El futuro funciona, en algunas ocasiones, como una "droga dura". Lo utilizamos, en esas ocasiones, para posponer y proyectar deseos, para imaginar cosas que haremos, para fabular con sentimientos que tendremos, momentos que viviremos.
Es, para este tipo de situaciones de las que hablo, el tótem, la eterna promesa, que nos "saca" del momento presente y nos evade del único momento real que existe, que no es otro que el momento presente, que se produce aquí y ahora.
No digo que no hay que mirar hacia adelante. Solo planteo que el dar el salto hacia ese próximo tiempo que aún no ha llegado, a veces, muchas veces, funciona como un escape de la única realidad que es, que se manifiesta y que se expresa, que no es otra que el ahora.
Porque lo que venga, su devenir, cuando llega es, se hace momento presente, vuelve a ser ahora. Porque siempre vivimos en el ahora. Sé que lo que aquí planteo es obvio, pero me consta que en nuestro vivir, a pesar de su obviedad, vivimos ajenos a ello. Mejor dicho, dejamos de vivir para anclarnos en el plano mental, imaginal y, a veces, fabulatorio.
Suele suceder que, o bien nos instalamos en la nostalgia del pasado o en la promesa del futuro, ninguno está, salvo en nuestros pensamientos. Sin embargo, nos olvidamos de lo que tenemos justo delante, encima, debajo, en medio, dentro, fuera, ahora, que no es otra cosa que la única realidad que se manifiesta y con la que nos podemos entender (o desentender).
Todo esto lo digo porque escucho con mucha frecuencia la frase: yo seré feliz cuando...Les suena, verdad. Y siempre surge en mí la tentación de decir: y, ¿por qué no ahora?. Es cierto, que en algunas ocasiones la respuesta ha venido sola por parte de mis interlocutores: porque aún no tengo (o me falta) lo que necesito.
Ya imagina el posible lector que esa respuesta se comenta por sí sola. Solo añadiré al comentario que cada uno quiera hacer, que en el momento que el futuro se torna presente, se vuelve a reproducir el guión: miramos al futuro como "droga dura", esperando que sea en ese tiempo por llegar cuando consigamos ser felices.
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14/7/14
Sobre el amor y el presente
El pasado no está, el futuro aun no existe, tan solo tiene consistencia real el presente. Es más, apurando un poco el argumento, solo lo tiene el presente-presente.
En tiempos de mudanza, como el que nos ocupa, resulta complicado percibir, sentir y experienciar el presente. Además, somos deudores de una cultura, la occidental, muy volcada hacia el pasado y hacia el futuro, y poco ejercitada en situarse, en estar y ser (en estar siendo) en el presente. A pesar de que asistimos a una multitud de enfoques traídos de Oriente, que nos hablan del vacío, del no-ser, de la conciencia plena (mindfulness), etc., nos aproximamos a estos planteamientos todavía a la luz de una mirada marcadamente occidental.
El ser humano tiene dos posibilidades de recorrido en su vida, a mi modo de ver y esquematizando al máximo: el camino del amor o el camino del miedo. El amor es apertura, oquedad, inclinación a los otros, a la vida y, por supuesto, a uno mismo. El miedo es cerrazón, repliegue, rechazo, opacidad, aislamiento, etc.
Pero, el amor solo se puede dar (y se da) en el presente. Lo demás es nostalgia del pasado o promesa de futuro; es decir, son construcciones mentales que hacemos sobre nuestro ayer o nuestro mañana. Se trata, por tanto, de ámbitos que tienen que ver con el "pensarse", pero no con el "vivirse", y el amor es un hacer haciendo (viviendo) desde nosotros mismos, en cada momento presente, y que va desplegando posibilidades de elección/acción en el devenir del momento presente.
Pero, en la bifurcación entre ambos itinerarios, hay un aspecto que, al menos para mí, es fundamental: el amor enlaza con la libertad y el miedo la desactiva y la anula completamente.
Todo esto que traigo a colación no se trata ni de simples palabras, ni de ideas, ni mucho menos de ideales, sino de cosas tangibles y concretas que percibo, detecto y experimento en mi vivir diario.
El ser humano tiene dos posibilidades de recorrido en su vida, a mi modo de ver y esquematizando al máximo: el camino del amor o el camino del miedo. El amor es apertura, oquedad, inclinación a los otros, a la vida y, por supuesto, a uno mismo. El miedo es cerrazón, repliegue, rechazo, opacidad, aislamiento, etc.
Pero, el amor solo se puede dar (y se da) en el presente. Lo demás es nostalgia del pasado o promesa de futuro; es decir, son construcciones mentales que hacemos sobre nuestro ayer o nuestro mañana. Se trata, por tanto, de ámbitos que tienen que ver con el "pensarse", pero no con el "vivirse", y el amor es un hacer haciendo (viviendo) desde nosotros mismos, en cada momento presente, y que va desplegando posibilidades de elección/acción en el devenir del momento presente.
Pero, en la bifurcación entre ambos itinerarios, hay un aspecto que, al menos para mí, es fundamental: el amor enlaza con la libertad y el miedo la desactiva y la anula completamente.
Todo esto que traigo a colación no se trata ni de simples palabras, ni de ideas, ni mucho menos de ideales, sino de cosas tangibles y concretas que percibo, detecto y experimento en mi vivir diario.
8/3/14
Miedo vs. aceptación
El mundo ha cambiado de manera significativa, pero se insiste en esperar que todo vuelva a la situación anterior.
Esto ¿es torpeza, ceguera, falta de información? Es simplemente miedo.
La vida es constante movimiento y cambio, sin duda; pero existen saltos cualitativos, que modifican sustancialmente aspectos fundamentales de la realidad en la que nos movemos, al menos fundamentales para nuestro "mundo de vida".
Estamos ante uno de esos momentos cualitativamente diferentes. Sin embargo, por la actitud que percibo, parece que se está a la espera del retorno de lo anterior o, al menos, a que se produzca un cambio que se aproxime a nuestro reciente pasado.
Este es el pensamiento mágico, que espera que mágicamente retorne lo que se fue, que se recupere lo que se desvaneció; de modo, que se produce una espera pasiva, en la que se confía en que el tiempo "juegue a favor", y que, por "justicia divina", todo vuelva a "su ser".
Miedo y negación de realidad es lo que predomina. Se sigue mirando el presente con las gafas del pasado, aplicando categorías que han quedado obsoletas, utilizando variables que no son operativas, no incorporando las variables que son auténticamente representativas y que resultan discriminantes para manejarnos con la nueva realidad. Es cierto que en estos momentos existen más variables que fórmulas para resolverlas, pero ese es otro tema.
Ya he dicho en otros momentos que estamos asistiendo a una sociedad aquejada del síndrome postraumático y que aún sigue ahí. Miedo, parálisis, pensamiento mágico, posición pasiva, todo eso es lo dominante.
Este golpetazo de realidad que nos han dado ha hecho que sea el miedo el que se haya apoderado de nosotros. Cuando esto pasa, intentamos alejarlo con la fantasía de que si lo tenemos lejos no existe o, al menos, no molesta. Sabemos que sucede todo lo contrario, esa actitud lo único que produce es más miedo.
Como he dicho en otras ocasiones no tengo soluciones para una situación de esta envergadura, aunque sí tengo una opinión formada sobre los motivos que la han generado; pero lo que sí sé es que del modo cómo se está enfrentando no nos encaminamos a solución alguna. Creo que la manera de afrontar todo esto pasa necesariamente por asumir lo que hay, y desde una mirada de frente a la situación, una mirada personal/individual y social/colectiva, ambas son necesarias, ponernos manos a la obra desde el momento presente.
El bloqueo, la parálisis y la negación, que son consecuencia de ese miedo, nunca pueden ser un camino para construir nuestro presente. La aceptación y el compromiso son para mí los caminos que nos permiten manejarnos con lo que hay y diseñar y actuar sobre lo que queremos que haya. Además, es el arma más potente para erradicar el miedo y salir del repliegue en el que nos encontramos.
Pero, sobre todo, mirando de frente a lo que nos pasa, y actuando sobre ello, no sólo nos encamina a crear futuro, sino que desactiva nuestros miedos y crea presente. De esto estoy plenamente convencido.
24/2/14
Cambios
La perplejidad y el desconcierto van inundando el escenario social y personal. La sensación de vulnerabilidad es un sentimiento que se va haciendo presente en el animus colectivo e individual.
Se detecta una percepción de fragmentación del tradicional mundo de vida. Los significados y la producción de sentido se modifican de forma frenética, de forma que resulta complicado fijarlos.
El presente es difícil atraparlo porque su instantaneidad se volatiliza antes de poder tomar conciencia. El futuro directamente no existe, al menos de momento.
Las estrategias caducan por obsolescencia casi antes de nacer. Surgen nuevas variables a cada paso, de forma que hay más variables que fórmulas para resolverlas.
Los espacios tradicionalmente "sagrados" de cohesión social van perdiendo eficacia simbólica, apareciendo otros nuevos o emergiendo antiguos en desuso.
El dinero es el tótem, aglutina fuerza material y potencia simbólica de manera universal.
Los discursos sociales se han vuelto monotemáticos: todos parten y convergen en el mismo punto.
El cortoplacismo es lo único que vale. Las organizaciones y empresas se enfocan al resultadismo, no importa el medio y largo plazo, cae demasiado lejos. La política, más de lo mismo.
Este es el panorama con el que nos encontramos en estos momentos, al menos es el que predomina en nuestro mundo cercano.
Ahora bien, la pregunta del millón es: ¿qué hacemos o qué podemos hacer nosotros con todo esto?.
Obviamente no tengo soluciones, y menos soluciones globales; pero sí creo que una buena forma de iniciar la salida de este atolladero es hablar, compartir y escuchar, para conocer lo que piensan y sienten nuestros próximos y para que ellos conozcan lo que pensamos y sentimos. ¿Para qué hacer esto? Para poder empezar a construir objetivos comunes.
¿Para qué los objetivos comunes? Para generar dinámicas nuevas, que creen espacios de ilusión y de bienestar, que sólo se pueden diseñar y realizar colectivamente.
¿Por qué planteo algo tan aparentemente banal como esto, ante la envergadura del problema? Porque no nos comunicamos ni suficientemente ni de manera eficiente. Ya sé que decir esto en la sociedad interconectada en la que estamos puede parecer absurdo, pero es lo que constato a diario, tanto en el plano personal, como social, como profesional.
Algo está fallando en nuestra comunicación, en este mundo "socialmedia"; de manera, que no estamos pudiendo encontrar caminos compartidos y traducirlos en acción.
En un mundo caracterizado porque el cambio es su seña de identidad, es fundamental crear, entre todos, nuevos caminos que nos permitan recuperar el futuro.
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21/11/13
El cambio y sus consecuencias
Tras los rescoldos de los últimos incendios sociales y económicos ocurridos, nos movemos con inercias antañas para hacer frente a las consecuencias presentes.
Aún no nos damos cuenta, pues estamos en fase de estrés postraumática, que no valen los criterios, la categorías y las soluciones de antes.
Nos hemos adentrado en un proceso social, económico (y seguramente cultural), del que no sabemos apenas nada. Sólo sabemos dos cosas con certeza: que nuestro mundo no es el de hace poco tiempo, y que la característica que domina esta nueva situación es que está impregnada por el cambio vertiginoso.
Sobre la primera cuestión apenas podemos decir más que hemos de conocerla mejor, asimilarla y aprender a manejarla.
En relación con la segunda, nuestros métodos y herramientas tradicionales de análisis e interpretación han de cambiar y, además, ser capaces de captar, depurar y procesar los aspectos que son relevantes, desechar los que no lo son, y tener muy presente que las características más importantes que han de tener son: capacidad para generar modelos de análisis e interpretación veraces y rápidos, capacidad para saber autofagocitarse (obsolescencia rápida y ágil) y dar paso a modelos nuevos cuando la situación lo requiera, y tener capacidad predictiva (detectar lo inmediato y lo que puede acontecer en lo postinmediato).
En este escenario, intentar generar modelos a medio y largo plazo de momento resulta difícil imaginarlo, pero sin duda es un reto que habremos de intentar conseguir.
Respecto al plano de la acción, si somos capaces de establecer modelos adecuados que nos permitan entender las claves de las dinámicas nuevas y cambiantes, será la primera piedra para poder manejarnos idóneamente en nuestro hacer para conseguir los objetivos que nos proponemos.
Todo esto que aquí planteo es válido tanto en el plano personal como en el profesional (individuos, organizaciones y empresas). Pero, además, creo que ahora más que nunca, lo profesional y lo personal tienen una vinculación tan estrecha que acaba siendo casi una misma cosa.
Ni los planteamientos que usábamos en la consultoría y en la investigación social y de mercado son ya válidos, ni la forma con que nos planteábamos y gestionábamos nuestro ámbito privado y personal van a ser ya idénticos.
Los retos individual/personal, social/colectivo, organizativo, político y económico (y está por ver que también cultural) pueden seguir bajo los planteamientos que teníamos hasta hace bien poco.
Saberlo, entenderlo, procesarlo, interiorizarlo y traducirlo en nuevos paradigmas y nuevos modos de acción es de lo que depende nuestro devenir.
Ni los planteamientos que usábamos en la consultoría y en la investigación social y de mercado son ya válidos, ni la forma con que nos planteábamos y gestionábamos nuestro ámbito privado y personal van a ser ya idénticos.
Los retos individual/personal, social/colectivo, organizativo, político y económico (y está por ver que también cultural) pueden seguir bajo los planteamientos que teníamos hasta hace bien poco.
Saberlo, entenderlo, procesarlo, interiorizarlo y traducirlo en nuevos paradigmas y nuevos modos de acción es de lo que depende nuestro devenir.
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24/7/13
Dónde estamos
Soy ciudadano español, he vivido la última etapa
franquista, la transición y el desarrollo de nuestra democracia.
Viví la España gris, triste y
rancia, del franquismo, aunque el “desarrollismo” de los años sesenta aportaron
el arranque del consumismo, que le dio cierto barniz, no al régimen, pero sí a
la sociedad. Fui testigo de la enorme esperanza que despertaba la posibilidad
del advenimiento de la democracia, incluso algunos años antes de la muerte de
Franco. Pude sentir, aunque yo no pude votar aún, el entusiasmo colectivo de
las primeras elecciones preconstitucionales (1.977). Participé, ya como
estudiante en la Universidad, de los primeros años democráticos, con la UCD en
el Gobierno, posteriormente vino el fallido intento golpista. Y, tras el breve
período de Calvo-Sotelo en la Presidencia, llegaron las elecciones de 1982, el
inicio de Felipe Gonzalez y posteriormente el Felipismo. Anteriormente, se
produjo en el seno del PSOE el debate teórico sobre el marxismo, que supuso la
victoria de Gonzalez para abandonar esta ideología como seña de identidad del
Partido. Este tipo de debates sería impensable en los momentos actuales.
Posteriormente, vino “el
aburguesamiento” del PSOE, para dar paso a su declive, con corrupción incluida.
Lo que permitió la llegada al poder de Aznar, y la bonanza económica que se
produjo en su primera legislatura, así como su apertura al nacionalismo
catalán. En su segunda etapa en la presidencia, se produjo un cambio hacia
actitudes más derechistas, los aires de la situación económica empezaron a ser
menos positivos, y su decisión de participar en la Guerra de Irak, y el manejo
de comunicación de los atentados de
Atocha dilapidaron su rédito político. Esto puso en bandeja la llegada a la
Presidencia de Rodríguez Zapatero. Donde reprodujo casi el mismo guión que su
predecesor, una primera legislatura ilusionante y una segunda decepcionante,
rozando lo “naif”.
Y ahora nos encontramos con
Mariano Rajoy como Presidente del Gobierno, que está consiguiendo hacer algo
menos malo a Rodríguez Zapatero, considerado, por una notable mayoría, como el
peor presidente de la democracia actual en España, tras su actuación en su
segundo mandato.
Pero ¿qué sucede ahora?, ¿dónde
estamos?, ¿qué hace distinta esta crisis de las anteriores vividas en nuestra
democracia? Desde mi manera de verlo, la gran diferencia es que estamos ante un
modelo económico y político que ha empezado a dar señales de fecha de
caducidad. No solo por razones internas, nacionales, que desde luego que
también, sino, además, porque el escenario mundial ha cambiado radicalmente. La
globalización ha generado un nuevo panorama planetario, que a nuestro país le
ha pillado con el pié cambiado.
Pero, más allá de explicaciones
macro-económicas y de desequilibrios internacionales, mirando dentro de
nuestras fronteras, que es lo que me ocupa aquí, lo que veo es una sociedad
profundamente desanimada, desmoralizada, con una percepción de futuro como algo
ilusionante que tiende a cero o menos uno. Con claros síntomas de riesgo de
anomia social, una sociedad fracturada entre los que tienen trabajo y los que
no lo tienen (sobre todo los parados estructurales), donde no existe respuestas
auténticamente solidarias, más allá de las palabras; incluso, con dificultades
para entenderse entre unos y otros, al sentirse en “mundos” reales y mentales
completamente distintos.
Esta situación, de la que apenas
se habla, no sé si porque es demasiado duro para algunos tenerla en cuenta o
porque no se está entendiendo e interpretando correctamente, está generando un
cultivo altamente tóxico, que puede llegar a ser letal.
He defendido en estos últimos
años que no pueden hacernos responsables de lo que nos pasa, pretenderlo es
hacer demagogia e intentar manipular maliciosamente. Pero, estoy convencido de
que sí tenemos ahora una responsabilidad todos, insisto, todos, en cambiar el
chip, y mantener una actitud realmente solidaria, no solo en nuestros
“decires”, me refiero sobre todo a nuestros “haceres”.
Estamos en un proceso de pérdida
de legitimidad de lo público, eso se ve, se sabe. Pero no se está viendo, al
menos no se habla apenas de ello, de la fragmentación social que está surgiendo
en los ciudadanos.
He dicho y reiterado que sólo si
entendemos e incorporamos en nuestro mapa mental que el que le vaya bien al
otro me beneficia siempre, y que solo con una mirada más colectiva, más de
grupo, es como se puede afrontar esta situación; es decir, generando y haciendo
“nostrismo”, es de este modo como se puede paliar la situación en que nos
encontramos, y es la forma de crear futuro.
No son solo palabras, tenemos la
constatación de que el individualismo extremo al que hemos llegado es
justamente el que ha hecho que el sistema se obturase y llegase su caducidad.
Sé que quien lea esto puede
pensar que quién da el primer paso o cómo darlo o si realmente sirve para algo,
o si es mejor el “sálvese quien pueda”. Esta es justamente ahora nuestra
responsabilidad como sociedad civil, nuestra responsabilidad como individuos
que viven en sociedad, buscar formas nuevas para crear y diseñar espacios de
solidaridad, con el convencimiento de que no hay posibilidad al “sálvense quien
pueda”, porque se trata de una situación en la que o nos salvamos todos o,
tarde o temprano, todo el mundo se ahoga.
Si me permiten, yo me pongo
manos a la obra.
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