Pensar, para mí, es poner en relación ideas, conceptos, es buscar el entramado que conforma las cosas, es ver la estructura latente que hace que las cosas son como son y funcionan de un determinado modo, es dotar de significado y de sentido a lo pensado y percibido; en fin, es entender algo desde un modelo y una estructura determinados y, sobre todo, saber que ese entender siempre es desde uno mismo.
Vivir, para mí, es enlazar con nuestros deseos y traducirlos en actos de vida, aceptando el principio de realidad, que es lo que pone límite al vivir.
Esa aceptación es de la realidad exterior y de mi propia realidad. Ello lo hacemos desde nuestra capacidad sentiente y pensante.
Por tanto, vivir es dejar que aflore nuestro mundo emocional, nuestro ámbito infantil, armonizándose y amigándose con el fluir de la vida; de modo que pueda hacerse experiencia.
El pensar es fecundo en el plano imaginal, conceptual y simbólico. Su utilidad, fea palabra para mí, está en permitirnos acceder al conocer desde los planos conceptual e ideal (no olvidemos que ideal viene de idea) y en dotar de estructura y organización a "lo existente".
El vivir nos enlaza con el flujo de la vida, experienciándola y experienciendándonos con ella.
Armonizar el pensar y el sentir en nuestro cuerpo, en nosotros, es la premisa básica para desplegar nuestro vivir.
No hay comentarios:
Publicar un comentario