La situación actual, más allá de crisis o no crisis, se puede resumir en que la estructura social y económica pivota sobre la apropiación del excedente simbólico.
Puede resultar paradójico esto en unos momentos en que parece que el flujo de necesidades de todo tipo va en aumento. Siendo cierto que estamos un una situación en la que se está generando un grave deterioro social que el sistema no sabe, no puede o no quiere cortocircuitar, que la política y lo político están en creciente descrédito, que la arteria financiera no riega el flujo crediticio, etc.; sin embargo, todo ello, desde mi punto de vista, es consecuencia de una transformación de los espacios simbólicos de dominación y legitimación recientes y de una apropiación de estos espacios por parte de una minoría que de momento doblega a la inmensa mayoría de la población; a la vez que irrumpen espacios simbólicos distintos, alternativos, que son potenciales desactivadores de aquellos, pero que aún carecen de fuerza legítima y de masa crítica para tener relevancia.
Me explicaré cogiendo un aspecto nuclear: el dinero. Éste es la herramienta fundamental sobre la que se sustenta nuestro mundo, ha dejado de ser simplemente un medio para la obtención de bienes, y ha pasado a ser un elemento que tiene su peso fundamentalmente en el aspecto simbólico que ejerce y representa. En estos momentos, comprar y vender dinero, que no es otra cosa que lo que hacen los mercados financieros y especulativos, es la consecuencia del momento emocional que los agentes encargados de ello poseen. Esto es algo que saben muy bien los brokers. Es más, saben que el éxito de su trabajo reside en conocer su funcionamiento emocional y manejarlo adecuadamente, así como detectar el patrón emocional que está produciéndose en un determinado momento por parte de los agentes que están operando en los mercados. Sobre estas premisas se conduce el capital financiero y especulativo, y sobre ellas se mueven los flujos de capitales; es decir, estos son los escenarios que condicionan el resto de ámbitos que afectan a nuestro mundo social, político, económico y personal.
Si el dinero fuese realmente sólo un valor material todos los bancos del mundo estarían en quiebra técnica. Pero ese no es el juego sobre el que opera el sistema.
Por otro lado, el poder se ejerce más que nunca, generando espacios simbólicos de dominio, apropiándoselos, imponiéndolos, y todo ello desde una posición de completo anonimato. Estamos en una situación, donde los discursos que se ponen en circulación como forma de control y dominio, carecen de sujeto, éste es invisible, de manera que hay unos discursos hegemónicos sin sujeto de la enunciación.
Estamos en un momento de intensa opacidad. Sentimos y padecemos la inmensa mayoría las consecuencias de lo que sucede, incluso podemos conocer sus causas, pero desconocemos profundamente los sujetos que generan, fomentan y mantienen dicha situación.
Ahora bien, la eficacia simbólica reside en que sea aceptada, interiorizada y asumida su carga simbólica por la mayoría de los individuos. Ahí reside su enorme potencia y a la vez su debilidad. Es potente porque algo que es arbitrario y contingente se transmite y se interioriza como inevitable y consistente, con carga emocional asociada al símbolo/signo/icono. Pero su debilidad radica precisamente en que necesita de alguien que esté dispuesto a otorgar credibilidad y lo interiorice con carga de fuerza real. Si esto no sucede todo el entramado se desvanece.
Se empieza a detectar el crecimiento de una parte de los ciudadanos,no sólo de aquí, es un fenómeno global, que se desvinculan de todo el entramado de poder sobre el que reside la arquitectura de nuestro mundo de vida actual. Aún no han surgido acciones eficaces para contrarrestar dicho poder. Es necesario, para ello, que se creen nuevos escenarios simbólicos que desactiven a aquellos, que consigan procesos de identificación, significación, sentido y acción con base real en la ciudadanía, y que se "entienda" que todo poder necesita necesariamente de una clientela dispuesta a la pleitesía para su ejercicio y dominación.
El futuro dirá.
Se empieza a detectar el crecimiento de una parte de los ciudadanos,no sólo de aquí, es un fenómeno global, que se desvinculan de todo el entramado de poder sobre el que reside la arquitectura de nuestro mundo de vida actual. Aún no han surgido acciones eficaces para contrarrestar dicho poder. Es necesario, para ello, que se creen nuevos escenarios simbólicos que desactiven a aquellos, que consigan procesos de identificación, significación, sentido y acción con base real en la ciudadanía, y que se "entienda" que todo poder necesita necesariamente de una clientela dispuesta a la pleitesía para su ejercicio y dominación.
El futuro dirá.
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