COSAS QUE PASAN
Mostrando entradas con la etiqueta sistema. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta sistema. Mostrar todas las entradas

1/11/18

Sobre creencias, certezas y juegos



 Imaginemos que nada sucede, que todo es quietud y silencio, que no hay movimiento, ni agitación ni cambio. Imaginemos, además, que todo es perfecto en la quietud. Imaginemos que todo es uno, que la fragmentación y división no es más que una creencia que se ha perpetuado y se ha convertido en hábito (mental), y que cada uno de nosotros forma parte de esa unidad. Imaginemos que eso que percibimos y llamamos todo es todo y es nada, siendo ambas cosas la misma realidad.

Imaginemos que todo es eterno, sin principio ni fin, y que lo es porque es y está fuera del tiempo, en el no-tiempo. Imaginemos que yo y tú somos la misma realidad, plasmada en distintas manifestaciones y planos.

Ahora, imaginemos que la realidad está fragmentada, que el movimiento hace que las cosas cambien, que la realidad esté sujeta a las leyes del cambio, generando realidades distintas como consecuencia del transcurrir del tiempo y de los procesos transformadores que la acción impone. Imaginemos que yo soy diferente, distinto de ti, y que existe una separación de espacio, de consistencia, de estructura y de funcionamiento respecto de ti, de todos los demás y de todo lo demás.

Imaginemos que lo que empuja el cambio son las decisiones y acciones que llevamos a cabo en relación con eso que percibimos como realidad. Imaginemos que avanzamos o retrocedemos respeto a criterios generales y universales. Imaginemos que lo que percibimos enlaza con lo percibido.

Ambos ejes, paradigmas o como quiera llamárseles, pertenecen a un sistema de creencias.

26/10/15

El descreimiento del sistema

Estamos ocupados y preocupados por conseguir salir del atolladero económico, social y político en el que nos encontramos. En ello se centran los análisis, los planes estratégicos de todo tipo y las prácticas ensayadas hasta la fecha. Es lo que se dice, de lo que se habla, y lo que nos mantiene atentos.

Todas las miradas y las acciones giran en torno a conseguir una mejora sustancial en el buen funcionamiento del sistema, a corregir los errores, a modificar las obsolescencias, a implementar políticas de saneamiento, de activación y de reequilibrio, a eliminar prácticas corruptas, etc; en definitiva, a generar una estructura económica (sobre todo económica, la sacro-santa economía), política y social, que engrase la maquinaria y que redunde en el bien común.

Pero apenas se pone de manifiesto, al menos en lo que yo conozco, otro aspecto fundamental que está teniendo cada vez más presencia, y que de momento pasa de soslayo; cual es, el creciente descreimiento del sistema.

Intentaré explicarlo brevemente. Cada vez existen más personas, sobre todo jóvenes, que su cuestionamiento, más allá del buen o mal funcionamiento del modelo socio-económico y político existente, es el de que no se sienten identificados con lo conocido. Para estos jóvenes (y no tan jóvenes), el mundo de vida que se les plantea, incluso en el mejor de los escenarios, no les motiva, no es lo que ellos sienten que quieren. 

Esta postura no se traduce en una reivindicación de carácter revolucionaria, como sucedía en el siglo pasado. No se trata de una demanda política articulada, es algo que aun no se ha constituido en discurso, porque está asentado en el ámbito difuso de su mundo de vida. Por tanto, no hay demanda política, ni económica, ni siquiera social, pero sí existe un rechazo profundo del modelo en el que han vivido. 

Pero el rechazo de lo conocido, manifestado en modo de insatisfacción, no sintiéndose identificados con muchas de sus normas, valores y sistema de creencias, muestra algo muy concreto, aunque nada tangible: el descreimiento del sistema actual.

Tal vez merezca la pena estar algo más atentos a este incipiente proceso anómico de algunos sectores de nuestra sociedad, para que nos ayude a entender más y mejor el mundo en el que vivimos, y buscar soluciones más eficaces, si es que hay que solucionar algo.

2/1/14

¿Caminos para el cambio?

En momentos como el actual tendemos a sustituir la lucidez por el apremio, que toda situación vivida como urgente le suele acompañar.

Esta forma de proceder es comprensible y obedece, sin duda, a la sensación de riesgo y vulnerabilidad que acompaña nuestro vivir en los tiempos que corren actualmente.

Cuando leo y escucho la ingente cantidad de propuestas y cosas que "hay que hacer", confieso que tan sólo una minoría de ellas me parece que merezcan ser tenidas en cuenta. La inmensa mayoría las veo como ocurrencias surgidas del "sálvese quien pueda", sin que tengan un valor real en aquello que promulgan tras su puesta en práctica.

Tengo la sensación, cuando veo lo que está sucediendo, de que la mayoría de las veces actuamos a modo de hormigas a punto de entrar en el hormiguero, pero que ante una amenaza se descarrían, dando palos de ciego y moviéndose de manera descontrolada.

La situación que estamos viviendo se caracteriza por la ausencia de certezas, yo soy el primero que no las tiene. Así como por la sensación de vulnerabilidad creciente que va impregnando nuestras vidas y que va afectando cada vez a mayores capas sociales.

Pero, lo que sí sé es que ese no es el camino para poder afrontar todo esto que tenemos encima de la mesa.

También sé que enlazar con una posición lúcida pasa necesariamente por intentar entender qué está pasando, de qué manera nos afecta, y qué hacer a partir de lo anterior, tanto en el plano personal como en el social. Para ello es básico analizar lo que acontece con un mínimo de desapasionamiento, de manera que las acciones derivadas no sean producto de la urgencia sin más, sino de acciones que realmente vayan a tener un grado de eficiencia real y concreta. 

Sobre el qué está sucediendo, de momento conocemos las consecuencias que está teniendo en el presente, pero ni se sabe con certeza los motivos ni las consecuencias futuras, al menos no he conocido ningún artículo ni investigación rigurosos al respecto que dé explicaciones plausibles y certeras. Por poner solo un ejemplo de esto aún no hay acuerdo sobre si se trata de una crisis del funcionamiento del sistema económico, o si es el sistema económico el que ha dejado de funcionar, o si se trata de algo más complejo y amplio, como es que todo un modelo socio-económico (¿y cultural?)ha entrado en fase terminal. Sobre esta última posibilidad es obvio que no tenemos aún perspectiva histórica para aplicar herramientas de análisis verificables.

Ante esa falta de conocimiento, hemos optado por reaccionar o quedarnos quietos. La reacción siempre va acompañada de premura y precipitación. La posición de no hacer nada puede deberse o al miedo o a una posición personal. En cualquier caso, ninguna de ellas son caminos que puedan ser fecundos, al menos para cambiar el estado de la cuestión.

Pero lo que más me interesa destacar es que esta forma de aproximarnos al problema, llamémoslo así, problema, nos aleja paradójicamente de su posible solución. Porque ante un tema complejo como éste sólo es posible soluciones complejas, y esto implica rigor, análisis, tiempo y desapasionamiento. 

Cuando lo que impera es el miedo, veo mucho miedo a mi alrededor, y lo comprendo perfectamente, como no voy a hacerlo; pero no veo que se sepa entender que por ahí no vamos bien, que al miedo hay que mirarlo de cara porque siempre genera distorsión, entonces me resulta más difícil imaginar que así podamos ganar este partido.

Creo que es indispensable pararse un momento y repensar entre todos qué está pasando, y qué hacemos. Es bueno recordar que al poder le interesa alimentar la falta de análisis, la falta de conocimiento, la falta de acción y el estado sumiso-depresivo de la ciudadanía.

Si no entendemos que los caminos han de ir tanto por lo personal como por lo social y colectivo, que no vale con solucionar lo mío, porque si no le va bien al otro a la larga no me irá bien a mí, si no abandonamos la sensación de miedo, entonces seguro que el partido lo perderemos. 

Es obvio que no tengo soluciones, pero sí estoy convencido que se pueden llegar a tener, y que las podemos conseguir entre todos. Sé que el tiempo para algunos, cada vez para más personas, vale oro. Pero es fundamental para construir soluciones de alcance, que generen cambios reales y éstos se consoliden en tendencias beneficiosas para el bien común. Y todo ello, a pesar de la modernidad líquida de mi querido Bauman.

Sólo añadir algo que me parece fundamental, y algunas veces parece que olvidamos: la forma más eficaz de combatir el miedo es mediante el conocimiento.