COSAS QUE PASAN
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15/7/15

Algunas cuestiones sobre el poder y el miedo (1)

Tenemos tan interiorizado en nuestro código genético y cultural el miedo, que el ejercicio de poder y dominación que ejercemos los humanos, unos sobre otros, apenas lo vislumbramos, si es que lo llegamos a vislumbrar.

Hablar de esto ya sé que es tan antiguo como hablar de la historia de la humanidad, o, al menos, desde que el hombre (y la mujer) fue expulsado del paraíso, acudiendo a la narración mitico-simbólica.

Los modos y maneras en que hemos ejercido el poder han ido cambiando a lo largo de la historia. Se ha pasado de prácticas más a menos cruentas, de prácticas más visibles a más sutiles, de más generalizadas a más localizadas. Pero, de cualquier modo, siempre ha tenido, en cualquiera de sus formas, dos ingredientes básicos: uso de la violencia (física, material y/o simbólica) y miedo.

Pero, estos ingredientes están en todos los actores intervinientes. Quiero decir que no es que el uso de la violencia solo pertenezca a los dominadores y el miedo a los dominados, no. Tanto unos como otros participan de ambos aspectos; si bien, obviamente, lo hacen de modo e intensidad muy distintos. 

Los que ejercen el poder utilizan los resortes de que disponen para seguir teniéndolo, pero también tienen miedo. Si no lo tuvieran, si realmente estuvieran desprovistos plenamente de miedo, no sentirían ninguna necesidad de dominar, controlar y ejercer violencia sobre otros.

Los individuos y grupos que padecen el dominio, no solo tienen miedo, sino que ese miedo se sustenta, en gran medida, en la aceptación implícita o explícita de que hay otros que tienen capacidad para ejercer el poder y la dominación sobre ellos. Es decir, en la aceptación va implícito dar poder al poder.

En nuestro mundo actual, se ha ido constituyendo una forma de poder (y control) mucho más sutil. Ya no es necesario que existan vigilantes y controladores externos, con capacidad coercitiva. El vigilante y controlador se ha trasladado, en buena medida, al interior de cada individuo, a su plano mental e imaginal. Es decir, existe autocontrol y obediencia. Esto no quiere decir que se sea consciente de ello; es más, existe todo un proceso de justificación (racionalización), con despliegue lógico-racional, que niega tal autocontrol.

Todos tenemos ejemplos cercanos, sea en el plano individual o colectivo, sobre cómo operan el poder y el miedo en estos momentos. Conocemos la retórica que se pone en juego para maquillar los hechos, y para no decir lo que se ve, incluso para querer construir otro relato sobre lo que acontece.

Pero las preguntas del millón, al menos para mí, son: ¿se puede salir de este binomio poder-miedo?, ¿se quiere salir?, ¿qué hace falta para ello?

Cuando me planteo todo, no solo tengo la mirada puesta en lo que acontece en el plano social y político, sino, también, en el de las relaciones personales y con los próximos, incluso en la relación que mantenemos con nosotros mismos.




24/3/14

Mito vs. rito (1)

Todo rito es una actualización del mito, según muestra la antropología.

Traigo esto a colación porque vivimos en una sociedad llena de ritos, pero se ha ido olvidando que todos ellos responden o provienen de un mito. Y todo mito es la condensación simbólica en una figura (icono, signo-símbolo) de un conjunto de creencias, de carácter sagrado, que impregnan a una comunidad, construidas en torno a un relato fundacional, con pretensiones de totalidad. 

Asimismo, para desentrañar el significado y sentido del mito se recurre a un pensamiento mítico, basado en metáforas y metonímias, que permiten, por aproximación, adentrarse en él. Por ello, es la narración (mítica) la que va tejiendo (narrando) la fundación y el despliegue del mito.

Los ritos son, por tanto, presentizaciones del mito, que se perpetúan a través de los procesos de aculturación y de la transmisión del inconsciente colectivo.

¿Para qué sirven los ritos? ¿Qué función tienen? Tiene varias pero, sin duda, la función básica es dar consistencia y sentido a lo real, y otorgar identidad (a las cosas y a nosotros con y en las cosas), a partir del mito en que se sustenta.

La irrupción, desarrollo y hegemonía del pensamiento racional fue diluyendo el pensamiento mítico, a la vez que desactivando de nuestra memoria (plano consciente) el relato mítico. Pero quedaron, como práctica (simbolico-cultural), los ritos. De manera, que éstos se incardinan en nuestro mundo de vida de modo "natural", dejando (aparentemente) fuera su origen y despliegue.




19/12/13

Feliz Navidad

Se aproxima la Navidad y entramos en ese tiempo muerto en el que parece que todo se para o el mundo se vuelve distinto.

Esto de los momentos del año, que son "rito de paso", como dicen los antropólogos, que sirven para darnos un respiro o entrar en la ritualización de un "tiempo nuevo", sin duda tienen una función social, con independencia de cual sea el clima social que impere y como ande la Bolsa en esos momentos, o como estén nuestros bolsillos.

Por seguir recordando cosas de la antropología, recordaré que el rito es la actualización del mito. Y, sin duda, la Navidad es un momento, un tiempo social, que se caracteriza por estar cargada de ritos.

Ritos que afectan a nuestros cambios de hábitos en estas fechas: comidas y cenas de trabajo, con amigos, con conocidos que habitualmente no vemos, etc. Propensión a consumir: cosas (en forma de regalos), alimentos (es momento de comer más y comer otros alimentos, siempre que la economía lo permita), afectos (hay que estar con los tuyos, te guste o no), estados de ánimo (alegría o melancolía y tristeza, depende de la situación de cada cual), etc.

Es un período marcado por cierta tendencia al exceso, a sentir que hay que vivir estos días con intensidad, a socializarse por todo lo que no te has socializado durante el resto del año, a vivir a la familia, a los amigos, a los compañeros de trabajo y a los conocidos, de un modo más próximo.

Por supuesto que, además de las prácticas sociales, estos días tienen un significado religioso para los cristianos. Lo de además es una incorrección mía, pues pareciera que es algo subordinado o un efecto colateral; siendo, por el contrario, su sentido religioso el origen y señas de identidad de la Navidad. Aunque es cierto que casi todas las celebraciones y fiestas existentes tienen un motivo sagrado. Es más, aquellas que no lo tienen, si nos fijamos con detenimiento lo que se celebra, es porque se ha impregnado de una cierta sacralidad eso profano que es digno de un tiempo especial.

Y así, ocurre de nuevo que estamos en una nueva Navidad, repitiendo ritos, actualizando mitos, entrando en un nuevo tiempo muerto, "tiempo sacro", tiempo festivo, que sirve, al margen, o además, de su sentido religioso, para cambiar hábitos, romper inercias, reencontrar espacios externos e internos que en la vorágine diaria pueden estar medio fosilizados y, que no falte, la llegada de las promesas para el futuro.

Es curioso esto, porque aunque luego no hagamos nada de lo que nos prometemos hacer, sin duda tiene un cierto efecto catártico, tanto social como personal, y opera como desintoxicación de todos aquellos tóxicos que llevamos incorporados en nuestra vida cotidiana. Es como una cierta forma de sentir que ponemos el contador a cero. Y, claro, aunque luego sigamos con lo de siempre, al menos por un tiempo hemos sentido la ilusión de cambio en nuestras vidas, lo cual ya tiene en sí mismo un cierto efecto balsámico y de desahogo. Vamos, que aporta sensación de ingravidez.

A mí me gustaría que fuese una Navidad que llegase a todo el mundo, que realmente significase un cambio, para bien, por supuesto, que nos permitiera echar al cubo de la basura todo lo que nos llega de amargura y de sufrimiento, que desechásemos de nuestras vidas y nuestro entorno la desconfianza y fuésemos más próximos con nuestros próximos, pero no desde un sentimiento obligado o impostado, sino desde el convencimiento de que es lo mejor para mí y para el otro, de que mirásemos nuestros miedos con menos miedo, de que rompiésemos clichés y estereotipos que tenemos en nuestro mundo de confort, que hace que sea tan poco confortable en realidad (aunque no lo sepamos). En definitiva, que este período de tránsito, que implica cualquier "tiempo de paso", fuese un momento para iniciar un cambio real en lo personal y en lo social.

Bueno, ya sé que esto pertenece al mundo de los sueños. Pero soñar, al menos soñar, aún es gratis. 
Feliz Navidad.