar en el presente implica ver lo que sucede para, a partir de ahí, encaminarnos a proyectos y objetivos futuros, que nos permitan salir de la situación actual y construir futuro. Es decir, generar un relato colectivo que sea diseñado, asumido y participado por todos (o, al menos, la gran mayoría), de manera que canalicemos nuestras energías en una mirada común.

Claro que para ello es necesario hablar. Pero no desde la prisa, la crispación o "el tú más", sino desde la serenidad, la solidaridad y la responsabilidad. Eso, a pesar de nuestro mundo interconectado, o precisamente por ello, no lo sé, es algo que ahora no tenemos y que es fundamental conseguir.

Hace unas semanas colgué un post en el que señalaba la falta de relato en estos momentos y que era a la vez un síntoma y un déficit de la situación en la que nos encontramos. Generar relato es generar realidad, crear y dinamizar realidad, y ello pasa por una decisión individual y colectiva que a todos nos afecta y nos compromete.

10/3/14

"Todo el rato nos pasan cosas"

Todo el rato nos pasan cosas: buenas, malas y mediopensionistas. Si no nos pasaran cosas sería porque estamos muertos.

El tema no es que nos pasen cosas, sino cómo nos relacionamos con las cosas que nos pasan.

Creo que ese es el quid de la cuestión de cara a esto que nos traído aquí, que no es otra cosa que el vivir.

Escucho a veces a personas que depositan su estado de felicidad (tema éste cuasi metafísico) o de satisfacción, en su situación económica, en que su pareja le quiera o no, en que no tenga disgustos, en que...Escucho a personas que depositan todo el peso en el afuera, fuera de ellos mismos: escucho a personas que se sienten víctimas del mundo, y constato que sintiéndose víctimas siempre estarán expuestas a los avatares del afuera, y serán casi siempre éstos negativos, como no podría ser de otro modo. Es comprensible que alguien tan pendiente del afuera, que siente ese afuera como potencial amenaza de sí mismo, lo que provoca es justamente lo que teme; además de que, aunque vengan cosas "buenas", siempre serán susceptibles de mejora o algún fallo tendrán, seguro. 

No pretendo parodiar a estas personas que se posicionan ante el mundo de este modo, en absoluto. Además sé que sufren mucho, pero también sé que se trata, en buena medida, de un sufrimiento gratuito. Sí quiero quitar algo de peso e incorporar, si puedo, unas gotas de sentido del humor.

Para mí vivir consiste básicamente en enlazar con nuestros deseos (ese mundo inconsciente o zona oscura, que todos tenemos dentro), dotarlos de sentido y traducirlos en actos de vida. Ya sé que las palabras quedan bien, pero luego está la cruda realidad, lo sé. Pero también sé que lo que digo no son solo palabras, sino que son experiencias de personas que he conocido de primera mano y que es el camino que recorren y se han marcado.

¿Cual es el principal problema para materializar todo esto? Sin duda el miedo. El miedo nos hace buscar y depositar fuera de nosotros lo que está en nosotros: buscamos programas, recetas, rutas establecidas, cánones, etc.; de igual modo, responsabilizamos al afuera lo que nos pasa a nosotros, excluyéndonos de cualquier responsabilidad en lo que nos pasa (esto no solo no es real, que no lo es en absoluto, además es una fantasía que nos impide vivir).

El miedo nos paraliza, nos bloquea, nos aliena, nos impide vivir. Pero ese miedo, el que está dentro de nosotros, no el miedo biológico que nos hace reaccionar ante una amenaza exterior, tendemos a alejarlo o negarlo. Creemos que de este modo se va, y lo que hacemos con ello es justamente lo contrario, alimentarlo. Es la idea y/o acción contrafóbica que solemos poner en juego para actuar ante algo que nos genera fobia.

Pero ese miedo interno, que lo llevamos con nosotros allá donde vayamos, por eso las huídas hacia delante no sirven, solo se disuelve mediante dos premisas básicas: aceptarlo y enfrentarlo. La aceptación implica el reconocimiento de que está, de que nos impide hacer cosas, que no nos deja pensar o actuar como querríamos. Cuando se acepta, se empieza a enfrentarlo, y se comienza a sentir que va perdiendo peso en nosotros. ¿Por qué sucede esto?: sencillamente porque lo miramos de frente, es decir, lo sacamos fuera de nosotros, lo "objetivamos", y nos damos cuenta de que a "los fantasmas" solo podemos enfrentarlos fuera de su terreno, fuera de nuestro mundo fabulatorio interior.

Vivir la vida solo es posible desde una posición de libertad, y, para mí, ésta consiste en ausencia de miedo: son las dos caras de una misma moneda. Cuando se entiende esto, no sólo desde la razón sino desde la experiencia personal, se comprende que no hablo solo de palabras.

Libertad, responsabilidad, aceptación y compromiso son las palabras clave, para mí, que hay que enlazar en nuestro vivir.

8/3/14

Miedo vs. aceptación

El mundo ha cambiado de manera significativa, pero se insiste en esperar que todo vuelva a la situación anterior.
Esto ¿es torpeza, ceguera, falta de información? Es simplemente miedo.
La vida es constante movimiento y cambio, sin duda; pero existen saltos cualitativos, que modifican sustancialmente aspectos fundamentales de la realidad en la que nos movemos, al menos fundamentales para nuestro "mundo de vida".
Estamos ante uno de esos momentos cualitativamente diferentes. Sin embargo, por la actitud que percibo, parece que se está a la espera del retorno de lo anterior o, al menos, a que se produzca un cambio que se aproxime a nuestro reciente pasado. 
Este es el pensamiento mágico, que espera que mágicamente retorne lo que se fue, que se recupere lo que se desvaneció; de modo, que se produce una espera pasiva, en la que se confía en que el tiempo "juegue a favor", y que, por "justicia divina", todo vuelva a "su ser". 
Miedo y negación de realidad es lo que predomina. Se sigue mirando el presente con las gafas del pasado, aplicando categorías que han quedado obsoletas, utilizando variables que no son operativas, no incorporando las variables que son auténticamente representativas y que resultan discriminantes para manejarnos con la nueva realidad. Es cierto que en estos momentos existen más variables que fórmulas para resolverlas, pero ese es otro tema.
Ya he dicho en otros momentos que estamos asistiendo a una sociedad aquejada del síndrome postraumático y que aún sigue ahí. Miedo, parálisis, pensamiento mágico, posición pasiva, todo eso es lo dominante. 
Este golpetazo de realidad que nos han dado ha hecho que sea el miedo el que se haya apoderado de nosotros. Cuando esto pasa, intentamos alejarlo con la fantasía de que si lo tenemos lejos no existe o, al menos, no molesta. Sabemos que sucede todo lo contrario, esa actitud lo único que produce es más miedo.
Como he dicho en otras ocasiones no tengo soluciones para una situación de esta envergadura, aunque sí tengo una opinión formada sobre los motivos que la han generado; pero lo que sí sé es que del modo cómo se está enfrentando no nos encaminamos a solución alguna. Creo que la manera de afrontar todo esto pasa necesariamente por asumir lo que hay, y desde una mirada de frente a la situación, una mirada personal/individual y social/colectiva, ambas son necesarias, ponernos manos a la obra desde el momento presente. 
El bloqueo, la parálisis y la negación, que son consecuencia de ese miedo, nunca pueden ser un camino para construir nuestro presente. La aceptación y el compromiso son para mí los caminos que nos permiten manejarnos con lo que hay y diseñar y actuar sobre lo que queremos que haya. Además, es el arma más potente para erradicar el miedo y salir del repliegue en el que nos encontramos.
Pero, sobre todo, mirando de frente a lo que nos pasa, y actuando sobre ello, no sólo nos encamina a crear futuro, sino que desactiva nuestros miedos y crea presente. De esto estoy plenamente convencido.

2/1/14

¿Caminos para el cambio?

En momentos como el actual tendemos a sustituir la lucidez por el apremio, que toda situación vivida como urgente le suele acompañar.

Esta forma de proceder es comprensible y obedece, sin duda, a la sensación de riesgo y vulnerabilidad que acompaña nuestro vivir en los tiempos que corren actualmente.

Cuando leo y escucho la ingente cantidad de propuestas y cosas que "hay que hacer", confieso que tan sólo una minoría de ellas me parece que merezcan ser tenidas en cuenta. La inmensa mayoría las veo como ocurrencias surgidas del "sálvese quien pueda", sin que tengan un valor real en aquello que promulgan tras su puesta en práctica.

Tengo la sensación, cuando veo lo que está sucediendo, de que la mayoría de las veces actuamos a modo de hormigas a punto de entrar en el hormiguero, pero que ante una amenaza se descarrían, dando palos de ciego y moviéndose de manera descontrolada.

La situación que estamos viviendo se caracteriza por la ausencia de certezas, yo soy el primero que no las tiene. Así como por la sensación de vulnerabilidad creciente que va impregnando nuestras vidas y que va afectando cada vez a mayores capas sociales.

Pero, lo que sí sé es que ese no es el camino para poder afrontar todo esto que tenemos encima de la mesa.

También sé que enlazar con una posición lúcida pasa necesariamente por intentar entender qué está pasando, de qué manera nos afecta, y qué hacer a partir de lo anterior, tanto en el plano personal como en el social. Para ello es básico analizar lo que acontece con un mínimo de desapasionamiento, de manera que las acciones derivadas no sean producto de la urgencia sin más, sino de acciones que realmente vayan a tener un grado de eficiencia real y concreta. 

Sobre el qué está sucediendo, de momento conocemos las consecuencias que está teniendo en el presente, pero ni se sabe con certeza los motivos ni las consecuencias futuras, al menos no he conocido ningún artículo ni investigación rigurosos al respecto que dé explicaciones plausibles y certeras. Por poner solo un ejemplo de esto aún no hay acuerdo sobre si se trata de una crisis del funcionamiento del sistema económico, o si es el sistema económico el que ha dejado de funcionar, o si se trata de algo más complejo y amplio, como es que todo un modelo socio-económico (¿y cultural?)ha entrado en fase terminal. Sobre esta última posibilidad es obvio que no tenemos aún perspectiva histórica para aplicar herramientas de análisis verificables.

Ante esa falta de conocimiento, hemos optado por reaccionar o quedarnos quietos. La reacción siempre va acompañada de premura y precipitación. La posición de no hacer nada puede deberse o al miedo o a una posición personal. En cualquier caso, ninguna de ellas son caminos que puedan ser fecundos, al menos para cambiar el estado de la cuestión.

Pero lo que más me interesa destacar es que esta forma de aproximarnos al problema, llamémoslo así, problema, nos aleja paradójicamente de su posible solución. Porque ante un tema complejo como éste sólo es posible soluciones complejas, y esto implica rigor, análisis, tiempo y desapasionamiento. 

Cuando lo que impera es el miedo, veo mucho miedo a mi alrededor, y lo comprendo perfectamente, como no voy a hacerlo; pero no veo que se sepa entender que por ahí no vamos bien, que al miedo hay que mirarlo de cara porque siempre genera distorsión, entonces me resulta más difícil imaginar que así podamos ganar este partido.

Creo que es indispensable pararse un momento y repensar entre todos qué está pasando, y qué hacemos. Es bueno recordar que al poder le interesa alimentar la falta de análisis, la falta de conocimiento, la falta de acción y el estado sumiso-depresivo de la ciudadanía.

Si no entendemos que los caminos han de ir tanto por lo personal como por lo social y colectivo, que no vale con solucionar lo mío, porque si no le va bien al otro a la larga no me irá bien a mí, si no abandonamos la sensación de miedo, entonces seguro que el partido lo perderemos. 

Es obvio que no tengo soluciones, pero sí estoy convencido que se pueden llegar a tener, y que las podemos conseguir entre todos. Sé que el tiempo para algunos, cada vez para más personas, vale oro. Pero es fundamental para construir soluciones de alcance, que generen cambios reales y éstos se consoliden en tendencias beneficiosas para el bien común. Y todo ello, a pesar de la modernidad líquida de mi querido Bauman.

Sólo añadir algo que me parece fundamental, y algunas veces parece que olvidamos: la forma más eficaz de combatir el miedo es mediante el conocimiento.

11/12/13

La gestión del miedo

Hay un miedo natural, funcional, que surge ante un peligro externo. Se trata de una emoción adaptativa que tenemos y que nos resulta útil para la supervivencia. Nos sirve para anticiparnos y superar el peligro real que se nos presenta.

Sin embargo, existe otro tipo de miedos que guarda relación con nuestro modo ver, interpretar y posicionarnos ante nuestro entorno y, en última instancia, ante nosotros mismos. Se trata de un miedo que no está ajustado al hecho o causa que lo produce. Es, por tanto, un miedo que nace, se consolida y retroalimenta en nuestro interior.

Éste segundo tipo es al que quiero referirme aquí. Es fuente de un plus de sufrimiento gratuito y, sobre todo, representa un obstáculo para nuestro vivir y relacionarnos con nuestro entorno y con nosotros mismos.

Existen dos miedos básicos, que tienen una estrecha conexión con otros dos más profundos, que son:
  • El miedo al fracaso, ya sea a no conseguir lo que se desea o a perder lo conseguido.
  • El miedo al rechazo: no ser querido, aceptado, valorado, reconocido, etc.
Ambos, como antes decía, tienen una vinculación estrecha con: el miedo a ser como soy, es decir, a ser yo mismo; y el miedo a ser libre, es decir, a enlazar con mis deseos, con lo que yo quiero, y traducirlos en actos de vida.

Sea cualesquiera las causas del miedo, el primer paso para poder manejarlo es ser consciente, tomar conciencia y consciencia de que está, de los efectos que tiene sobre nosotros y, si es posible, de las causas que lo generan. 

Ser consciente y ensanchar nuestra consciencia es el primer peldaño para poder manejarlos, canalizarlos y gobernarlos; de tal modo, que no sean ellos los que nos gobiernen a nosotros. Mirar nuestros miedos cara a cara, es, a su vez, el primer paso para mirarnos a nosotros, no al personaje que hemos creado y alimentado, sino a quien soy yo.

A partir de quien soy yo y cómo soy yo, cuales son mis deseos y el sentido (valor) que tienen para mí las cosas, cómo trazar y realizar el camino hacia lo que quiero conseguir, con quien/quienes deseo hacerlo, y ponerme a ello. 

El miedo al que he venido refiriéndome siempre surge en el plano del pensarse, y se disuelve en plano del vivir y vivirse. La vida no entiende de miedos, es nuestro modo de percibirla y pensarla la que lo incorpora.




11/11/13

Nuestra autocensura nos genera miedo y sentimiento de impotencia

Vivimos momentos de censura, de control, de encogimiento. Pero lo que me parece más preocupante es que una parte de esa censura proviene de nuestro autocensura.

Nuestro mundo actual ha puesto patas arriba un modo de vivir, trabajar, consumir, relacionarnos, que ha traído como consecuencia un proceso brusco de deslegitimación en casi todos los ámbitos (político, económico, laboral, de relaciones sociales, etc.), que nos hace sentir que nuestro mundo de vida no es como antes, y, lo que más nos intranquiliza, no sabemos cómo será en los próximos años. Esta situación de deslegitimación deviene como consecuencia de algo tan sencillo como doloroso por sus consecuencias, y es que las instancias a las que les hemos otorgado legitimidad tradicionalmente no cumplen correctamente la función para la que fueron ideadas.

Pero, siendo esto así, y retomando lo que más arriba señalaba respecto a la autocensura, constato que estamos atrapados aún en las inercias de funcionamientos del pasado reciente, que nos hacen mirar todavía el presente con las gafas del pasado.

Esta situación no es consecuencia de que no seamos conscientes de que las cosas han cambiado. Estoy convencido de que la mayoría lo somos. Pero tendemos a querer creer, a modo de pensamiento mágico, que se trata de una situación transitoria, que se arreglará sola o que otros la solucionarán, nos la solucionarán. Esta creencia, que opera como acto de negación, de no querer mirar la realidad del momento presente, y preferir seguir instalados en la fabulación de que "todo volverá a su sitio", es sin duda una autocensura, que hace que no nos permitamos mirar las cosas como son, y seguir instalados en querer verlas como desearíamos que fueran; es confundir el deseo con la realidad.

¿Por qué pensamos y actuamos de este modo? Sin duda, porque el miedo opera como factor de bloqueo, de parálisis; y preferimos no ver lo que sucede.

¿Para qué lo hacemos? Para no actuar y no modificar aquello en lo que nos "sentimos" que no podemos modificar. Es decir, unido al miedo se instala de forma asociada el sentimiento de impotencia.

Esto, que es algo comprensible y lógico que nos suceda, no deja de ser un problema para nosotros. Tan sólo pensemos lo siguiente: seguir instalados en pensar así, ¿mejora las cosas, nos va mejor, nos soluciona? Más allá de sentir un alivio, porque alejamos momentáneamente la sensación de peligro, a modo de reacción contrafóbica ante un sentimiento fóbico, para lo que sirve es para no querer ser conscientes del momento presente y preferir gozar de la fabulación enajenante de que el tiempo lo solucionará o serán otros los que arreglen lo mío.

Ante todo esto, diré, si me lo permiten, lo que pienso y de lo que estoy plenamente convencido: mirar las cosas tal cual son nos permite empezar a diseñar cómo relacionarnos con ellas, qué queremos hacer y qué necesitamos para ello. Es decir, creo que las pequeñas soluciones (o las grandes, no lo sé) no pasan por fantasear sobre lo que sucede y cómo se solucionará, sino ver lo que realmente acontece y, a partir de ahí, cómo nos queremos manejar con lo real.

Pero, el primer escollo que hemos de salvar es a nosotros mismos, y a nuestra tendencia a pensar y actuar de manera evitativa (haciendo como si no pasara o pensando que ya pasará).

Sé que lo que aquí planteo, ante situaciones complicadas y dolorosas para muchas personas, no es algo que resulte en estos momentos fácil, pero también sé que sólo siendo consciente de lo que pasa y nos pasa, sólo a partir de una mirada lúcida, podemos diseñar nuestro futuro.

Diré algo más para finalizar, que tal vez pueda resultar de interés para alguien. Cuando actuamos así, desde la consciencia, desde la asunción de lo que pasa y de las autocensuras que ejercemos, es cuando el miedo se diluye y la impotencia desaparece. Y esto es así porque nos damos cuenta de nuestro propio poder, de nuestra capacidad real para actuar, y de la responsabilidad que tenemos con nosotros mismos.

10/11/13

El relato como bálsamo y generador de realidad

Encontrar explicaciones y dotar de sentido, siempre tiene un efecto balsámico y tranquilizador en el ser humano, más allá de que sea plausible o no, de que sea veraz o erróneo.
Es uno de los elementos que acompañan al ser humano en su andadura por este mundo. Es una seña de identidad anclada en sus códigos de información, tanto genéticos como culturales.
Esto es algo que podemos constatar todos en el momento presente. Miremos a nuestro alrededor o simplemente mirémonos a nosotros mismos, y comprobemos qué es lo que más ansiedad genera. Podemos comprobar fácilmente que es la incertidumbre y la ausencia de respuestas sobre nuestros aconteceres presentes y futuros, sean del orden que sean. 
Se podrá decir que esto obedece a que nos encontramos en el momento que nos encontramos, y en parte es así, pero más allá de nuestro momento coyuntural o estructural, sea personal o colectivo, la falta de explicación provoca inseguridad y desazón, es decir, miedo; sentimos que no pisamos terreno firme, que el suelo se resquebraja bajo nuestros piés, incluso que no hay suelo sobre el que soportarnos y apoyarnos.
¿Cómo lo solventamos a veces cuando las explicaciones plausibles no llegan de las instancias ante las que hemos depositado tradicionalmente la capacidad y la legitimidad para que nos las aporten? De cualquier modo, antes que seguir instalados en la incertidumbre, en la no respuesta-explicación. Para ello, para salir de ese estado de inseguridad que nos crea, construimos respuestas propias o nos aferramos a las de otros, donde la creencia es protagonista en detrimento del conocimiento y de la verosimilitud. Es la huida hacia delante.
¿Cómo hacemos para dotar de explicación-respuesta y de sentido a lo que aún no lo tiene, o tal vez no pueda llegar a tenerlo? Mediante la construcción de relatos, que generan sentido, explicación y, en definitiva, dan respuesta a lo que aún no encontramos o no lo tiene.
Quiero aclarar que para mí no se trata de que sea bueno malo, se trata de una constatación sobre nuestro modo de proceder.
Pero, solo quiero detenerme ahora en un hecho realmente paradójico de lo que planteo aquí. Esta construcción de relatos que generan y nos generan sentido, que dan respuesta y nos dan respuesta, más allá de que sean plausibles o no, el hecho real, tangible y concreto es que generan realidad real, pueden comprobarlo personalmente.
Las conclusiones de este hecho aparentemente sorprendente están servidas.



14/10/13

Algunas consideraciones sobre el miedo

Detecto mucho cansancio y desesperanza hacia las voces que denuncian la situación social y económica en que nos encontramos. De igual modo sucede hacia los que proclaman a los cuatros vientos el espíritu positivo como actitud vital y “el happy-happy”. Esto ya no funciona ni siquiera como efecto balsámico en el ánimo de la mayoría de las personas.
Ese cansancio y desesperanza viene de la saturación de oir, ver y esperar cambios significativos, que no sólo no se producen, sino que, según los datos de que disponemos, se agravan día a día. El deterioro tiene una visibilidad tan fuerte que no hace falta decir más al respecto.
Evidentemente, es en las capas sociales más desfavorecidas de nuestra sociedad donde con más fuerza anida este malestar. Por cierto, la palabra malestar me parece ya un eufemismo, que no refleja realmente lo que se siente.
A la par que todo esto pasa en el plano real, se pretende instaurar un discurso, proveniente del gobierno de nuestro país y del partido que lo sustenta, señalando que la recesión se está terminando y que está cambiando el ciclo económico, eso sí, por cautela y no sé si por “vergüenza torera”, se dice que aún no lo notamos, y que la recuperación se irá produciendo muy lentamente. En fin, mejor decir aquello de: sin comentarios.
Pero no pretendo aquí ser uno más de los que se quejan y denuncian lo que está sucediendo, de eso ya existe abundante literatura. Lo que trataré es de mostrar, desde mi personal punto de vista, algunos aspectos de todo esto que me llaman mucho la atención.
He asistido en estos días a algunas reuniones con personas con una alta responsabilidad política y empresarial. En ellas he podido detectar un fuerte pesimismo, o tal vez sea más apropiado llamarlo realismo lúcido, acerca de nuestro presente y nuestro devenir inmediato. Curioso es que esto se dice en reuniones a puerta cerrada o en cafés de petit comité. Sin embargo, fuera de estos ámbitos privados se cambia el discurso, y se señalan cosas bien distintas, por las mismas personas que antes decían lo contrario.
Pero no es esto sólo lo que me llama la atención. Lo que más me asombra de todo ello, y así se lo hice ver, es qué beneficio obtienen de ello, más allá de una visión cortoplacista absurda, que sin duda redundará en que se vuelva contra todos en el medio y largo plazo. Por cierto, cuando hablo de medio plazo igual exagero, porque me refiero a un futuro muy inmediato.
Por otro lado, cuando hablo y escucho a eso que llamamos ciudadanía, cada vez tengo menos claro si eso existe aquí, veo desánimo en algunos, en otros una actitud de espera a que los que mandan resuelvan las cosas, y, en una cada vez más inmensa mayoría, miedo, agobio y sufrimiento, no ya por lo que se avecina, sino por el presente en que se encuentran. Cosa que me resulta curiosa, ya que lejos de movilizar a la acción, les mantiene en una actitud de quietud y parálisis. Sí, ya sé que el miedo que esto comporta puede ser muy invalidante.
Bien, pues aquí quería llegar. Lo que percibo tanto en las personas que tienen responsabilidad, tanto política como empresarial, como en los ciudadanos, que también la tienen, aunque en otra medida y de otro modo, pero intuyo que eso no lo saben, es que se está en una especie de estado de negación, y se prefiere fabular y fantasear lo que se pueda, para no mirar de cara a lo que pasa y nos pasa. Es una especie de actitud evitativa, en la que unos juegan a no decir lo que saben o intuyen, a ver si diciendo lo contrario ganamos tiempo al tiempo y todo cambia, y otros a ver si no haciendo nada la solución llega de fuera de manera mágica.
Mientras tanto, todos sabemos que la situación empeora, pero vamos a ver si no haciendo, o diciendo que la cosa mejora, pasa algo.
Todo ello, tanto para lo unos como para los otros, como para todos nosotros, está movido por una palabra muy corta, fácil y concreta, se llama miedo.
Si somos capaces de entender que además de la compleja situación económica, social y política en que nos encontramos, que genera unos efectos devastadores en nuestras vidas, sobre todo en las capas sociales más bajas, y que está provocando una quiebra muy profunda, de la que aún, por cierto, algunos no se están enterando o no quieren enterarse, entre los que tienen algún tipo de renta y los que ya no la tienen; como digo, si somos capaces de entender que no sólo es un tema técnico, sino que existe un tema actitudinal que agrava exponencialmente el tema técnico, y se llama miedo, y con el que hay que hacer algo, tanto como con el técnico, seguiremos en la fabulación negadora, y en la búsqueda de soluciones irreales, cojas, y, por tanto, con un grado de eficacia tendente a cero.

1/10/13

Miedo vs. amor


Los seres humanos somos seres contradictorios. Esta afirmación no pretende ser un juicio valorativo, tan solo es una constatación de nuestra forma de funcionar, que se da en la inmensa mayoría de nosotros, yo el primero.
Veamos algunos ejemplos:

·        Queremos conseguir sentirnos felices, pero sin modificar actitudes y acciones que nos amarran a lo que nos hace sentirnos infelices.
·        Deseamos “cosas” de todo tipo, pero no actuamos para intentar conseguirlas, o nos justificamos bajo ideas como que son irrealizables, no son necesarias, son secundarias, o simplemente no tenemos capacidad para conseguirlas.
·        Nos sentimos mal, sabiendo la causa que lo origina, pero, o bien nos quedamos quietos, o actuamos alimentando aún más ese malestar.

Podríamos seguir, pero creo que es suficiente.
Si vemos con un mínimo detenimiento lo que es común a lo mostrado, y que seguiría siendo común a más situaciones que buscáramos, es fácil concluir que el denominador común en todos ellos es el miedo.
El miedo es el motor más potente que anida en los seres humanos, para ser causa, en última instancia, de un sufrimiento gratuito, que nos impide vivir, gozar, disfrutar; en definitiva, hacer vida en nuestro vivir. Tengo que matizar, por si no quedase claro, que existe un miedo instintivo, que es muy necesario, pero no es ése el uso que hago aquí del término.
Existe, por el contrario, otro  ámbito con capacidad para contrarrestar la fuerza de ese miedo, que está dotado de una potencia mayor: el amor.
Quiero aclarar que cuando hablo de amor, no lo circunscribo al amor de pareja, me refiero al amor en su sentido pleno, total.
Pero, ¿qué es para mí el amor? Sintetizándolo mucho, diré que la apertura y conexión plenas hacia el otro/los otros,  desde la confianza. Confianza como actitud básica vital.
¿Cómo enlazar con esa cosa tan fuerte que es el amor? Mediante la consciencia de que no somos algo sólido, duro, hecho de una pieza, sino que somos una oquedad, una abertura conectada inevitablemente, sea para bien o para mal, con los otros y con la vida.
En definitiva, lo que trato de mostrar muy brevemente aquí es que estoy plenamente convencido de que los seres humanos nos situamos en dos polos básicos y fundamentales: el miedo o el amor. Ambos son incompatibles. Ellos son los ejes fundamentales que sustancian nuestro vivir (o malvivir). El miedo paraliza, impide, obstaculiza, destruye, genera sufrimiento. El amor abre, conecta, enlaza, crece, ensancha la consciencia, promueve bienestar y felicidad.
Sólo una última puntualización. Lo que he traído aquí a colación no se trata ni de ideas, ni de ideales, ni de credos o creencias. Es algo que lo concretamos en nuestro vivir de cada día, mediante nuestro actuar en el día a día.

19/2/13

Retazos del poder

          
Palabras usadas en exceso, desgastadas ya casi. Retórica y aggiornamiento en las palabras y los argumentos, cansancio de su uso abusivo. Caras de miedo, de mirar hacia otro lado, de no mirar, de inexpresividad.
Silencio, solo silencio, es lo único útil, lo demás se lo traga el poder, lo aniquila o lo transforma o lo integra para domesticarlo y transmutarlo.
Personas que sufren, que están desconcertadas, que están perdidas, que buscan donde no hay, que fabrican su micromundo al margen del mundo. Personas que dominan, que acosan, que se exhiben, que experimentan placer en sentirse mirados por los otros dominados.
Vidas truncadas, paralizadas, metamorfoseadas por obligación; vidas de escaparate, de acaparamiento, vidas banales, fútiles, inanes.
Búsqueda de salidas, de sentidos ante el sinsentido, de relatos nuevos, de mapas mentales balsámicos, de universos simbólicos justificadores.