En momentos como el actual tendemos a sustituir la lucidez por el apremio, que toda situación vivida como urgente le suele acompañar.
Esta forma de proceder es comprensible y obedece, sin duda, a la sensación de riesgo y vulnerabilidad que acompaña nuestro vivir en los tiempos que corren actualmente.
Cuando leo y escucho la ingente cantidad de propuestas y cosas que "hay que hacer", confieso que tan sólo una minoría de ellas me parece que merezcan ser tenidas en cuenta. La inmensa mayoría las veo como ocurrencias surgidas del "sálvese quien pueda", sin que tengan un valor real en aquello que promulgan tras su puesta en práctica.
Tengo la sensación, cuando veo lo que está sucediendo, de que la mayoría de las veces actuamos a modo de hormigas a punto de entrar en el hormiguero, pero que ante una amenaza se descarrían, dando palos de ciego y moviéndose de manera descontrolada.
La situación que estamos viviendo se caracteriza por la ausencia de certezas, yo soy el primero que no las tiene. Así como por la sensación de vulnerabilidad creciente que va impregnando nuestras vidas y que va afectando cada vez a mayores capas sociales.
Pero, lo que sí sé es que ese no es el camino para poder afrontar todo esto que tenemos encima de la mesa.
También sé que enlazar con una posición lúcida pasa necesariamente por intentar entender qué está pasando, de qué manera nos afecta, y qué hacer a partir de lo anterior, tanto en el plano personal como en el social. Para ello es básico analizar lo que acontece con un mínimo de desapasionamiento, de manera que las acciones derivadas no sean producto de la urgencia sin más, sino de acciones que realmente vayan a tener un grado de eficiencia real y concreta.
Sobre el qué está sucediendo, de momento conocemos las consecuencias que está teniendo en el presente, pero ni se sabe con certeza los motivos ni las consecuencias futuras, al menos no he conocido ningún artículo ni investigación rigurosos al respecto que dé explicaciones plausibles y certeras. Por poner solo un ejemplo de esto aún no hay acuerdo sobre si se trata de una crisis del funcionamiento del sistema económico, o si es el sistema económico el que ha dejado de funcionar, o si se trata de algo más complejo y amplio, como es que todo un modelo socio-económico (¿y cultural?)ha entrado en fase terminal. Sobre esta última posibilidad es obvio que no tenemos aún perspectiva histórica para aplicar herramientas de análisis verificables.
Ante esa falta de conocimiento, hemos optado por reaccionar o quedarnos quietos. La reacción siempre va acompañada de premura y precipitación. La posición de no hacer nada puede deberse o al miedo o a una posición personal. En cualquier caso, ninguna de ellas son caminos que puedan ser fecundos, al menos para cambiar el estado de la cuestión.
Pero lo que más me interesa destacar es que esta forma de aproximarnos al problema, llamémoslo así, problema, nos aleja paradójicamente de su posible solución. Porque ante un tema complejo como éste sólo es posible soluciones complejas, y esto implica rigor, análisis, tiempo y desapasionamiento.
Cuando lo que impera es el miedo, veo mucho miedo a mi alrededor, y lo comprendo perfectamente, como no voy a hacerlo; pero no veo que se sepa entender que por ahí no vamos bien, que al miedo hay que mirarlo de cara porque siempre genera distorsión, entonces me resulta más difícil imaginar que así podamos ganar este partido.
Creo que es indispensable pararse un momento y repensar entre todos qué está pasando, y qué hacemos. Es bueno recordar que al poder le interesa alimentar la falta de análisis, la falta de conocimiento, la falta de acción y el estado sumiso-depresivo de la ciudadanía.
Si no entendemos que los caminos han de ir tanto por lo personal como por lo social y colectivo, que no vale con solucionar lo mío, porque si no le va bien al otro a la larga no me irá bien a mí, si no abandonamos la sensación de miedo, entonces seguro que el partido lo perderemos.
Es obvio que no tengo soluciones, pero sí estoy convencido que se pueden llegar a tener, y que las podemos conseguir entre todos. Sé que el tiempo para algunos, cada vez para más personas, vale oro. Pero es fundamental para construir soluciones de alcance, que generen cambios reales y éstos se consoliden en tendencias beneficiosas para el bien común. Y todo ello, a pesar de la modernidad líquida de mi querido Bauman.
Sólo añadir algo que me parece fundamental, y algunas veces parece que olvidamos: la forma más eficaz de combatir el miedo es mediante el conocimiento.
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