COSAS QUE PASAN
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5/7/13

El discurso político como fabulación

Se está produciendo una quiebra, lenta, pero profunda, en el seno de la sociedad: los que tienen trabajo y los que no lo tienen. Dicha quiebra es aun mayor para los que no perciben ningún tipo de prestación social, y este segmento va en aumento.
Los responsables políticos conocen esta situación. Pero, o prefieren mirar para otro lado a ver qué pasa, o no llegan a comprender la gravedad de lo que esto puede significar. Vamos, que no entienden que están pisando un campo de minas. Se aferran al “estamos haciendo lo que conviene a España”.
Es el discurso de: “aguanten ustedes, que es cuestión de tiempo”. Es decir, sean pacientes (obedientes) y “dejen que nosotros hagamos”.
Pero el tiempo, ese tiempo al que se refieren, ni llega, ni nadie ya cree que vaya a llegar en un tiempo “razonable”, y, además, el medio y largo plazo cae muy lejos, demasiado lejos, para bastantes personas.
Lo que esto produce es obvio: más deterioro, si cabe aun más, de los políticos y la política, y un avance paulatino del proceso de deslegitimidad que los ciudadanos van otorgando a la acción política del Gobierno, que por un proceso osmótico, y no solo osmótico, empapa al resto de la clase política.
Estamos en el uso de la retórica vacía, para seguir manteniendo la ficción de que se está yendo por un camino, el adecuado, que desembocará en la solución del problema. Es decir, ello presupone que hay tal camino, que hay un proyecto verosímil que lo alumbra y dirige, y que hay un final feliz. Esta es la fábula en la que nos encontramos.
Claro, el problema es peliagudo cuando ni se cree la fábula, ni que los políticos que la han generado la creen, ni se cree en ellos. Todo esto deviene en mayor distanciamiento, desconfianza, y hartazgo.
Mantener un relato de este calado que no es creíble es  potencialmente muy peligroso: incrementa la falta de credibilidad del discurso público y crea más distancia de la ciudadanía respecto del ámbito político. Además, fragmenta a la propia ciudadanía.
Ahora bien, ¿por qué aquellos que saben que el relato que se intenta mantener a toda cosa no es verosímil, no lo manifiestan más que en conversaciones privadas?. Creo que por dos razones básicas: miedo y falta de alternativas plausibles.
El miedo impide hablar con claridad, mostrar lo que realmente se sabe y hacia donde apunta el futuro con las premisas actuales.
El no saber qué hacer, el no tener una respuesta de recambio que sea viable, atenaza e impide reconocer que no se sabe cómo parar la hemorragia.
Creo que va llegando el momento de frenar a esta ficción tan dañina y peligrosa. Toda sociedad se cohesiona sobre la construcción de un relato, ahí está todo el desarrollo de la idea y el sentimiento de lo nacional, pero hay relatos que pueden resultar altamente tóxicos y tener efectos no deseables.
Creo que si desmontara esta fabulación, si se empezara a construir una narración más acorde con lo que sucede y con las expectativas que se intuyen, se conseguirían dos cosas: dar a la ciudadanía un estatuto de adulta, que es el que le corresponde en toda sociedad auténticamente democrática, y empezar, de verdad, a pensar y hablar de “nosotros” como sociedad con mayor cohesión, a crear “nostrismo”, desactivando los hiatos entre el mundo de la cosa pública y la sociedad civil.
Pero, generar “nostrismo”, para que realmente funcione y sea operativo, ha de apoyarse en todos, en no dejar a nadie, en no mirar al otro o a los otros como potenciales amenazas para nosotros. Este sentimiento del otro como amenaza es tremendamente patolólogíco: porque es un sentimiento que nace en nosotros desde la pura fabulación y porque daña al otro/otros y a nosotros.
Creo que generando una narración más real, más acorde de lo que pasa y nos pasa, y entendiendo que solo se puede construir “nostrismo” desde el convencimiento de que “este partido o lo ganamos todos o lo perdemos todos” (lo demás es “meter esqueletos en el armario”), sería la manera de  sentar las bases para crear un escenario de puntos de encuentro compartidos sobre el que proyectarse hacia nuestro devenir.
Ahora se trata de ver quien se atreve y mueve ficha. Si esperamos a que sean otros, mala cosa.
Sé que lo que aquí planteo está por inventar como hacerlo, incluso es posible que en nuestra creencia suene como algo utópico, naif incluso; pero pensar así es una forma de evitar y de seguir mirando hacia otro lado, hacia los otros a ver qué hacen

10/6/13

Legitimidad vs. legalidad

Vivimos momentos complejos. Lo son por la quiebra del modelo y, sobre todo, por la cantidad de variables que han entrado en liza, las cuales están interconectadas entre sí.
Estamos ante una situación económica que está de momento bajo mínimos, y ante una situación política y social que ha quedado seriamente dañada. Faltan herramientas interpretativas y perspectiva histórica para saber si esto último ha sido consecuencia de la economía o si, por el contrario, el entramado social y político en que nos hemos sustentado se ha agotado y ha traído como consecuencia la quiebra económica. De cualquier modo, el sumatorio de ambos factores complejizan enormemente las cosas.
Simultáneamente, el discurso hegemónico se centra en poner el punto de mira en lo económico, cosa comprensible porque genera ansiedad, preocupación y deterioro de cada vez más capas sociales.
Se tiene una percepción difusa, pero generalizada, de que no existe una hoja de ruta clara que sirva para desatascar esta situación, lo que incrementa el malestar y, lo que resulta aun más preocupante, la apatía de la ciudadanía. Apatía, que a veces no es tal, sino, más bien, parálisis causado por el miedo.
Sin embargo, hay algo que me llama poderosamente la atención, y es que de todo lo que he leído y escuchado sobre el tema, no hay nadie que esté teniendo en cuenta un tema fundamental, cual es que se está produciendo una crisis de legitimación a todos los niveles, y estamos asentados en la pura legalidad, el puro status quo, pero no está siendo avalado y sustentado por la legitimidad que ha de alimentarlo.
Este aspecto me parece que es fundamental para afrontar esta situación con garantías para poder encauzarla.
Lo que hace muy poco tiempo resultaba incuestionable o intocable, porque pertenecía al ámbito sagrado en nuestro universo simbólico, se ha ido diluyendo. Esto merecería un análisis más en profundidad y en detalle sobre el que volveré en otro momento.
Esta crisis de legitimidad no me parece mal en sí misma, al contrario, creo que puede tener aspectos enormemente positivos, amén de que resulta imparable, lo veamos o no. Sin duda, el desarrollo tecnológico ha sido pieza clave de todo esto, promoviendo una mayor horizontalidad en la forma de relacionarnos, y cuestionando el modelo jerárquico en el que hasta ahora nos hemos movido, de modo que la verticalidad cada vez va resultando menos vertical, tanto en la acción como en el imaginario colectivo, y también en el individual.
¿Por qué me parece importantísimo tener en cuenta lo que traigo a colación?. Pondré tan solo un ejemplo concreto. Cualquier estrategia empresarial, y ya no digamos política o social, que quiera implantarse y consolidarse ha de tener presente que su forma de hacerlo, sus “decires” y “haceres” han de basarse en una relación más horizontal, más de igual a igual, más de conocer las necesidades y preocupaciones de sus públicos objetivos, que en la pura visibilidad de lo que ofrecen sin más, o el puro informar y comunicar sus productos, o el simple decir “somos los mejores” o “somos muy buenos”, sin que todo eso no vaya acompañado de más proximidad, pero proximidad  real, no marketing vacío y sin contenidos transparentes.
La legitimidad de una empresa, de una marca, de una organización política, solo se conseguirá aproximándose a los públicos, y no solo a los suyos, sino al conjunto de públicos (ciudadanía) con los que convive.
Las empresas han de tomar conciencia que en una crisis de legitimidad, ya no solo se trata de ofrecer productos ideas y emociones asociadas a las marcas, sino que, como sujetos sociales que son, han de aproximarse a los targets, sabiendo como son, qué piensan, qué les preocupa, qué necesidades tienen más allá de sus procesos de consumo. Pero no solo se trata de conocer, de aproximarse y de tener una relación más horizontal, se trata también y muy fundamentalmente de tener una mayor relación de equidad, donde no solo se intercambia mercado, se intercambia también, saberes, inquietudes, expectativas, etc. Por tanto, donde no solo se comparte información e intereses, también valores e imaginarios.
Este proceso de construcción de legitimidad, de regenerar el tejido de confianza y de otorgar valor, va más allá de lo puramente económico; o, dicho de otro modo, la hoja de ruta de la salida económica de la crisis solo se podrá hacer con resultados consolidados teniendo muy presente todos los aspectos anteriormente señalados.
Si no se atiende a todo ello, estaremos en un terreno muy resbaladizo, donde imperará la legalidad sin la fuerza que le otorga la necesaria legitimidad.