COSAS QUE PASAN
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11/11/19

Sobre el yo



Somos siendo con la realidad y con nosotros mismos.

Esta frase define lo que trataré de desarrollar a continuación.

Nuestra forma de conocer siempre es como mínimo de segundo orden. Mantenemos una relación con lo real y con nosotros mismos a partir de la elaboración que construimos en nuestro interior sobre lo que vemos. De forma, que nuestro acceso a “lo otro”, incluyendo nuestra forma de vernos e interpretarnos, está filtrada por quienes somos y como somos. Esto viene determinado por dos aspectos básicos que lo conforma: nuestra herencia genética y nuestro proceso de aculturación.

Por tanto, nosotros somos a partir de nuestros archivos de información que hemos adquirido en lo biológico (ADN) y en lo cultural. Pero, somos siendo, mediante la dinámica que vamos generando en nuestro vivir a lo largo de los años. Como consecuencia, hay un algo que es invariante y otro algo que es puro dinamismo: somos de un modo, y nuestro desplegar “de ser” va concretándose en su moverse en y con la vida. De manera metafórica, podemos decir que somos un terreno (nuestro ser), sobre el que vamos generando un territorio que vamos modulando y construyendo sobre él y a partir de él(nuestro “siendo”).

Por tanto, nuestro ser presente es el resultado de nuestros muchos ser siendo.

Detengámonos un instante sobre eso que llamamos el yo, nuestro yo. Yo puedo decir: yo hago, yo siento, yo pienso, etc. Es absurdo decir, aunque se dice, lo sé: mi yo hace, siente o piensa. Esto, ¿qué significa?. Que mi yo no puedo objetivarlo, porque si lo hago deja de ser mi yo, para pasar a ser una imagen o representación de él. Mi yo sujeto no puede ser objeto, solo lo es para los otros.
El yo es un señalador, como dicen los lingüistas, yo señalo, veo, percibo, lo que está fuera de mí, el objeto, (ob-jectum: delante de), no puedo ver mi yo, puedo ver tan solo una imagen, que no es lo mismo. Sin embargo, sí puedo verme, verme a mí (“mi” y “yo” obviamente no son equivalentes).

Ahora bien, puedo saber como me siento, lo que pienso, lo que hago. Ahí no miro mi yo, me miro a mí.

¿Por qué planteo todo esto?. Porque estamos asentados en una cultura que fomenta la creencia de que podemos modelar y diseñar nuestro yo; y, además, otorga al yo un protagonismo que provoca resultados perversos.

He dicho, en varias ocasiones, que hay que destruir mi yo, pero no destruirme yo.

Nuestra capacidad para estar y ser en la vida tiene una estrechísima relación con todo lo aquí esbozado. Zambullirse en el vivir es entrar en contacto con lo que se nos va apareciendo en nuestra vida, sin aplicar corsés enajenantes sobre lo que es y lo que somos. La planta respira, no se mira a sí misma para saber como es su yo para absorber la luz que le llega y metabolizarla.

En definitiva, tengo la certeza de que si dejásemos de incorporar tanto “manual de instrucciones” sobre cómo debemos pensar y actuar, nuestro vivir sería mucho más armónico y, en muchas ocasiones, menos sufriente.


Pero, además y sobre todo, pero este tema es de otra índole, eso que llamamos yo es una pura fabulación.

15/10/14

La felicidad: un sentimiento aplazado

El futuro funciona, en algunas ocasiones, como una "droga dura". Lo utilizamos, en esas ocasiones, para posponer y proyectar deseos, para imaginar cosas que haremos, para fabular con sentimientos que tendremos, momentos que viviremos.

Es, para este tipo de situaciones de las que hablo, el tótem, la eterna promesa, que nos "saca" del momento presente y nos evade del único momento real que existe, que no es otro que el momento presente, que se produce aquí y ahora.

No digo que no hay que mirar hacia adelante. Solo planteo que el dar el salto hacia ese próximo tiempo que aún no ha llegado, a veces, muchas veces, funciona como un escape de la única realidad que es, que se manifiesta y que se expresa, que no es otra que el ahora.

Porque lo que venga, su devenir, cuando llega es, se hace momento presente, vuelve a ser ahora. Porque siempre vivimos en el ahora. Sé que lo que aquí planteo es obvio, pero me consta que en nuestro vivir, a pesar de su obviedad, vivimos ajenos a ello. Mejor dicho, dejamos de vivir para anclarnos en el plano mental, imaginal y, a veces, fabulatorio. 

Suele suceder que, o bien nos instalamos en la nostalgia del pasado o en la promesa del futuro, ninguno está, salvo en nuestros pensamientos. Sin embargo, nos olvidamos de lo que tenemos justo delante, encima, debajo, en medio, dentro, fuera, ahora, que no es otra cosa que la única realidad que se manifiesta y con la que nos podemos entender (o desentender).

Todo esto lo digo porque escucho con mucha frecuencia la frase: yo seré feliz cuando...Les suena, verdad. Y siempre surge en mí la tentación de decir: y, ¿por qué no ahora?. Es cierto, que en algunas ocasiones la respuesta ha venido sola por parte de mis interlocutores: porque aún no tengo (o me falta) lo que necesito. 

Ya imagina el posible lector que esa respuesta se comenta por sí sola. Solo añadiré al comentario que cada uno quiera hacer, que en el momento que el futuro se torna presente, se vuelve a reproducir el guión: miramos al futuro como "droga dura", esperando que sea en ese tiempo por llegar cuando consigamos ser felices.


18/3/14

La pregunta sobre el hacer cambia el hacer: algunas ideas sueltas

Nuestro conocer siempre es interpretativo y experiencial.

Cuando buscamos, no encontramos.

Cuando oponemos resistencia, sentimos más presión.

La construcción de sentido es una necesidad humana, a la vez que una fabulación.

Tiene más el que más gasta.

Lo subjetivo lo es porque tiene en cuenta al objeto.

La certeza es lo que nos aleja del conocimiento.

Todo constructo racional se funda en premisas arracionales, aceptadas y originadas desde las emociones.

La vida y el funcionamiento de la vida no se basa en la certeza, se basa en la confianza: el recién nacido no nace en la certeza, nace en la confianza.

Los seres humanos hemos perdido la confianza, y como queremos control queremos certidumbre, y como queremos certidumbre no reflexionamos sobre lo que nos pasa.

La relación entre el observador y lo observado es indisociable, forman un todo: accedemos a lo real desde nosotros mismos.

Solo podemos conocer a través de la metáfora.

Conocer es generar metáforas que nos permiten explicar-nos la realidad metafóricamente.

La realidad siempre es n+1 respecto al modelo.

Somos un mix de herencia genética y aculturación metido en el flujo del tiempo, y algo más.

La pregunta sobre el hacer cambia el hacer.

10/3/14

"Todo el rato nos pasan cosas"

Todo el rato nos pasan cosas: buenas, malas y mediopensionistas. Si no nos pasaran cosas sería porque estamos muertos.

El tema no es que nos pasen cosas, sino cómo nos relacionamos con las cosas que nos pasan.

Creo que ese es el quid de la cuestión de cara a esto que nos traído aquí, que no es otra cosa que el vivir.

Escucho a veces a personas que depositan su estado de felicidad (tema éste cuasi metafísico) o de satisfacción, en su situación económica, en que su pareja le quiera o no, en que no tenga disgustos, en que...Escucho a personas que depositan todo el peso en el afuera, fuera de ellos mismos: escucho a personas que se sienten víctimas del mundo, y constato que sintiéndose víctimas siempre estarán expuestas a los avatares del afuera, y serán casi siempre éstos negativos, como no podría ser de otro modo. Es comprensible que alguien tan pendiente del afuera, que siente ese afuera como potencial amenaza de sí mismo, lo que provoca es justamente lo que teme; además de que, aunque vengan cosas "buenas", siempre serán susceptibles de mejora o algún fallo tendrán, seguro. 

No pretendo parodiar a estas personas que se posicionan ante el mundo de este modo, en absoluto. Además sé que sufren mucho, pero también sé que se trata, en buena medida, de un sufrimiento gratuito. Sí quiero quitar algo de peso e incorporar, si puedo, unas gotas de sentido del humor.

Para mí vivir consiste básicamente en enlazar con nuestros deseos (ese mundo inconsciente o zona oscura, que todos tenemos dentro), dotarlos de sentido y traducirlos en actos de vida. Ya sé que las palabras quedan bien, pero luego está la cruda realidad, lo sé. Pero también sé que lo que digo no son solo palabras, sino que son experiencias de personas que he conocido de primera mano y que es el camino que recorren y se han marcado.

¿Cual es el principal problema para materializar todo esto? Sin duda el miedo. El miedo nos hace buscar y depositar fuera de nosotros lo que está en nosotros: buscamos programas, recetas, rutas establecidas, cánones, etc.; de igual modo, responsabilizamos al afuera lo que nos pasa a nosotros, excluyéndonos de cualquier responsabilidad en lo que nos pasa (esto no solo no es real, que no lo es en absoluto, además es una fantasía que nos impide vivir).

El miedo nos paraliza, nos bloquea, nos aliena, nos impide vivir. Pero ese miedo, el que está dentro de nosotros, no el miedo biológico que nos hace reaccionar ante una amenaza exterior, tendemos a alejarlo o negarlo. Creemos que de este modo se va, y lo que hacemos con ello es justamente lo contrario, alimentarlo. Es la idea y/o acción contrafóbica que solemos poner en juego para actuar ante algo que nos genera fobia.

Pero ese miedo interno, que lo llevamos con nosotros allá donde vayamos, por eso las huídas hacia delante no sirven, solo se disuelve mediante dos premisas básicas: aceptarlo y enfrentarlo. La aceptación implica el reconocimiento de que está, de que nos impide hacer cosas, que no nos deja pensar o actuar como querríamos. Cuando se acepta, se empieza a enfrentarlo, y se comienza a sentir que va perdiendo peso en nosotros. ¿Por qué sucede esto?: sencillamente porque lo miramos de frente, es decir, lo sacamos fuera de nosotros, lo "objetivamos", y nos damos cuenta de que a "los fantasmas" solo podemos enfrentarlos fuera de su terreno, fuera de nuestro mundo fabulatorio interior.

Vivir la vida solo es posible desde una posición de libertad, y, para mí, ésta consiste en ausencia de miedo: son las dos caras de una misma moneda. Cuando se entiende esto, no sólo desde la razón sino desde la experiencia personal, se comprende que no hablo solo de palabras.

Libertad, responsabilidad, aceptación y compromiso son las palabras clave, para mí, que hay que enlazar en nuestro vivir.

14/10/13

Algunas consideraciones sobre el miedo

Detecto mucho cansancio y desesperanza hacia las voces que denuncian la situación social y económica en que nos encontramos. De igual modo sucede hacia los que proclaman a los cuatros vientos el espíritu positivo como actitud vital y “el happy-happy”. Esto ya no funciona ni siquiera como efecto balsámico en el ánimo de la mayoría de las personas.
Ese cansancio y desesperanza viene de la saturación de oir, ver y esperar cambios significativos, que no sólo no se producen, sino que, según los datos de que disponemos, se agravan día a día. El deterioro tiene una visibilidad tan fuerte que no hace falta decir más al respecto.
Evidentemente, es en las capas sociales más desfavorecidas de nuestra sociedad donde con más fuerza anida este malestar. Por cierto, la palabra malestar me parece ya un eufemismo, que no refleja realmente lo que se siente.
A la par que todo esto pasa en el plano real, se pretende instaurar un discurso, proveniente del gobierno de nuestro país y del partido que lo sustenta, señalando que la recesión se está terminando y que está cambiando el ciclo económico, eso sí, por cautela y no sé si por “vergüenza torera”, se dice que aún no lo notamos, y que la recuperación se irá produciendo muy lentamente. En fin, mejor decir aquello de: sin comentarios.
Pero no pretendo aquí ser uno más de los que se quejan y denuncian lo que está sucediendo, de eso ya existe abundante literatura. Lo que trataré es de mostrar, desde mi personal punto de vista, algunos aspectos de todo esto que me llaman mucho la atención.
He asistido en estos días a algunas reuniones con personas con una alta responsabilidad política y empresarial. En ellas he podido detectar un fuerte pesimismo, o tal vez sea más apropiado llamarlo realismo lúcido, acerca de nuestro presente y nuestro devenir inmediato. Curioso es que esto se dice en reuniones a puerta cerrada o en cafés de petit comité. Sin embargo, fuera de estos ámbitos privados se cambia el discurso, y se señalan cosas bien distintas, por las mismas personas que antes decían lo contrario.
Pero no es esto sólo lo que me llama la atención. Lo que más me asombra de todo ello, y así se lo hice ver, es qué beneficio obtienen de ello, más allá de una visión cortoplacista absurda, que sin duda redundará en que se vuelva contra todos en el medio y largo plazo. Por cierto, cuando hablo de medio plazo igual exagero, porque me refiero a un futuro muy inmediato.
Por otro lado, cuando hablo y escucho a eso que llamamos ciudadanía, cada vez tengo menos claro si eso existe aquí, veo desánimo en algunos, en otros una actitud de espera a que los que mandan resuelvan las cosas, y, en una cada vez más inmensa mayoría, miedo, agobio y sufrimiento, no ya por lo que se avecina, sino por el presente en que se encuentran. Cosa que me resulta curiosa, ya que lejos de movilizar a la acción, les mantiene en una actitud de quietud y parálisis. Sí, ya sé que el miedo que esto comporta puede ser muy invalidante.
Bien, pues aquí quería llegar. Lo que percibo tanto en las personas que tienen responsabilidad, tanto política como empresarial, como en los ciudadanos, que también la tienen, aunque en otra medida y de otro modo, pero intuyo que eso no lo saben, es que se está en una especie de estado de negación, y se prefiere fabular y fantasear lo que se pueda, para no mirar de cara a lo que pasa y nos pasa. Es una especie de actitud evitativa, en la que unos juegan a no decir lo que saben o intuyen, a ver si diciendo lo contrario ganamos tiempo al tiempo y todo cambia, y otros a ver si no haciendo nada la solución llega de fuera de manera mágica.
Mientras tanto, todos sabemos que la situación empeora, pero vamos a ver si no haciendo, o diciendo que la cosa mejora, pasa algo.
Todo ello, tanto para lo unos como para los otros, como para todos nosotros, está movido por una palabra muy corta, fácil y concreta, se llama miedo.
Si somos capaces de entender que además de la compleja situación económica, social y política en que nos encontramos, que genera unos efectos devastadores en nuestras vidas, sobre todo en las capas sociales más bajas, y que está provocando una quiebra muy profunda, de la que aún, por cierto, algunos no se están enterando o no quieren enterarse, entre los que tienen algún tipo de renta y los que ya no la tienen; como digo, si somos capaces de entender que no sólo es un tema técnico, sino que existe un tema actitudinal que agrava exponencialmente el tema técnico, y se llama miedo, y con el que hay que hacer algo, tanto como con el técnico, seguiremos en la fabulación negadora, y en la búsqueda de soluciones irreales, cojas, y, por tanto, con un grado de eficacia tendente a cero.

5/9/13

Anhelo y sufrimiento

Hay en el hombre un anhelar anhelante de ser. Ese anhelo que se enroca y se agiganta con “la conciencia de sí”, sobre todo a partir del romanticismo, es fuente de fabulación y de imaginarios sobre la búsqueda de sentido y de significado.
Esta dicotomización del “en sí y el para sí” (noumen y fenómeno en Kant), más allá de su grado de verosimilitud, sobre lo que no voy a entrar aquí, ha sido fuente de sufrimiento. Pares semánticos (lo que es en sí y lo que yo percibo de lo que es) que se encaminan a buscarse permanentemente sin encontrarse. Toda idealización otorga consistencia y fuerza a un  ideal (idea, ideología), genera una tensión de enlazar con él y de conciliar ambos planos (lo que es en sí y lo que yo percibo a través de mis sentidos).
Decía antes que ello es fuente de sufrimiento para el ser humano. Intentaré explicarlo. Ir tras una idea, tras su consecución, es algo que humaniza al hombre y le aporta nobleza. En su transcurrir, camina, construye mundo, y va tras su meta. Y en ese ir yendo, no solo camina, además se hace caminante.
El sufrimiento viene cuando el hombre siente que sólo es, si es en lo ideal: mientras no accede a la meta (idea-ideal) no siente que su ser es siendo (no sabe que se es siendo, no hay otro modo).
Esto no pretende ser un simple juego de palabras, en absoluto. Creo que representa una de las fuentes de desasosiego y sufrimiento, tanto individual como colectivo, más importantes.
Una de las razones de la insatisfacción es el pretender enlazar con una idea, un modelo, en cualquiera de las vertientes que se quiera imaginar, y no tener capacidad para entender que todo modelo, idea, ideal, es algo que, por definición, no es real, no puede realizarse. Entre otras cosas no puede, porque si pudiera hacerlo dejaría de ser ideal. Algo obvio de entender, pero a veces difícil de vivir y sentir.
Otro elemento relevante, que es causa de insatisfacción, es pensar/sentir que las ideas son reales (en el sentido de realizables), perdiendo de vista lo anteriormente señalado.
Por último, señalaré un elemento más que es fuente de sufrimiento, consecuencia de lo ya expuesto: el hombre moderno (y postmoderno, y todos los afijos que se quieran añadir) tiene serias dificultades para saber moverse experiencialmente en el mundo real, de manera que las ideas sean motor y palanca de acción en la realidad. Es decir, hay una confusión perceptivo-cognitiva y experiencial que le dificulta para comprender que la vida transcurre en el mundo real y la forma y el modo en que se vive viene modelado, diseñado y elegido por ideas que sirven de rumbo, a modo de brújula.
Esto aquí expuesto no es simplemente una elucubración. Creo que entender bien esto es importante para poder encauzar mejor muchos caminos rotos actualmente.

21/8/13

Información vs. conocimiento

Constato cada vez más cómo el exceso de información que nos proporcionan las redes y todo el entramado tecnológico, lejos de aportar conocimiento, lo que hace es incrementar confusión. El lío puede venir, seguramente, de pensar que hay una relación mecánica, causal y en un solo sentido, entre información y conocimiento.
Es curioso que, a pesar de que hay muchas personas que son conscientes de que el incremento de datos e información, a partir de un umbral, genera un “rendimiento decreciente de conocimiento”, se siguen afanando en buscar más información, en un proceso que tiende al infinito, pero que no resuelve el motivo que lleva a su búsqueda, sino al contrario.
Pero lo que más me preocupa es la tendencia que observo en el ámbito de las organizaciones y empresas que se dedican al conocimiento social y la consultoría, sean empresas de investigación de mercados, marketing, comunicación, etc. En muchas de ellas se da una gran importancia, incluso como argumentario de venta para sus clientes y potenciales clientes, a la obtención de información, a desarrollar cada vez más técnicas sofisticadas para su consecución, a investigar nuevas vías de drenaje de datos e información.  He conocido técnicas muy complicadas, cuyo fin era obtener información, que una vez que he sido capaz de entenderlas, he preguntado cual era realmente el valor nuevo que aportaban, y no he tenido respuestas claras ni convincentes.
Estoy convencido que en momentos como éste, donde lo que nos sobra es información y lo que necesitamos es conocimiento, es básico poder aportar marcos de interpretación adecuados, operativos y eficientes, que redunden en acciones fecundas para los clientes. Desde mi punto de vista, éste es el reto al que ha de enfrentarse este sector, y es la mejor manera de crear valor en la cadena de valor.
Pero, hay inercias comprensibles en las organizaciones y empresas, consecuencia de la situación socio-económica en la que nos encontramos, como son: la visión cortoplacista, el dejar de lado lo necesario para atender sólo lo urgente, el estar urgido por los costes, etc. Todo ello, como digo, es entendible, ya que responde a una respuesta adaptativa a esta situación. Sin embargo, está generando cambios cognitivos y actitudinales en el seno de algunas de ellas, que se traducen en excesiva cautela; y me refiero a organizaciones cuya cuenta de resultados no está siendo especialmente afectadas por la crisis, pero que manifiestan un comportamiento “como si”, ante el miedo al “por si acaso”. Esto, paradójicamente, redunda en efectos negativos de cara a su posicionamiento venidero, ya que las debilita, en una apuesta por el corto plazo, dejando de lado una mirada de mayor calado y a más largo plazo.
¿Cómo ayudar a romper esas inercias, aparentemente sensatas, pero que encierran unas actitudes potencialmente nocivas? Mediante la implementación de estrategias que les aporte conocimiento sobre su situación real y potencial, y redunde en diseños de acción viables y fecundos. Para ello, lo primero que hay que deslindar es lo que pertenece a la fabulación mediática, que crece y se reproduce sin necesitar contrastación alguna, que se traslada a un estado de ánimo colectivo y se consolida como creencia, y aquello que es posible manejar y modificar mediante la acción, a partir de procesos de conocimiento. Comento esto, porque percibo que es el paso previo fundamental que muchas empresas necesitan para poder ensanchar su perspectiva.

En definitiva, el exceso de datos e información genera un bloqueo paralizante, y, para combatirlo, nada mejor que tener una enorme papelera para desechar aquello que no nos sirve y quedarnos con lo que realmente nos es útil, para metabolizarlo en conocimiento.

5/7/13

El discurso político como fabulación

Se está produciendo una quiebra, lenta, pero profunda, en el seno de la sociedad: los que tienen trabajo y los que no lo tienen. Dicha quiebra es aun mayor para los que no perciben ningún tipo de prestación social, y este segmento va en aumento.
Los responsables políticos conocen esta situación. Pero, o prefieren mirar para otro lado a ver qué pasa, o no llegan a comprender la gravedad de lo que esto puede significar. Vamos, que no entienden que están pisando un campo de minas. Se aferran al “estamos haciendo lo que conviene a España”.
Es el discurso de: “aguanten ustedes, que es cuestión de tiempo”. Es decir, sean pacientes (obedientes) y “dejen que nosotros hagamos”.
Pero el tiempo, ese tiempo al que se refieren, ni llega, ni nadie ya cree que vaya a llegar en un tiempo “razonable”, y, además, el medio y largo plazo cae muy lejos, demasiado lejos, para bastantes personas.
Lo que esto produce es obvio: más deterioro, si cabe aun más, de los políticos y la política, y un avance paulatino del proceso de deslegitimidad que los ciudadanos van otorgando a la acción política del Gobierno, que por un proceso osmótico, y no solo osmótico, empapa al resto de la clase política.
Estamos en el uso de la retórica vacía, para seguir manteniendo la ficción de que se está yendo por un camino, el adecuado, que desembocará en la solución del problema. Es decir, ello presupone que hay tal camino, que hay un proyecto verosímil que lo alumbra y dirige, y que hay un final feliz. Esta es la fábula en la que nos encontramos.
Claro, el problema es peliagudo cuando ni se cree la fábula, ni que los políticos que la han generado la creen, ni se cree en ellos. Todo esto deviene en mayor distanciamiento, desconfianza, y hartazgo.
Mantener un relato de este calado que no es creíble es  potencialmente muy peligroso: incrementa la falta de credibilidad del discurso público y crea más distancia de la ciudadanía respecto del ámbito político. Además, fragmenta a la propia ciudadanía.
Ahora bien, ¿por qué aquellos que saben que el relato que se intenta mantener a toda cosa no es verosímil, no lo manifiestan más que en conversaciones privadas?. Creo que por dos razones básicas: miedo y falta de alternativas plausibles.
El miedo impide hablar con claridad, mostrar lo que realmente se sabe y hacia donde apunta el futuro con las premisas actuales.
El no saber qué hacer, el no tener una respuesta de recambio que sea viable, atenaza e impide reconocer que no se sabe cómo parar la hemorragia.
Creo que va llegando el momento de frenar a esta ficción tan dañina y peligrosa. Toda sociedad se cohesiona sobre la construcción de un relato, ahí está todo el desarrollo de la idea y el sentimiento de lo nacional, pero hay relatos que pueden resultar altamente tóxicos y tener efectos no deseables.
Creo que si desmontara esta fabulación, si se empezara a construir una narración más acorde con lo que sucede y con las expectativas que se intuyen, se conseguirían dos cosas: dar a la ciudadanía un estatuto de adulta, que es el que le corresponde en toda sociedad auténticamente democrática, y empezar, de verdad, a pensar y hablar de “nosotros” como sociedad con mayor cohesión, a crear “nostrismo”, desactivando los hiatos entre el mundo de la cosa pública y la sociedad civil.
Pero, generar “nostrismo”, para que realmente funcione y sea operativo, ha de apoyarse en todos, en no dejar a nadie, en no mirar al otro o a los otros como potenciales amenazas para nosotros. Este sentimiento del otro como amenaza es tremendamente patolólogíco: porque es un sentimiento que nace en nosotros desde la pura fabulación y porque daña al otro/otros y a nosotros.
Creo que generando una narración más real, más acorde de lo que pasa y nos pasa, y entendiendo que solo se puede construir “nostrismo” desde el convencimiento de que “este partido o lo ganamos todos o lo perdemos todos” (lo demás es “meter esqueletos en el armario”), sería la manera de  sentar las bases para crear un escenario de puntos de encuentro compartidos sobre el que proyectarse hacia nuestro devenir.
Ahora se trata de ver quien se atreve y mueve ficha. Si esperamos a que sean otros, mala cosa.
Sé que lo que aquí planteo está por inventar como hacerlo, incluso es posible que en nuestra creencia suene como algo utópico, naif incluso; pero pensar así es una forma de evitar y de seguir mirando hacia otro lado, hacia los otros a ver qué hacen