Escuchando y leyendo lo que se dice sobre la situación socio-económica y política que acontece, veo que hemos entrado en un terreno francamente pantanoso.
Me explicaré. Estamos en un proceso de descomposición social vertiginosa, donde cada vez hay más bolsas de pobreza a la vez que hay un núcleo de ciudadanos minoritario que incrementa su riqueza y, lo que es más grave, ahonda su diferencia con respecto a los grupos sociales más desfavorecidos.
Este hecho fragmenta y descohesiona el tejido social, inaugurando un sendero de anomia social.
En paralelo, se genera y fomenta un discurso dominante tendente a eliminar al sujeto(s) causante de esta situación, y se habla de ciclos, de mercado; es decir, de enunciados donde el sujeto de la enunciación no está, no existe o no es posible concretarlo en ningún individuo, grupo o institución
Asimismo, crece un estado de opinión, apuntalado por un grupo de voceros del statu quo (muchos no saben que cumplen esa función), que se empeñan en centrar la solución exclusivamente en cambiar el estado de ánimo de las personas como fórmula demiúrgica para la salvación. De paso, con ello hacen caer la responsabilidad del "statu quo" socio-económico en los individuos que padecen la situación y de la que no son en absoluto responsables.
Además, hay una tendencia muy asentada en la población, que considera que "las cosas se solucionan con el tiempo" o son otros los que han de solucionarlo. Por cierto, que esto último es sin duda sobre todo tarea de otros, de los que tienen más responsabilidad, pero lo que no se percibe, ni se entiende aún del todo, es que a todos nos toca asumir la nueva realidad si queremos salir adelante, y eso pasa inevitablemente por introducir cambios en nosotros.
Unido a todo ello, se dice también que esta crisis es consecuencia de una crisis de valores. Y sin duda lo es,pero no sólo. Además, cualquier crisis también lo es de valores. Pero pareciera que es algo malo cuando se afirma esto, y no tiene por qué ser así. Es más, en concreto en esta situación creo que la crisis de valores ha sido una consecuencia y no la causa, pero ese es un tema que habrá que dejar que el tiempo transcurra para poder analizarlo con mayor perspectiva.
Por último, hay algo que es lo que me parece más preocupante de todo. Cuando se lanzan pronósticos sobre el futuro, o se "detectan síntomas de final de la crisis", me consta que obedece a una pura cosmética, que consiste en coger datos aislados, y forzarlos para que encajen con un deseo que se consolide como un estado de opinión, pero no conozco aún ningún informe realmente riguroso que permita avalar algo así. En ese diseño cosmético se magnifican datos, que ni siquiera se sabe si son coyunturales o estructurales, pero se les señala como inicio de cambio de tendencia.
En definitiva, hay una saturación de "lugares comunes" con la pretensión de elevarlos a categoría de ciencia o de descubrimiento relevante. Estamos aún en el magma de la confusión, propio de todo proceso de transformación social y económica.
Sería muy necesario que centráramos nuestra atención, como ciudadanos, en observar las prácticas sociales que se derivan de los discursos que circulan. Es decir, ver qué grado de correspondencia hay entre los "decires", los "haceres" y las representaciones simbolico-sociales que se configuran. Si se constata que las diferencias entre esos planos existe, incluso que hay divergencias significativas entre ellos, sería tal vez deseable analizar en qué consisten, y que, posteriormente, tras conocerlas tornásemos nuestro mirada personal y colectiva hacia una ética de bienes, superando (e incluyendo) la ética de valores, que tantos problemas y conflictos ha acarreado a la historia de la humanidad.
Me explicaré. Estamos en un proceso de descomposición social vertiginosa, donde cada vez hay más bolsas de pobreza a la vez que hay un núcleo de ciudadanos minoritario que incrementa su riqueza y, lo que es más grave, ahonda su diferencia con respecto a los grupos sociales más desfavorecidos.
Este hecho fragmenta y descohesiona el tejido social, inaugurando un sendero de anomia social.
En paralelo, se genera y fomenta un discurso dominante tendente a eliminar al sujeto(s) causante de esta situación, y se habla de ciclos, de mercado; es decir, de enunciados donde el sujeto de la enunciación no está, no existe o no es posible concretarlo en ningún individuo, grupo o institución
Asimismo, crece un estado de opinión, apuntalado por un grupo de voceros del statu quo (muchos no saben que cumplen esa función), que se empeñan en centrar la solución exclusivamente en cambiar el estado de ánimo de las personas como fórmula demiúrgica para la salvación. De paso, con ello hacen caer la responsabilidad del "statu quo" socio-económico en los individuos que padecen la situación y de la que no son en absoluto responsables.
Además, hay una tendencia muy asentada en la población, que considera que "las cosas se solucionan con el tiempo" o son otros los que han de solucionarlo. Por cierto, que esto último es sin duda sobre todo tarea de otros, de los que tienen más responsabilidad, pero lo que no se percibe, ni se entiende aún del todo, es que a todos nos toca asumir la nueva realidad si queremos salir adelante, y eso pasa inevitablemente por introducir cambios en nosotros.
Unido a todo ello, se dice también que esta crisis es consecuencia de una crisis de valores. Y sin duda lo es,pero no sólo. Además, cualquier crisis también lo es de valores. Pero pareciera que es algo malo cuando se afirma esto, y no tiene por qué ser así. Es más, en concreto en esta situación creo que la crisis de valores ha sido una consecuencia y no la causa, pero ese es un tema que habrá que dejar que el tiempo transcurra para poder analizarlo con mayor perspectiva.
Por último, hay algo que es lo que me parece más preocupante de todo. Cuando se lanzan pronósticos sobre el futuro, o se "detectan síntomas de final de la crisis", me consta que obedece a una pura cosmética, que consiste en coger datos aislados, y forzarlos para que encajen con un deseo que se consolide como un estado de opinión, pero no conozco aún ningún informe realmente riguroso que permita avalar algo así. En ese diseño cosmético se magnifican datos, que ni siquiera se sabe si son coyunturales o estructurales, pero se les señala como inicio de cambio de tendencia.
En definitiva, hay una saturación de "lugares comunes" con la pretensión de elevarlos a categoría de ciencia o de descubrimiento relevante. Estamos aún en el magma de la confusión, propio de todo proceso de transformación social y económica.
Sería muy necesario que centráramos nuestra atención, como ciudadanos, en observar las prácticas sociales que se derivan de los discursos que circulan. Es decir, ver qué grado de correspondencia hay entre los "decires", los "haceres" y las representaciones simbolico-sociales que se configuran. Si se constata que las diferencias entre esos planos existe, incluso que hay divergencias significativas entre ellos, sería tal vez deseable analizar en qué consisten, y que, posteriormente, tras conocerlas tornásemos nuestro mirada personal y colectiva hacia una ética de bienes, superando (e incluyendo) la ética de valores, que tantos problemas y conflictos ha acarreado a la historia de la humanidad.
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