COSAS QUE PASAN
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15/10/14

La felicidad: un sentimiento aplazado

El futuro funciona, en algunas ocasiones, como una "droga dura". Lo utilizamos, en esas ocasiones, para posponer y proyectar deseos, para imaginar cosas que haremos, para fabular con sentimientos que tendremos, momentos que viviremos.

Es, para este tipo de situaciones de las que hablo, el tótem, la eterna promesa, que nos "saca" del momento presente y nos evade del único momento real que existe, que no es otro que el momento presente, que se produce aquí y ahora.

No digo que no hay que mirar hacia adelante. Solo planteo que el dar el salto hacia ese próximo tiempo que aún no ha llegado, a veces, muchas veces, funciona como un escape de la única realidad que es, que se manifiesta y que se expresa, que no es otra que el ahora.

Porque lo que venga, su devenir, cuando llega es, se hace momento presente, vuelve a ser ahora. Porque siempre vivimos en el ahora. Sé que lo que aquí planteo es obvio, pero me consta que en nuestro vivir, a pesar de su obviedad, vivimos ajenos a ello. Mejor dicho, dejamos de vivir para anclarnos en el plano mental, imaginal y, a veces, fabulatorio. 

Suele suceder que, o bien nos instalamos en la nostalgia del pasado o en la promesa del futuro, ninguno está, salvo en nuestros pensamientos. Sin embargo, nos olvidamos de lo que tenemos justo delante, encima, debajo, en medio, dentro, fuera, ahora, que no es otra cosa que la única realidad que se manifiesta y con la que nos podemos entender (o desentender).

Todo esto lo digo porque escucho con mucha frecuencia la frase: yo seré feliz cuando...Les suena, verdad. Y siempre surge en mí la tentación de decir: y, ¿por qué no ahora?. Es cierto, que en algunas ocasiones la respuesta ha venido sola por parte de mis interlocutores: porque aún no tengo (o me falta) lo que necesito. 

Ya imagina el posible lector que esa respuesta se comenta por sí sola. Solo añadiré al comentario que cada uno quiera hacer, que en el momento que el futuro se torna presente, se vuelve a reproducir el guión: miramos al futuro como "droga dura", esperando que sea en ese tiempo por llegar cuando consigamos ser felices.


23/7/14

Pensamientos sueltos (escrito en 2000)

A veces se dice una idea y se la “encaja” dentro de una determinada corriente de pensamiento o de un sistema filosófico o de una ideología. Y, ya está. Nos quedamos tan tranquilos porque hemos “clasificado” dicha idea, la hemos ubicado dentro de un sistema ya establecido. Esto produce tranquilidad, pero mata la idea misma, le quita su fuerza y su capacidad de proyectarse y engendrar nuevas ideas. Así funcionamos muy a menudo los seres humanos, necesitamos re-conocer lo nuevo dentro de lo ya conocido, porque de lo contrario nos desconcierta y descoloca. Pero ese proceso siempre conlleva cierta posición de ceguera, de conservadurismo, de no dar prioridad a los hallazgos que encontramos en la realidad o que la propia realidad nos muestra, sino que priorizamos los pensamientos ya establecidos, ya consolidados y, por tanto, ya petrificados

15/4/13

Razones del alma



¿Pensamos en función de cómo sentimos?. ¿Sentimos en función de cómo pensamos?. Este viejo dilema de la psicología, que tantos modelos y enfoques psicoterapéuticos ha generado, es precisamente eso, un viejo dilema. Es viejo no tanto porque haya sido resuelto y aceptado de manera unánime, lo es porque con independencia de principios de causalidad, lo que sabemos es que son las dos caras de una misma moneda, donde existe una interrelación estructural indisoluble.
En cierta ocasión, hablando con una persona, le comenté que si tenía que decir lo poco que sabía acerca del hombre y su condición es que somos un mix de herencia genética y cultura, metido en el flujo del tiempo.
Descendamos ahora a lo concreto. Detengámonos en la república de las palabras, en el decir, hablar y escribir.
Las palabras designan cosas, representan cosas, denotan y connotan sentidos y significados; pero también crean realidad. No solo realidad real, externa al sujeto, también realidad interna, imaginarios, universos simbólico-afectivos. En definitiva, las palabras dan y otorgan sentido, y lo hacen desde ahí, desde la palabra, que es el signo más potente de generación de metáforas. Y es desde la metáfora desde donde accedemos al conocer. La palabra, el discurso, el relato, en definitiva, la creación de metáforas es la que nos hace humanos, nos humaniza, la que metaboliza lo real y lo transmuta en nuestra realidad.