Leyendo las noticias de los
medios, leyendo lo que se dice en las redes sociales, y viendo lo que acontece
en nuestro mundo constato, una vez más, lo poco para lo que sirven las
palabras. Y es curioso, porque siempre he sido un defensor de ellas, de su
fuerza y capacidad para transformar las cosas, para generar imaginarios nuevos
que se transvasen al mundo fáctico. Tal vez en estos momentos sufra un ataque
de pesimismo, no sé, o de urgencia, ante lo que pasa en este pequeño universo en
el que habitamos.
Pero hay algo que sí me gustaría
comentar. Detecto, al menos por lo que oigo y leo, que existe un estado de
queja y de reclamo de ética. Eso me parece muy positivo, y lo digo sin ningún
tipo de ironía. También percibo que las demandas no son por algo que esté
sucediendo ahora, no, es algo que viene sucediendo de muy atrás, y esto ya no
sé si quienes nos quejamos somos suficientemente conscientes de ello.
Pues bien, ante esto señalaré dos
cosas que creo que son importantes, al menos para mí: la primera es que ese
estado de rechazo de la inmoralidad e injusticia me parece que es consecuencia
de un desvelamiento de cómo funcionan las cosas, y, además, se produce porque
es a nosotros a quien ahora “nos aprieta también el zapato”. Ambas causas
están, creo yo, en nuestro posicionamiento actual.
La segunda, creo que es más sutil
y compleja, es que dicho posicionamiento en que nos encontramos, de reclamo de
mayores niveles de ética y de justicia social, puede tener un efecto paradójico,
de manera que no es que no sirva para nada, sino que sirva para todo lo
contrario. Me trataré de explicar. Estamos en un momento fuerte de defensa de valores como justicia, equidad,
honestidad, etc. Es decir, estamos en la defensa de aspectos que tienen que ver
con la dignidad humana, pero desde una perspectiva ideal. Cuando solo miramos
como deben ser las cosas, cuando solo reclamamos valores, perdónenme la
incorrección política que esto que digo representa, y no entendemos realmente
como funcionan las cosas, y desde ahí, como hacerlas frente para conseguir que
funcionen mejor para todos, lo que se produce son dos cosas: estamos en el muro
de las lamentaciones, pero como muro, rebota y rebota; y en segundo lugar, nos
genera irritación porque nada cambia, lo que incrementa nuestra defensa de “lo
que debe ser”, y se puede convertir en un mantra estéril.
¿Cuál es para mí la razón, o las
razones de esto? Volveré a ser, con el permiso de los posibles lectores,
políticamente muy incorrecto. Vivimos en una sociedad donde los valores juegan
un papel demasiado importante, tanto que nos impide a veces manejarnos de
manera más eficiente con la realidad. En estos momentos, lo que tenemos todos
es un fuerte subidón axiológico, si me permiten la expresión. Pero esto
provoca, paradójicamente, que desatendamos una buena ética de bienes. Es decir,
lo que planteo es pasar de una ética de valores, que tiene algunos efectos
indeseados, al menos como yo lo veo, a una ética de bienes. Aclaro, que no
estoy desechando los valores, sólo dimensionándolos dentro de una ética
encaminada hacia el bien común.
Para mí, esa ética de bienes está
guiada por actitudes y acciones dirigidas a la consecución del mayor grado
posible de bienestar (en todos los planos). Y ello implica conocer realmente
como funcionamos, cual es la lógica que mueve nuestro mundo, y desde ahí ir
poniendo soluciones factibles, concretas y reales que redunden en una sociedad
mejor, es decir, un mundo de mejor entendimiento y mejor funcionamiento para
todos. Y tener presente que ese es el objetivo fundamental; lo demás, si ayuda
a la consecución de ese objetivo bienvenido sea, sino, desechémoslo.
Sólo añadir, que sé que la mayor
responsabilidad corresponde a aquellos que la tienen, que tienen más capacidad
para actuar, pero estoy convencido que como ciudadanos podemos incrementar
nuestro protagonismo en la vida pública y en nuestra sociedad en general. Ello,
además, nos hará más ciudadanos y nos dará mucho más protagonismo.
Asimismo, soy consciente de que
lo que aquí planteo necesita mucho más recorrido. Pretendo solo enunciarlo y
no entrar en aspectos que escapan a este espacio.
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