Soy ciudadano español, he vivido la última etapa
franquista, la transición y el desarrollo de nuestra democracia.
Viví la España gris, triste y
rancia, del franquismo, aunque el “desarrollismo” de los años sesenta aportaron
el arranque del consumismo, que le dio cierto barniz, no al régimen, pero sí a
la sociedad. Fui testigo de la enorme esperanza que despertaba la posibilidad
del advenimiento de la democracia, incluso algunos años antes de la muerte de
Franco. Pude sentir, aunque yo no pude votar aún, el entusiasmo colectivo de
las primeras elecciones preconstitucionales (1.977). Participé, ya como
estudiante en la Universidad, de los primeros años democráticos, con la UCD en
el Gobierno, posteriormente vino el fallido intento golpista. Y, tras el breve
período de Calvo-Sotelo en la Presidencia, llegaron las elecciones de 1982, el
inicio de Felipe Gonzalez y posteriormente el Felipismo. Anteriormente, se
produjo en el seno del PSOE el debate teórico sobre el marxismo, que supuso la
victoria de Gonzalez para abandonar esta ideología como seña de identidad del
Partido. Este tipo de debates sería impensable en los momentos actuales.
Posteriormente, vino “el
aburguesamiento” del PSOE, para dar paso a su declive, con corrupción incluida.
Lo que permitió la llegada al poder de Aznar, y la bonanza económica que se
produjo en su primera legislatura, así como su apertura al nacionalismo
catalán. En su segunda etapa en la presidencia, se produjo un cambio hacia
actitudes más derechistas, los aires de la situación económica empezaron a ser
menos positivos, y su decisión de participar en la Guerra de Irak, y el manejo
de comunicación de los atentados de
Atocha dilapidaron su rédito político. Esto puso en bandeja la llegada a la
Presidencia de Rodríguez Zapatero. Donde reprodujo casi el mismo guión que su
predecesor, una primera legislatura ilusionante y una segunda decepcionante,
rozando lo “naif”.
Y ahora nos encontramos con
Mariano Rajoy como Presidente del Gobierno, que está consiguiendo hacer algo
menos malo a Rodríguez Zapatero, considerado, por una notable mayoría, como el
peor presidente de la democracia actual en España, tras su actuación en su
segundo mandato.
Pero ¿qué sucede ahora?, ¿dónde
estamos?, ¿qué hace distinta esta crisis de las anteriores vividas en nuestra
democracia? Desde mi manera de verlo, la gran diferencia es que estamos ante un
modelo económico y político que ha empezado a dar señales de fecha de
caducidad. No solo por razones internas, nacionales, que desde luego que
también, sino, además, porque el escenario mundial ha cambiado radicalmente. La
globalización ha generado un nuevo panorama planetario, que a nuestro país le
ha pillado con el pié cambiado.
Pero, más allá de explicaciones
macro-económicas y de desequilibrios internacionales, mirando dentro de
nuestras fronteras, que es lo que me ocupa aquí, lo que veo es una sociedad
profundamente desanimada, desmoralizada, con una percepción de futuro como algo
ilusionante que tiende a cero o menos uno. Con claros síntomas de riesgo de
anomia social, una sociedad fracturada entre los que tienen trabajo y los que
no lo tienen (sobre todo los parados estructurales), donde no existe respuestas
auténticamente solidarias, más allá de las palabras; incluso, con dificultades
para entenderse entre unos y otros, al sentirse en “mundos” reales y mentales
completamente distintos.
Esta situación, de la que apenas
se habla, no sé si porque es demasiado duro para algunos tenerla en cuenta o
porque no se está entendiendo e interpretando correctamente, está generando un
cultivo altamente tóxico, que puede llegar a ser letal.
He defendido en estos últimos
años que no pueden hacernos responsables de lo que nos pasa, pretenderlo es
hacer demagogia e intentar manipular maliciosamente. Pero, estoy convencido de
que sí tenemos ahora una responsabilidad todos, insisto, todos, en cambiar el
chip, y mantener una actitud realmente solidaria, no solo en nuestros
“decires”, me refiero sobre todo a nuestros “haceres”.
Estamos en un proceso de pérdida
de legitimidad de lo público, eso se ve, se sabe. Pero no se está viendo, al
menos no se habla apenas de ello, de la fragmentación social que está surgiendo
en los ciudadanos.
He dicho y reiterado que sólo si
entendemos e incorporamos en nuestro mapa mental que el que le vaya bien al
otro me beneficia siempre, y que solo con una mirada más colectiva, más de
grupo, es como se puede afrontar esta situación; es decir, generando y haciendo
“nostrismo”, es de este modo como se puede paliar la situación en que nos
encontramos, y es la forma de crear futuro.
No son solo palabras, tenemos la
constatación de que el individualismo extremo al que hemos llegado es
justamente el que ha hecho que el sistema se obturase y llegase su caducidad.
Sé que quien lea esto puede
pensar que quién da el primer paso o cómo darlo o si realmente sirve para algo,
o si es mejor el “sálvese quien pueda”. Esta es justamente ahora nuestra
responsabilidad como sociedad civil, nuestra responsabilidad como individuos
que viven en sociedad, buscar formas nuevas para crear y diseñar espacios de
solidaridad, con el convencimiento de que no hay posibilidad al “sálvense quien
pueda”, porque se trata de una situación en la que o nos salvamos todos o,
tarde o temprano, todo el mundo se ahoga.
Si me permiten, yo me pongo
manos a la obra.
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