Noto cierto cansancio y descreimiento de la gente ante los
ideólogos del pensamiento positivo, ante los comentarios “asombristas” ante
cualquier banalidad, pensando que se ha descubierto el Mediterráneo, ante las
posiciones cuasi místicas sobre cosas que casi todo el mundo sabe, ante los
permanentes recetarios sobre lo que hay que hacer y lo que no. En fin..., ya
saben.
No es para menos que todo esto canse e incluso irrite.
Elevar a la categoría de lo excelso cualquier obviedad, sacralizar lo más fútil
e inane, son cosas que se están oyendo e intentando hacer, incluso vender como
solución a nuestros problemas, incluso con pretensión de ser la panacea.
Claro, todo esto forma parte de la ceremonia de la
confusión, una parte más de la dificultad que ahora estamos teniendo para saber
convertir los datos en información, y poder eliminar la información que no
sirve, para transformarla en conocimiento. Este es un reto de nuestro mundo
actual, se trata de un reto fundamental. Como señala D. Innerarity, el desafío
actual no es obtener información, de eso ya nos sobra, es deshacerse de
información para poder obtener conocimiento.
Es cierto que siempre ha habido pseudogurús, que han
obtenido rédito en personas con necesidades extremas o con ciertas debilidades.
También ha ocurrido que en épocas de cambios importantes y/o situaciones de
crisis los voceros, portadores de la soluciones mágicas, han aflorado.
Pero tenemos la posibilidad en estos momentos de tener
acceso a información que nos permita contrastar su grado de veracidad.
Pero volviendo a la “ideología” de lo positivo; ya saben,
“el happy-happy”, creo que es necesario poner algo de sensatez en todo esto. No
creo en placebos que edulcoran la realidad, con efectos alienantes y
enajenantes. Es más, me parece altamente tóxico. Sin embargo, sí creo, y estoy
convencido, de que el único camino, personal y social, es la lucidez, la toma
de conciencia que se transmute en mayor nivel de consciencia.
¿Cómo podemos acercarnos a esa mayor lucidez e incremento
de la consciencia? No pretendo aquí caer en lo antes criticado, y ser vocero de
soluciones que yo no tengo. Sólo apuntaré dos ideas, por si a alguien le puede
servir.
La primera es mirar las cosas como son, no como nos
gustaría que fueran, atendiendo a lo que vemos. Pero, y enlazo con la segunda
idea, teniendo muy presente que nuestro modo de percibir, valorar e interpretar
la realidad está íntimamente conectado con nuestro diálogo interior y nuestro
mundo imaginal. Ocurre a veces que más que mirar y ver, lo que hacemos es
proyectar en las cosas lo que no son de las cosas, sino que pertenecen a
nuestro mundo imaginario, fantasmal.
¿Cómo desentrañar el lío entre lo mirado y nuestra forma de mirar? Creo
que una buena manera es mediante el contraste con los otros, con la forma de
ver y mirar que tienen los demás. No pretendo con esto decir que la realidad se
construye a base de democratismos sin sentido aquí pero sí que es una buena
manera de ver, desde una visión más completa, más holística, y con más garantías,
como decía X.Zubiri al hablar sobre lo
real, de percibir “lo que tiene propiedades de suyo”. Sobre esto, el viejo
profesor, J.Habermas, puede enseñarnos y nos ha enseñado mucho.
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