Ante la ceremonia de la confusión, es menester la quietud,
el silencio. Si reaccionamos ante los aconteceres, nos sobrevendrán más
aconteceres del mismo orden.
Ante lo que pasa hoy, solo
nuestra mirada que mira, que no juzga, ni valora, ni vomita rencor, podrá ser
vía fecunda.
Para mirar mirando, pongámonos
en el momento presente, atentos solo a lo que miramos, sin hacer nada, sin
desplegar pensamiento alguno, sin buscar en nuestro mirar nada, ninguna
expectativa.
Si consiguiéramos algo así, si
pudiésemos enlazarnos en esa actitud, aunque fuese solo un instante, habríamos
dado un paso importante para disolver el malestar, la injusticia, el
sufrimiento.
Las cosas acontecen. Cuando nos
acontecen es, en parte, porque les
otorgamos peso, sentido, valoración.
Hay malestar, injusticia y
sufrimiento cuando violentamos el transcurrir de la vida, cuando nuestro desear
se impone sobre nosotros mismos y sobre los demás.
La mayor acción posible es la no
acción, en el sentido pleno y total.
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