Constato cada vez más cómo el exceso de información que
nos proporcionan las redes y todo el entramado tecnológico, lejos de aportar
conocimiento, lo que hace es incrementar confusión. El lío puede venir, seguramente, de pensar que hay una relación mecánica, causal y en un solo sentido, entre información y conocimiento.
Es curioso que, a pesar de que
hay muchas personas que son conscientes de que el incremento de datos e
información, a partir de un umbral, genera un “rendimiento decreciente de
conocimiento”, se siguen afanando en buscar más información, en un proceso que
tiende al infinito, pero que no resuelve el motivo que lleva a su búsqueda,
sino al contrario.
Pero lo que más me preocupa es
la tendencia que observo en el ámbito de las organizaciones y empresas que se
dedican al conocimiento social y la consultoría, sean empresas de investigación
de mercados, marketing, comunicación, etc. En muchas de ellas se da una gran importancia, incluso
como argumentario de venta para sus clientes y potenciales clientes, a la
obtención de información, a desarrollar cada vez más técnicas sofisticadas para
su consecución, a investigar nuevas vías de drenaje de datos e
información. He conocido técnicas muy complicadas, cuyo fin era obtener información, que una vez que he sido capaz
de entenderlas, he preguntado cual era realmente el valor nuevo que aportaban,
y no he tenido respuestas claras ni convincentes.
Estoy convencido que en momentos
como éste, donde lo que nos sobra es información y lo que necesitamos es
conocimiento, es básico poder aportar marcos de interpretación adecuados,
operativos y eficientes, que redunden en acciones fecundas para los clientes.
Desde mi punto de vista, éste es el reto al que ha de enfrentarse este sector,
y es la mejor manera de crear valor en la cadena de valor.
Pero, hay inercias comprensibles
en las organizaciones y empresas, consecuencia de la situación socio-económica
en la que nos encontramos, como son: la visión cortoplacista, el dejar de lado
lo necesario para atender sólo lo urgente, el estar urgido por los costes, etc.
Todo ello, como digo, es entendible, ya que responde a una respuesta adaptativa
a esta situación. Sin embargo, está generando cambios cognitivos y
actitudinales en el seno de algunas de ellas, que se traducen en excesiva
cautela; y me refiero a organizaciones cuya cuenta de resultados no está siendo
especialmente afectadas por la crisis, pero que manifiestan un comportamiento
“como si”, ante el miedo al “por si acaso”. Esto, paradójicamente, redunda en
efectos negativos de cara a su posicionamiento venidero, ya que las debilita,
en una apuesta por el corto plazo, dejando de lado una mirada de mayor calado y
a más largo plazo.
¿Cómo ayudar a romper esas
inercias, aparentemente sensatas, pero que encierran unas actitudes
potencialmente nocivas? Mediante la implementación de estrategias que les
aporte conocimiento sobre su situación real y potencial, y redunde en diseños
de acción viables y fecundos. Para ello, lo primero que hay que deslindar es lo
que pertenece a la fabulación mediática, que crece y se reproduce sin necesitar
contrastación alguna, que se traslada a un estado de ánimo colectivo y se
consolida como creencia, y aquello que es posible manejar y modificar mediante
la acción, a partir de procesos de conocimiento. Comento esto, porque percibo
que es el paso previo fundamental que muchas empresas necesitan para poder
ensanchar su perspectiva.
En definitiva, el exceso de
datos e información genera un bloqueo paralizante, y, para combatirlo, nada
mejor que tener una enorme papelera para desechar aquello que no
nos sirve y quedarnos con lo que realmente nos es útil, para metabolizarlo en conocimiento.
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