Se han escrito toneladas de páginas acerca del coaching.
Muchos modelos, muchos enfoques, pero me gustaría decir, brevemente, algunas
cosas sobre mi mirada personal en esta profesión.
Desde el momento que me sitúo frente al cliente, mi
actitud es de pleno compromiso, sabiendo que mi trabajo se centra en facilitar
“cosas”, sin imposición alguna, sin juzgar ni valorar. Mi función fundamental
es la de ser un espejo ante el cliente, donde puede mirarse y verse. A veces, hay
personas que no se ven, incluso no se miran, y a veces son capaces de mirarse y
ver “cosas” que no habían descubierto. Además, comprueban que cuando miran
hacia fuera, también se miran. Retorna un “sí mismo” siempre en el mirar y en
el cómo lo hacemos; y, sin duda, vemos siempre algo nuevo.
Si tuviera que decir qué aspecto es más importante para mí
de esta profesión, creo que el sentirte comprometido, confiando plenamente en
tu cliente, es la cuestión básica y fundamental. Cuando esto no pasa, siempre
pasa factura.
Otro aspecto fundamental es que mi trabajo no consiste en
dar luz, se trata de apoyar para que el cliente encuentre su propia luz, la
suya, la propia.
Cuando los clientes me cuentan lo que quieren, las
fortalezas y debilidades que tienen para conseguirlo (cuando son conscientes de
ello), no solo escucho sus demandas, busco entender, lo mejor y más exactamente
posible, como sienten y viven eso que me cuentan. Es decir, como suele decirse,
me pongo en sus zapatos. El entender no solo racionalmente qué objetivos
quieren conseguir, sino la posición experiencial que para ellos representa
(emocional y racionalmente), es fundamental en este trabajo. He visto muchas
personas que no podían enfrentarse a sus deseos y objetivos por cómo se sentían
a la hora de pensarlos y abordarlos; ahí radicaba el freno más importante, y no
en los aspectos externos, “objetivos”, para llevarlos a cabo. Todo pensamiento
lleva asociado siempre un cúmulo de emociones.
Como todos los coaches, mi herramienta fundamental es la
pregunta. ¿Por qué trabajamos así?. Porque, cuando el cliente es capaz de
descubrir por sí mismo algo, y consigue
ese insight (comprensión, apertura de consciencia), tiene una fuerza
enormemente emponderizante, mucho más sin duda que si es de otro modo.
Estoy plenamente convencido de que para desarrollar este
trabajo es fundamental que los coaches hayamos aprendido a dejar de lado
nuestro ego. Desactivarlo en los tres aspectos básicos, mental, emocional y
corporal, es fundamental para una actitud plena y real de escucha activa y de
empatía. En mi recorrido, he ido experienciando como este aprendizaje personal
ha sido fructífero en mi desempeño de esta profesión.
Por último, quisiera señalar que en todo proceso de
coaching, la relación entre coach y coachee se basa en una comunicación, que
fluye, refluye y confluye en un proceso dinámico, que permite descubrir
territorios desconocidos, que genera cambios actitudinales ante la vivencia de
experiencias nuevas, donde la persona va consiguiendo enlazar y aunar lo que
piensa, siente y hace.
Pero, todo este proceso, todo este camino, lo hace
él/ella. Mi función es acompañarlo, facilitárselo, siendo espejo de sus
resistencias, debilidades y, sobre todo, fortalezas. En ese proceso dinámico,
el cliente va descubriendo cosas, va haciendo, va abriendo caminos. En ese
caminar juntos, descubre que los versos de Machado “caminante no hay camino, se
hace camino al andar...”, son ciertos. No solo porque el camino lo construye
él, (yo soy su acompañante tan solo), sino porque además se convierte en
caminante.
Quisiera añadir como final de esta reseña, que mi
auténtico aprendizaje en esta profesión han sido mis clientes, las personas
concretas con las que me he ido encontrando. Ellos me han enseñado a mirar y ver
con sus ojos, y me han mostrado como han ido consiguiendo sus objetivos en ese
proceso apasionante que hemos recorrido juntos.
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