COSAS QUE PASAN
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26/10/15

El descreimiento del sistema

Estamos ocupados y preocupados por conseguir salir del atolladero económico, social y político en el que nos encontramos. En ello se centran los análisis, los planes estratégicos de todo tipo y las prácticas ensayadas hasta la fecha. Es lo que se dice, de lo que se habla, y lo que nos mantiene atentos.

Todas las miradas y las acciones giran en torno a conseguir una mejora sustancial en el buen funcionamiento del sistema, a corregir los errores, a modificar las obsolescencias, a implementar políticas de saneamiento, de activación y de reequilibrio, a eliminar prácticas corruptas, etc; en definitiva, a generar una estructura económica (sobre todo económica, la sacro-santa economía), política y social, que engrase la maquinaria y que redunde en el bien común.

Pero apenas se pone de manifiesto, al menos en lo que yo conozco, otro aspecto fundamental que está teniendo cada vez más presencia, y que de momento pasa de soslayo; cual es, el creciente descreimiento del sistema.

Intentaré explicarlo brevemente. Cada vez existen más personas, sobre todo jóvenes, que su cuestionamiento, más allá del buen o mal funcionamiento del modelo socio-económico y político existente, es el de que no se sienten identificados con lo conocido. Para estos jóvenes (y no tan jóvenes), el mundo de vida que se les plantea, incluso en el mejor de los escenarios, no les motiva, no es lo que ellos sienten que quieren. 

Esta postura no se traduce en una reivindicación de carácter revolucionaria, como sucedía en el siglo pasado. No se trata de una demanda política articulada, es algo que aun no se ha constituido en discurso, porque está asentado en el ámbito difuso de su mundo de vida. Por tanto, no hay demanda política, ni económica, ni siquiera social, pero sí existe un rechazo profundo del modelo en el que han vivido. 

Pero el rechazo de lo conocido, manifestado en modo de insatisfacción, no sintiéndose identificados con muchas de sus normas, valores y sistema de creencias, muestra algo muy concreto, aunque nada tangible: el descreimiento del sistema actual.

Tal vez merezca la pena estar algo más atentos a este incipiente proceso anómico de algunos sectores de nuestra sociedad, para que nos ayude a entender más y mejor el mundo en el que vivimos, y buscar soluciones más eficaces, si es que hay que solucionar algo.

23/8/13

Ética de bienes vs. ética de valores

Leyendo las noticias de los medios, leyendo lo que se dice en las redes sociales, y viendo lo que acontece en nuestro mundo constato, una vez más, lo poco para lo que sirven las palabras. Y es curioso, porque siempre he sido un defensor de ellas, de su fuerza y capacidad para transformar las cosas, para generar imaginarios nuevos que se transvasen al mundo fáctico. Tal vez en estos momentos sufra un ataque de pesimismo, no sé, o de urgencia, ante lo que pasa en este pequeño universo en el que habitamos.
Pero hay algo que sí me gustaría comentar. Detecto, al menos por lo que oigo y leo, que existe un estado de queja y de reclamo de ética. Eso me parece muy positivo, y lo digo sin ningún tipo de ironía. También percibo que las demandas no son por algo que esté sucediendo ahora, no, es algo que viene sucediendo de muy atrás, y esto ya no sé si quienes nos quejamos somos suficientemente conscientes de ello.
Pues bien, ante esto señalaré dos cosas que creo que son importantes, al menos para mí: la primera es que ese estado de rechazo de la inmoralidad e injusticia me parece que es consecuencia de un desvelamiento de cómo funcionan las cosas, y, además, se produce porque es a nosotros a quien ahora “nos aprieta también el zapato”. Ambas causas están, creo yo, en nuestro posicionamiento actual.
La segunda, creo que es más sutil y compleja, es que dicho posicionamiento en que nos encontramos, de reclamo de mayores niveles de ética y de justicia social, puede tener un efecto paradójico, de manera que no es que no sirva para nada, sino que sirva para todo lo contrario. Me trataré de explicar. Estamos en un  momento fuerte de defensa de valores como justicia, equidad, honestidad, etc. Es decir, estamos en la defensa de aspectos que tienen que ver con la dignidad humana, pero desde una perspectiva ideal. Cuando solo miramos como deben ser las cosas, cuando solo reclamamos valores, perdónenme la incorrección política que esto que digo representa, y no entendemos realmente como funcionan las cosas, y desde ahí, como hacerlas frente para conseguir que funcionen mejor para todos, lo que se produce son dos cosas: estamos en el muro de las lamentaciones, pero como muro, rebota y rebota; y en segundo lugar, nos genera irritación porque nada cambia, lo que incrementa nuestra defensa de “lo que debe ser”, y se puede convertir en un mantra estéril.
¿Cuál es para mí la razón, o las razones de esto? Volveré a ser, con el permiso de los posibles lectores, políticamente muy incorrecto. Vivimos en una sociedad donde los valores juegan un papel demasiado importante, tanto que nos impide a veces manejarnos de manera más eficiente con la realidad. En estos momentos, lo que tenemos todos es un fuerte subidón axiológico, si me permiten la expresión. Pero esto provoca, paradójicamente, que desatendamos una buena ética de bienes. Es decir, lo que planteo es pasar de una ética de valores, que tiene algunos efectos indeseados, al menos como yo lo veo, a una ética de bienes. Aclaro, que no estoy desechando los valores, sólo dimensionándolos dentro de una ética encaminada hacia el bien común.
Para mí, esa ética de bienes está guiada por actitudes y acciones dirigidas a la consecución del mayor grado posible de bienestar (en todos los planos). Y ello implica conocer realmente como funcionamos, cual es la lógica que mueve nuestro mundo, y desde ahí ir poniendo soluciones factibles, concretas y reales que redunden en una sociedad mejor, es decir, un mundo de mejor entendimiento y mejor funcionamiento para todos. Y tener presente que ese es el objetivo fundamental; lo demás, si ayuda a la consecución de ese objetivo bienvenido sea, sino, desechémoslo.
Sólo añadir, que sé que la mayor responsabilidad corresponde a aquellos que la tienen, que tienen más capacidad para actuar, pero estoy convencido que como ciudadanos podemos incrementar nuestro protagonismo en la vida pública y en nuestra sociedad en general. Ello, además, nos hará más ciudadanos y nos dará mucho más protagonismo.
Asimismo, soy consciente de que lo que aquí planteo necesita mucho más recorrido. Pretendo solo enunciarlo y no entrar en aspectos que escapan a este espacio.

11/8/13

Algunas aportaciones sobre el enfoque cualitativo en investigación social

El otro día arrojaban las encuestas del Centro de investigaciones Sociales (en adelante CIS) unos datos que parecían difíciles de entender o cuando menos, paradójicos.
Se señalaba que el paro, la corrupción y la crisis económica son los temas que más preocupan a los españoles. Sin embargo, esos mismos ciudadanos mostraban mayoritariamente sentirse bastante o muy felices.
Alguien que vea estos datos, si no es experto en metodología social, puede quedarse sorprendido. No es para menos.
Pero veamos qué pasa con las encuestas (enfoque cuantitativo), cómo trabajan y qué tipo de información aportan.
La encuesta se basa en la recogida de información de un universo de estudio (en este caso ha sido la población española), donde, a partir de la elaboración de una muestra estadísticamente representativa, se puede obtener un grado de fiabilidad alto o relativamente alto.
La muestra permite manejar matemáticamente márgenes de error y niveles de confianza controlados.
Pero, detengámonos en varios aspectos importantes en la construcción de toda encuesta.
En primer lugar, se trata de recoger información sobre una batería de preguntas que forman el cuestionario, a partir del cual, es esa información y no otra, la que considera relevante a priori  el investigador (formulación de hipótesis y elección de variables que configuran la muestra), en función del objeto de estudio y de los objetivos que busca conocer.
Además, el cuestionario lo cumplimentan los entrevistados, (sea telefónico, personal o autocumplimentado), respondiendo a las preguntas que se le plantean, sean éstas abiertas o cerradas.
Con esta información se realiza un plan de análisis, que consiste en el cruzamiento de variables sobre los datos obtenidos, con el fin de conseguir la mayor y mejor capacidad para entender la información bruta obtenida. Digamos, que es un proceso de filtraje y depuración para establecer qué aspectos fundamentales nos aporta la encuesta y las posibles correlaciones que existen entre las variables segmentadas en la misma.
En definitiva, la encuesta describe lo que los ciudadanos dicen, hacen y/o valoran, en un momento dado. Por tanto, lo que obtiene es una foto fija de lo que mira, que le permite, a veces, establecer tendencias y proyecciones de futuro, cuando se tienen secuencias de distintas encuestas aplicando idénticos criterios en las mismas que las hagan comparables.
Pero, veamos qué puntos débiles tiene. El primero es que la información que se obtiene es acerca de lo que se pregunta. Parece obvio lo que digo, y lo es. Pero sucede a veces que la información de lo que se quiere conocer no está en lo preguntado.
Además, en la confección de un cuestionario no solo es importante lo que se pregunta, sino como se hace, dónde se establece cada pregunta o grupo de preguntas, así como la ponderación (peso relativo) de cada una de ellas y la baremación de cada respuesta. Por tanto, nos encontramos con un primer sesgo: la limitación de la información. En ocasiones, lo significativo o lo relevante no entra dentro del campo de lo que se pregunta.
Asimismo, la mayoría de las respuestas son cerradas, lo que obliga al entrevistado a ceñirse a la estructura de respuestas de la encuesta y no a su propia estructura discursiva, lo que, a veces, impide que emerjan aspectos relevantes, tanto para el objeto de estudio como para los objetivos perseguidos.
Además, se sabe que hay una tendencia en todo entrevistado a dar respuestas acordes con lo que supone que es correcto o lo que piensa que el entrevistador desea escuchar. Este condicionamiento se puede paliar en alguna medida con contra-preguntas estratégicamente planteadas. Aún así, no lo resuelve del todo. Por ello, se dice que las encuestas  son opináticas, es decir, que las respuestas tienden a una posición central dentro del abanico de posibilidades, o a una posición “correcta” (corrección entendida como posición socialmente aceptada o dominante).
Por último, cuando se trata de temas sobre actitudes o valores, no de hábitos, el encorsetamiento de tener que ceñirse a las preguntas que se hacen, y el repertorio de respuestas ofrecidas (cuando son cerradas o semiabiertas), constriñe y limita la información.
En definitiva, la encuesta permite conocer una realidad social concreta. Puede ser de calidad y útil cuando está bien planteada, bien realizado el trabajo de campo y se ha hecho un buen plan de análisis de los datos. Pero lo que ofrece es una descripción de lo que se ha preguntado a los entrevistados. Deja de lado la posibilidad, a veces fundamental, de la interpretación de lo que dicen, el por qué dicen lo que dicen, y desde dónde lo dicen, así como no permite (impedimento intrínseco a la técnica utilizada) que sean los entrevistados los que de manera espontánea construyan ellos sus ámbitos de respuesta, y menos aún ver qué tipo de preguntas son importantes para ellos, a veces no presentes en el cuestionario.
¿Se puede compensar este déficit? Se puede, mediante el uso de técnicas cualitativas, que pueden ser complementarias de la encuesta, incluso a veces sirven de primer eslabón para saber qué es necesario preguntar y de qué modo hacerlo; y, obviamente, se pueden utilizar en exclusividad (y se debe), cuando se trata de investigaciones relacionadas con valores, actitudes y creencias.
Por tanto, para entender en profundidad la aparente paradoja respecto a la encuesta del CIS, más allá de lo que ya se sabe de otras encuestas realizadas, y de los motivos de este decalaje entre los temas de preocupación, su grado de importancia, y el nivel de satisfacción personal, sería necesario utilizar técnicas de corte cualitativo para una explicación de mayor calado.
El enfoque cualitativo no trabaja sobre representaciones estadísticas, sino sobre representaciones estructurales. No trabaja con datos, trabaja con discursos libres y espontáneos de los sujetos, con la propia estructura que ellos construyen y desde su propia manera de expresarse. Ello permite información tanto patente como latente, aspectos no manifiestos, que no están de manera consciente en los entrevistados, pero que puede ser auténtico motor de arrastre de lo que dicen y hacen.
Analizar e interpretar toda esta información es posible mediante la utilización de análisis del discurso, estructural y semiótico.
Ambos enfoques, el cuantitativo y el cualitativo, no son antagónicos; al contrario, son complementarios, y su elección viene determinada por el grado de pertinencia, en función del tipo de información que se quiere obtener del objeto de estudio por investigar.

10/6/13

Legitimidad vs. legalidad

Vivimos momentos complejos. Lo son por la quiebra del modelo y, sobre todo, por la cantidad de variables que han entrado en liza, las cuales están interconectadas entre sí.
Estamos ante una situación económica que está de momento bajo mínimos, y ante una situación política y social que ha quedado seriamente dañada. Faltan herramientas interpretativas y perspectiva histórica para saber si esto último ha sido consecuencia de la economía o si, por el contrario, el entramado social y político en que nos hemos sustentado se ha agotado y ha traído como consecuencia la quiebra económica. De cualquier modo, el sumatorio de ambos factores complejizan enormemente las cosas.
Simultáneamente, el discurso hegemónico se centra en poner el punto de mira en lo económico, cosa comprensible porque genera ansiedad, preocupación y deterioro de cada vez más capas sociales.
Se tiene una percepción difusa, pero generalizada, de que no existe una hoja de ruta clara que sirva para desatascar esta situación, lo que incrementa el malestar y, lo que resulta aun más preocupante, la apatía de la ciudadanía. Apatía, que a veces no es tal, sino, más bien, parálisis causado por el miedo.
Sin embargo, hay algo que me llama poderosamente la atención, y es que de todo lo que he leído y escuchado sobre el tema, no hay nadie que esté teniendo en cuenta un tema fundamental, cual es que se está produciendo una crisis de legitimación a todos los niveles, y estamos asentados en la pura legalidad, el puro status quo, pero no está siendo avalado y sustentado por la legitimidad que ha de alimentarlo.
Este aspecto me parece que es fundamental para afrontar esta situación con garantías para poder encauzarla.
Lo que hace muy poco tiempo resultaba incuestionable o intocable, porque pertenecía al ámbito sagrado en nuestro universo simbólico, se ha ido diluyendo. Esto merecería un análisis más en profundidad y en detalle sobre el que volveré en otro momento.
Esta crisis de legitimidad no me parece mal en sí misma, al contrario, creo que puede tener aspectos enormemente positivos, amén de que resulta imparable, lo veamos o no. Sin duda, el desarrollo tecnológico ha sido pieza clave de todo esto, promoviendo una mayor horizontalidad en la forma de relacionarnos, y cuestionando el modelo jerárquico en el que hasta ahora nos hemos movido, de modo que la verticalidad cada vez va resultando menos vertical, tanto en la acción como en el imaginario colectivo, y también en el individual.
¿Por qué me parece importantísimo tener en cuenta lo que traigo a colación?. Pondré tan solo un ejemplo concreto. Cualquier estrategia empresarial, y ya no digamos política o social, que quiera implantarse y consolidarse ha de tener presente que su forma de hacerlo, sus “decires” y “haceres” han de basarse en una relación más horizontal, más de igual a igual, más de conocer las necesidades y preocupaciones de sus públicos objetivos, que en la pura visibilidad de lo que ofrecen sin más, o el puro informar y comunicar sus productos, o el simple decir “somos los mejores” o “somos muy buenos”, sin que todo eso no vaya acompañado de más proximidad, pero proximidad  real, no marketing vacío y sin contenidos transparentes.
La legitimidad de una empresa, de una marca, de una organización política, solo se conseguirá aproximándose a los públicos, y no solo a los suyos, sino al conjunto de públicos (ciudadanía) con los que convive.
Las empresas han de tomar conciencia que en una crisis de legitimidad, ya no solo se trata de ofrecer productos ideas y emociones asociadas a las marcas, sino que, como sujetos sociales que son, han de aproximarse a los targets, sabiendo como son, qué piensan, qué les preocupa, qué necesidades tienen más allá de sus procesos de consumo. Pero no solo se trata de conocer, de aproximarse y de tener una relación más horizontal, se trata también y muy fundamentalmente de tener una mayor relación de equidad, donde no solo se intercambia mercado, se intercambia también, saberes, inquietudes, expectativas, etc. Por tanto, donde no solo se comparte información e intereses, también valores e imaginarios.
Este proceso de construcción de legitimidad, de regenerar el tejido de confianza y de otorgar valor, va más allá de lo puramente económico; o, dicho de otro modo, la hoja de ruta de la salida económica de la crisis solo se podrá hacer con resultados consolidados teniendo muy presente todos los aspectos anteriormente señalados.
Si no se atiende a todo ello, estaremos en un terreno muy resbaladizo, donde imperará la legalidad sin la fuerza que le otorga la necesaria legitimidad.