COSAS QUE PASAN

24/3/14

Mito vs. rito (1)

Todo rito es una actualización del mito, según muestra la antropología.

Traigo esto a colación porque vivimos en una sociedad llena de ritos, pero se ha ido olvidando que todos ellos responden o provienen de un mito. Y todo mito es la condensación simbólica en una figura (icono, signo-símbolo) de un conjunto de creencias, de carácter sagrado, que impregnan a una comunidad, construidas en torno a un relato fundacional, con pretensiones de totalidad. 

Asimismo, para desentrañar el significado y sentido del mito se recurre a un pensamiento mítico, basado en metáforas y metonímias, que permiten, por aproximación, adentrarse en él. Por ello, es la narración (mítica) la que va tejiendo (narrando) la fundación y el despliegue del mito.

Los ritos son, por tanto, presentizaciones del mito, que se perpetúan a través de los procesos de aculturación y de la transmisión del inconsciente colectivo.

¿Para qué sirven los ritos? ¿Qué función tienen? Tiene varias pero, sin duda, la función básica es dar consistencia y sentido a lo real, y otorgar identidad (a las cosas y a nosotros con y en las cosas), a partir del mito en que se sustenta.

La irrupción, desarrollo y hegemonía del pensamiento racional fue diluyendo el pensamiento mítico, a la vez que desactivando de nuestra memoria (plano consciente) el relato mítico. Pero quedaron, como práctica (simbolico-cultural), los ritos. De manera, que éstos se incardinan en nuestro mundo de vida de modo "natural", dejando (aparentemente) fuera su origen y despliegue.




18/3/14

La pregunta sobre el hacer cambia el hacer: algunas ideas sueltas

Nuestro conocer siempre es interpretativo y experiencial.

Cuando buscamos, no encontramos.

Cuando oponemos resistencia, sentimos más presión.

La construcción de sentido es una necesidad humana, a la vez que una fabulación.

Tiene más el que más gasta.

Lo subjetivo lo es porque tiene en cuenta al objeto.

La certeza es lo que nos aleja del conocimiento.

Todo constructo racional se funda en premisas arracionales, aceptadas y originadas desde las emociones.

La vida y el funcionamiento de la vida no se basa en la certeza, se basa en la confianza: el recién nacido no nace en la certeza, nace en la confianza.

Los seres humanos hemos perdido la confianza, y como queremos control queremos certidumbre, y como queremos certidumbre no reflexionamos sobre lo que nos pasa.

La relación entre el observador y lo observado es indisociable, forman un todo: accedemos a lo real desde nosotros mismos.

Solo podemos conocer a través de la metáfora.

Conocer es generar metáforas que nos permiten explicar-nos la realidad metafóricamente.

La realidad siempre es n+1 respecto al modelo.

Somos un mix de herencia genética y aculturación metido en el flujo del tiempo, y algo más.

La pregunta sobre el hacer cambia el hacer.

16/3/14

La historia que te cuentas es la vida que vives

Nuestro relato sobre lo que pasa y nos pasa transmite lo real y, a su vez, crea realidad.
Las palabras que utilizamos, las frases que construimos en nuestra narración, de algún modo fija la realidad. Lo hace designándola de un modo concreto, seleccionando determinados aspectos, dejando fuera otros, potenciando un tiempo en detrimento de otros, y generando una mirada selectiva sobre la totalidad. No se trata de un proceso tramposo ni intencionado, simplemente es el resultado de nuestro campo limitado de percepción y de consciencia. Es nuestra disonancia cognitiva. Pero creo que es algo más.

10/3/14

"Todo el rato nos pasan cosas"

Todo el rato nos pasan cosas: buenas, malas y mediopensionistas. Si no nos pasaran cosas sería porque estamos muertos.

El tema no es que nos pasen cosas, sino cómo nos relacionamos con las cosas que nos pasan.

Creo que ese es el quid de la cuestión de cara a esto que nos traído aquí, que no es otra cosa que el vivir.

Escucho a veces a personas que depositan su estado de felicidad (tema éste cuasi metafísico) o de satisfacción, en su situación económica, en que su pareja le quiera o no, en que no tenga disgustos, en que...Escucho a personas que depositan todo el peso en el afuera, fuera de ellos mismos: escucho a personas que se sienten víctimas del mundo, y constato que sintiéndose víctimas siempre estarán expuestas a los avatares del afuera, y serán casi siempre éstos negativos, como no podría ser de otro modo. Es comprensible que alguien tan pendiente del afuera, que siente ese afuera como potencial amenaza de sí mismo, lo que provoca es justamente lo que teme; además de que, aunque vengan cosas "buenas", siempre serán susceptibles de mejora o algún fallo tendrán, seguro. 

No pretendo parodiar a estas personas que se posicionan ante el mundo de este modo, en absoluto. Además sé que sufren mucho, pero también sé que se trata, en buena medida, de un sufrimiento gratuito. Sí quiero quitar algo de peso e incorporar, si puedo, unas gotas de sentido del humor.

Para mí vivir consiste básicamente en enlazar con nuestros deseos (ese mundo inconsciente o zona oscura, que todos tenemos dentro), dotarlos de sentido y traducirlos en actos de vida. Ya sé que las palabras quedan bien, pero luego está la cruda realidad, lo sé. Pero también sé que lo que digo no son solo palabras, sino que son experiencias de personas que he conocido de primera mano y que es el camino que recorren y se han marcado.

¿Cual es el principal problema para materializar todo esto? Sin duda el miedo. El miedo nos hace buscar y depositar fuera de nosotros lo que está en nosotros: buscamos programas, recetas, rutas establecidas, cánones, etc.; de igual modo, responsabilizamos al afuera lo que nos pasa a nosotros, excluyéndonos de cualquier responsabilidad en lo que nos pasa (esto no solo no es real, que no lo es en absoluto, además es una fantasía que nos impide vivir).

El miedo nos paraliza, nos bloquea, nos aliena, nos impide vivir. Pero ese miedo, el que está dentro de nosotros, no el miedo biológico que nos hace reaccionar ante una amenaza exterior, tendemos a alejarlo o negarlo. Creemos que de este modo se va, y lo que hacemos con ello es justamente lo contrario, alimentarlo. Es la idea y/o acción contrafóbica que solemos poner en juego para actuar ante algo que nos genera fobia.

Pero ese miedo interno, que lo llevamos con nosotros allá donde vayamos, por eso las huídas hacia delante no sirven, solo se disuelve mediante dos premisas básicas: aceptarlo y enfrentarlo. La aceptación implica el reconocimiento de que está, de que nos impide hacer cosas, que no nos deja pensar o actuar como querríamos. Cuando se acepta, se empieza a enfrentarlo, y se comienza a sentir que va perdiendo peso en nosotros. ¿Por qué sucede esto?: sencillamente porque lo miramos de frente, es decir, lo sacamos fuera de nosotros, lo "objetivamos", y nos damos cuenta de que a "los fantasmas" solo podemos enfrentarlos fuera de su terreno, fuera de nuestro mundo fabulatorio interior.

Vivir la vida solo es posible desde una posición de libertad, y, para mí, ésta consiste en ausencia de miedo: son las dos caras de una misma moneda. Cuando se entiende esto, no sólo desde la razón sino desde la experiencia personal, se comprende que no hablo solo de palabras.

Libertad, responsabilidad, aceptación y compromiso son las palabras clave, para mí, que hay que enlazar en nuestro vivir.

8/3/14

Miedo vs. aceptación

El mundo ha cambiado de manera significativa, pero se insiste en esperar que todo vuelva a la situación anterior.
Esto ¿es torpeza, ceguera, falta de información? Es simplemente miedo.
La vida es constante movimiento y cambio, sin duda; pero existen saltos cualitativos, que modifican sustancialmente aspectos fundamentales de la realidad en la que nos movemos, al menos fundamentales para nuestro "mundo de vida".
Estamos ante uno de esos momentos cualitativamente diferentes. Sin embargo, por la actitud que percibo, parece que se está a la espera del retorno de lo anterior o, al menos, a que se produzca un cambio que se aproxime a nuestro reciente pasado. 
Este es el pensamiento mágico, que espera que mágicamente retorne lo que se fue, que se recupere lo que se desvaneció; de modo, que se produce una espera pasiva, en la que se confía en que el tiempo "juegue a favor", y que, por "justicia divina", todo vuelva a "su ser". 
Miedo y negación de realidad es lo que predomina. Se sigue mirando el presente con las gafas del pasado, aplicando categorías que han quedado obsoletas, utilizando variables que no son operativas, no incorporando las variables que son auténticamente representativas y que resultan discriminantes para manejarnos con la nueva realidad. Es cierto que en estos momentos existen más variables que fórmulas para resolverlas, pero ese es otro tema.
Ya he dicho en otros momentos que estamos asistiendo a una sociedad aquejada del síndrome postraumático y que aún sigue ahí. Miedo, parálisis, pensamiento mágico, posición pasiva, todo eso es lo dominante. 
Este golpetazo de realidad que nos han dado ha hecho que sea el miedo el que se haya apoderado de nosotros. Cuando esto pasa, intentamos alejarlo con la fantasía de que si lo tenemos lejos no existe o, al menos, no molesta. Sabemos que sucede todo lo contrario, esa actitud lo único que produce es más miedo.
Como he dicho en otras ocasiones no tengo soluciones para una situación de esta envergadura, aunque sí tengo una opinión formada sobre los motivos que la han generado; pero lo que sí sé es que del modo cómo se está enfrentando no nos encaminamos a solución alguna. Creo que la manera de afrontar todo esto pasa necesariamente por asumir lo que hay, y desde una mirada de frente a la situación, una mirada personal/individual y social/colectiva, ambas son necesarias, ponernos manos a la obra desde el momento presente. 
El bloqueo, la parálisis y la negación, que son consecuencia de ese miedo, nunca pueden ser un camino para construir nuestro presente. La aceptación y el compromiso son para mí los caminos que nos permiten manejarnos con lo que hay y diseñar y actuar sobre lo que queremos que haya. Además, es el arma más potente para erradicar el miedo y salir del repliegue en el que nos encontramos.
Pero, sobre todo, mirando de frente a lo que nos pasa, y actuando sobre ello, no sólo nos encamina a crear futuro, sino que desactiva nuestros miedos y crea presente. De esto estoy plenamente convencido.

2/3/14

Cuando hablamos

Hablar es un acto que nos permite sacar cosas de dentro, tenerlas delante, mirarlas, objetivarlas (ob-iectum). Es, por tanto, una forma de aligerar peso, de aliviar esa sensación de carga, a veces difusa, que sentimos en determinados momentos. Además, al hablar, generamos significados y sentido.

Hablamos a través de nuestro lenguaje, usando las palabras, construyendo frases con ellas, creando sintaxis. Es un auténtico acto de creación.

Hablamos utilizando un lenguaje, con sus potencialidades y sus limitaciones, heredado de nuestros predecesores, que nosotros lo actualizamos y lo recreamos en nuestros actos de habla.

En el hablar ponemos pensamientos, sentimientos, emociones, creencias, produciendo una regeneración de los mismos. Es como si cada vez que hablamos renovásemos nuestro equipaje interior, a la vez que modificamos, aunque sea imperceptiblemente, nuestra relación con el entorno. Se puede decir que hablar es un acto de purificación.

Hablamos usando palabras, que se inscriben en un determinado lenguaje, las cuales poseen un determinado grafismo y una sonoridad determinada, que "significan" lo real, lo designan, lo asignan y lo delimitan, a la vez que lo "crean", pues no es otra cosa el lenguaje que una metáfora, que nos permite conocer la realidad de forma metafórica; esa es su grandeza y su servidumbre. 

Por ello, cuando hablamos nos referimos a algo mediante una construcción que pertenece al mundo de lo simbólico, y que nos permite aproximarnos al mundo real. No sabemos en qué grado ni medida, pero es lo que otorga significado y sentido a eso que llamamos realidad. Es el hablar, por tanto, un crear realidad para conocer la realidad.

En definitiva, cuando hablamos actualizamos nuestro mundo imaginal a la vez que recreamos nuestra relación con el entorno y, por supuesto, nuestra relación con nosotros mismos. Hablar no es otra cosa que interpretar lo desconocido.

Por último, cuando hablamos lo hacemos con alguien, que escucha, que interpreta lo que le llega de nuestras palabras, que las escucha y las procesa desde su capacidad receptiva, que le otorga (de nuevo) significado y sentido, el suyo propio; de modo, que crea una metáfora nueva para recibir y asimilar lo dicho. Así, de forma dinámica, vamos actualizando el lenguaje, el sentido y, por qué no, la realidad.