Se está produciendo una quiebra,
lenta, pero profunda, en el seno de la sociedad: los que tienen trabajo y los
que no lo tienen. Dicha quiebra es aun mayor para los que no perciben ningún
tipo de prestación social, y este segmento va en aumento.
Los responsables políticos
conocen esta situación. Pero, o prefieren mirar para otro lado a ver qué pasa,
o no llegan a comprender la gravedad de lo que esto puede significar. Vamos,
que no entienden que están pisando un campo de minas. Se aferran al “estamos
haciendo lo que conviene a España”.
Es el discurso de: “aguanten
ustedes, que es cuestión de tiempo”. Es decir, sean pacientes (obedientes) y
“dejen que nosotros hagamos”.
Pero el tiempo, ese tiempo al
que se refieren, ni llega, ni nadie ya cree que vaya a llegar en un tiempo
“razonable”, y, además, el medio y largo plazo cae muy lejos, demasiado lejos,
para bastantes personas.
Lo que esto produce es obvio:
más deterioro, si cabe aun más, de los políticos y la política, y un avance
paulatino del proceso de deslegitimidad que los ciudadanos van otorgando a la
acción política del Gobierno, que por un proceso osmótico, y no solo osmótico,
empapa al resto de la clase política.
Estamos en el uso de la retórica
vacía, para seguir manteniendo la ficción de que se está yendo por un camino,
el adecuado, que desembocará en la solución del problema. Es decir, ello
presupone que hay tal camino, que hay un proyecto verosímil que lo alumbra y
dirige, y que hay un final feliz. Esta es la fábula en la que nos encontramos.
Claro, el problema es peliagudo
cuando ni se cree la fábula, ni que los políticos que la han generado la creen,
ni se cree en ellos. Todo esto deviene en mayor distanciamiento, desconfianza,
y hartazgo.
Mantener un relato de este
calado que no es creíble es
potencialmente muy peligroso: incrementa la falta de credibilidad del
discurso público y crea más distancia de la ciudadanía respecto del ámbito
político. Además, fragmenta a la propia ciudadanía.
Ahora bien, ¿por qué aquellos
que saben que el relato que se intenta mantener a toda cosa no es verosímil, no
lo manifiestan más que en conversaciones privadas?. Creo que por dos razones
básicas: miedo y falta de alternativas plausibles.
El miedo impide hablar con
claridad, mostrar lo que realmente se sabe y hacia donde apunta el futuro con
las premisas actuales.
El no saber qué hacer, el no
tener una respuesta de recambio que sea viable, atenaza e impide reconocer que
no se sabe cómo parar la hemorragia.
Creo que va llegando el momento
de frenar a esta ficción tan dañina y peligrosa. Toda sociedad se cohesiona
sobre la construcción de un relato, ahí está todo el desarrollo de la idea y el
sentimiento de lo nacional, pero hay relatos que pueden resultar altamente
tóxicos y tener efectos no deseables.
Creo que si desmontara esta
fabulación, si se empezara a construir una narración más acorde con lo que
sucede y con las expectativas que se intuyen, se conseguirían dos cosas: dar a
la ciudadanía un estatuto de adulta, que es el que le corresponde en toda
sociedad auténticamente democrática, y empezar, de verdad, a pensar y hablar de
“nosotros” como sociedad con mayor cohesión, a crear “nostrismo”, desactivando
los hiatos entre el mundo de la cosa pública y la sociedad civil.
Pero, generar “nostrismo”, para
que realmente funcione y sea operativo, ha de apoyarse en todos, en no dejar a
nadie, en no mirar al otro o a los otros como potenciales amenazas para
nosotros. Este sentimiento del otro como amenaza es tremendamente patolólogíco:
porque es un sentimiento que nace en nosotros desde la pura fabulación y porque
daña al otro/otros y a nosotros.
Creo que generando una narración
más real, más acorde de lo que pasa y nos pasa, y entendiendo que solo se puede
construir “nostrismo” desde el convencimiento de que “este partido o lo ganamos
todos o lo perdemos todos” (lo demás es “meter esqueletos en el armario”),
sería la manera de sentar las bases
para crear un escenario de puntos de encuentro compartidos sobre el que
proyectarse hacia nuestro devenir.
Ahora se trata de ver quien se
atreve y mueve ficha. Si esperamos a que sean otros, mala cosa.
Sé que lo
que aquí planteo está por inventar como hacerlo, incluso es posible que en
nuestra creencia suene como algo utópico, naif incluso; pero pensar así es una
forma de evitar y de seguir mirando hacia otro lado, hacia los otros a ver qué
hacen
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