COSAS QUE PASAN

24/11/14

La capilaridad del poder vs. la libertad.

Ha sido Michael Foucault uno de los autores que más y mejor ha analizado el fenómeno de la eficacia del poder (de los poderes, diría el autor) en nuestro mundo moderno y tardo-moderno. Explicó, con enorme lucidez, como opera la práctica del poder en nuestro mundo actual, y cómo llega a su máximo rendimiento mediante la introyección de los discursos que hegemoniza el poder; de tal modo que ya no es menester obedecer a los "guardianes externos", sino que éstos se encuentran instalados en el seno de nuestro propio interior. El resultado de todo ello deviene en prácticas acordes con lo establecido, manteniendo y reproduciendo los ejes materiales y simbólicos del mundo social, cultural y económico impuestos.

Ahora bien, ¿es posible salir del panóptico de Bentahm, que tan bien expresa el control del poder?

Si hubiera tenido que contestar a esta pregunta hace unos pocos años, habría dicho que no. En estos momentos, tengo la certeza plena de que sí es posible. 

Hace ya bastantes años, en una entrevista al sociólogo francés Alain Touraine, le preguntaron si era posible salir de lo social, ante lo que contesto que no solo era posible, sino que era muy recomendable. La respuesta me atrajo, me generó gran interés, pero no pude dotarla de suficiente sentido y menos aún de hacerla real. Ahora ese comentario tienen una lectura y un significado mucho más profundo y certero para mí. Es más, posiblemente tienen otro significado y otro sentido al que vislumbré entonces.

Ahora sé que podemos salir del universo simbólico hegemónico en el que estamos, así como del ámbito de lo social. Para ello, es necesario cambiar nuestro mapa mental, y enlazar con otro modo de conocer y percibir la realidad, de percibir a los otros y de percibirnos a nosotros mismos. Y cuando eso ocurre, sí es posible enlazar con espacios de libertad desconocidos.


15/10/14

La felicidad: un sentimiento aplazado

El futuro funciona, en algunas ocasiones, como una "droga dura". Lo utilizamos, en esas ocasiones, para posponer y proyectar deseos, para imaginar cosas que haremos, para fabular con sentimientos que tendremos, momentos que viviremos.

Es, para este tipo de situaciones de las que hablo, el tótem, la eterna promesa, que nos "saca" del momento presente y nos evade del único momento real que existe, que no es otro que el momento presente, que se produce aquí y ahora.

No digo que no hay que mirar hacia adelante. Solo planteo que el dar el salto hacia ese próximo tiempo que aún no ha llegado, a veces, muchas veces, funciona como un escape de la única realidad que es, que se manifiesta y que se expresa, que no es otra que el ahora.

Porque lo que venga, su devenir, cuando llega es, se hace momento presente, vuelve a ser ahora. Porque siempre vivimos en el ahora. Sé que lo que aquí planteo es obvio, pero me consta que en nuestro vivir, a pesar de su obviedad, vivimos ajenos a ello. Mejor dicho, dejamos de vivir para anclarnos en el plano mental, imaginal y, a veces, fabulatorio. 

Suele suceder que, o bien nos instalamos en la nostalgia del pasado o en la promesa del futuro, ninguno está, salvo en nuestros pensamientos. Sin embargo, nos olvidamos de lo que tenemos justo delante, encima, debajo, en medio, dentro, fuera, ahora, que no es otra cosa que la única realidad que se manifiesta y con la que nos podemos entender (o desentender).

Todo esto lo digo porque escucho con mucha frecuencia la frase: yo seré feliz cuando...Les suena, verdad. Y siempre surge en mí la tentación de decir: y, ¿por qué no ahora?. Es cierto, que en algunas ocasiones la respuesta ha venido sola por parte de mis interlocutores: porque aún no tengo (o me falta) lo que necesito. 

Ya imagina el posible lector que esa respuesta se comenta por sí sola. Solo añadiré al comentario que cada uno quiera hacer, que en el momento que el futuro se torna presente, se vuelve a reproducir el guión: miramos al futuro como "droga dura", esperando que sea en ese tiempo por llegar cuando consigamos ser felices.


21/8/14

Algunas consideraciones personales sobre I+D+I (2)

En la llamada sociedad del conocimiento nos encontramos con una situación paradójica: ya no se trata de acceder a la información, ahora se trata de saber escoger la que sirve y desechar el resto.

En nuestro mundo tecnológico e hiperconectado podemos acceder casi instantáneamente a cualquier información que deseemos. Ya no tenemos problemas con ello. Ahora, el gran reto es saber pertrecharse de una gran papelera para eliminar toda la que no sirve, sea porque no es relevante, sea porque no tiene la calidad suficiente. Y, obviamente, elegir aquella que nos es útil.

Por tanto, el conocer, hoy en día, ya no es un problema de acumular información, sino de depurarla, seleccionarla y metabolizarla en conocimiento.

Comento todo esto porque a veces se tiende a confundir información con conocimiento; y, además, se tiende a pensar que la ingente cantidad de información de que disponemos nos lleva casi inmediatamente al conocimiento.

Por el contrarios, nos encontramos en estos momentos, en el ámbito de las Ciencias Sociales al menos, ante un reto de una enorme complejidad, como consecuencia de lo apuntado anteriormente: existen muchas más variables que fórmulas para resolverlas.

La anterior llamada sociedad de la información hizo emerger multitud de variables, antes no contempladas o no existentes. Ahora, en la sociedad del conocimiento, no sabemos aun el grado de relevancia y de discriminación de muchas de ellas.

El desarrollo tecnológico tan espectacular nos ha permitido tener la información y hacerlo en tiempo récord. Además, disponemos de herramientas técnicas que nos permiten transformarla y depurarla sin dificultad. La tecnología ya no es problema para ello. Ahora el reto es conocer; es decir, tener una capacidad comprensiva e interpretativa idónea sobre el magma de información disponible, para explicar lo real.

De momento, ante el mar de dudas, se sigue tirando de las viejas variables socio-demográficas, que siempre nos salvan la cara de nuestro déficit de conocimiento.



6/8/14

En Ciencias Sociales el modelo no es la realidad

Puede parecer demasiado obvio recordar, sobre todo para algunos, ante los cuales pido disculpas, que los modelos (sean teóricos y/o metodológicos) en el campo de las Ciencias Sociales (en adelante CCSS) son eso: modelos. Pero no son la realidad; nos sirven para captar, interpretar y, llegado el caso, modificar la realidad. Como decía un sabio y entrañable profesor y maestro, la realidad es siempre n+1 respecto al modelo. 

Todo modelo en CCSS se construye a partir de hipótesis plausibles sobre la estructura y el funcionamiento del objeto de estudio, dotadas de un grado de coherencia y de rigor internas, que  resultan pertinentes, que ofrecen una plausible explicación del objeto de estudio, de la composición de los elementos que lo configuran y de la relaciones tanto estructural como funcional que poseen, que permiten evaluar el flujo de las dinámicas internas que se dan, así como las dinámicas con el entorno, y que su grado de vigencia están sometidas a la desaparición de las condiciones materiales o simbólicas del objeto de análisis. Por tanto, todo modelo es una representación de la realidad; es decir, una simplificación de la misma, que nos permite aproximarnos a ella de forma comprensiva a partir de unos esquemas/filtros de observación, desentrañando sus bases estructurales y funcionales, y con posibilidades de actuar/modificar dichas bases.

Hacer mención de esta obviedad ha surgido debido a que compruebo a diario que para muchas personas lo aquí planteado ni es obvio ni siquiera es conocido.

24/7/14

Algunas consideraciones personales sobre I+D+I (1)

La sociedad que no apueste por la triada investigación-desarrollo-innovación (en adelante I+D+I) está destinada a quedar fuera de juego en el medio y largo plazo.

Esta obviedad parece no serlo tanto a tenor de la poca atención que se le presta. No me refiero, claro, a la declaración de intenciones, que ahí sí que todos dicen apostar por ello, sino a los datos que arroja cualquier indicador que cojamos en estos momentos.

Por cierto, aquí todos los sectores y estamentos de nuestro país andan afectados por la escasísima dedicación que les ocupa invertir en alguna de estas áreas, sea público o privado.

Se argumenta, para compensar la mala conciencia, eso en el mejor de los casos, la mayoría es para mantener y fomentar una imagen, que no hay dinero en estos momentos, que no es el momento, que no hay inversores que apuesten por ello, etc, etc. Y no dudo que parte de razón haya en esgrimir estos argumentos, pero me consta que en bastantes ocasiones están sirviendo de pura coartada para justificar la falta de valor que se le otorga a esta triada. Así vamos fatal, francamente. Es como poner las carretas delante de los bueyes.

¿Por qué me permito ser tan rotundo es semejante afirmación? Porque conozco bastante a fondo el mundo de la investigación, al menos de la investigación social y de mercados, donde llevo trabajando toda mi vida profesional, tanto en el ámbito de la investigación básica como en la aplicada, y sé lo que aporta, y también sé lo que se pierde cuando se deja de apostar, es decir, invertir y apoyar, en este área.

No se puede pensar en diseñar un futuro de mejora colectiva, económica y social, si no está basado en el conocimiento y en la metabolización del mismo; es decir, el desarrollo y la innovación.

En un mundo de cambio vertiginoso, donde el motor está asentado en la tecnología y la comunicación, donde la interconectividad global ya es un hecho incuestionable, es fundamental diseñar un proyecto colectivo que nos meta de lleno como sociedad, si lo prefieren, como país. Pero para diseñarlo es menester tener las líneas sobre las que "construirnos" como sociedad de cara al futuro inmediato, y es básico cambiar nuestra cultura educativa (esa la primera y fundamental), en todos sus niveles (desde la educación básica hasta la universitaria), nuestra cultura laboral y profesional, apostando por la calidad como valor innegociable. Es una tarea de todos, pero, evidentemente, lo es mucho más de aquellos que tienen alguna o mucha responsabilidad sobre ello.

Si no entendemos que es la senda que realmente puede hacernos mejorar en todos los sentidos y a todos los sectores sociales si no le damos el valor y la importancia que tienen, nuestro futuro como sociedad no existe.


23/7/14

Pensamientos sueltos (escrito en 2000)

A veces se dice una idea y se la “encaja” dentro de una determinada corriente de pensamiento o de un sistema filosófico o de una ideología. Y, ya está. Nos quedamos tan tranquilos porque hemos “clasificado” dicha idea, la hemos ubicado dentro de un sistema ya establecido. Esto produce tranquilidad, pero mata la idea misma, le quita su fuerza y su capacidad de proyectarse y engendrar nuevas ideas. Así funcionamos muy a menudo los seres humanos, necesitamos re-conocer lo nuevo dentro de lo ya conocido, porque de lo contrario nos desconcierta y descoloca. Pero ese proceso siempre conlleva cierta posición de ceguera, de conservadurismo, de no dar prioridad a los hallazgos que encontramos en la realidad o que la propia realidad nos muestra, sino que priorizamos los pensamientos ya establecidos, ya consolidados y, por tanto, ya petrificados

14/7/14

Sobre el amor y el presente

El pasado no está, el futuro aun no existe, tan solo tiene consistencia real el presente. Es más, apurando un poco el argumento, solo lo tiene el presente-presente.

En tiempos de mudanza, como el que nos ocupa, resulta complicado percibir, sentir y experienciar el presente. Además, somos deudores de una cultura, la occidental, muy volcada hacia el pasado y hacia el futuro, y poco ejercitada en situarse, en estar y ser (en estar siendo) en el presente. A pesar de que asistimos a una multitud de enfoques traídos de Oriente, que nos hablan del vacío, del no-ser, de la conciencia plena (mindfulness), etc., nos aproximamos a estos planteamientos todavía a la luz de una mirada marcadamente occidental. 

El ser humano tiene dos posibilidades de recorrido en su vida, a mi modo de ver y esquematizando al máximo: el camino del amor o el camino del miedo. El amor es apertura, oquedad, inclinación a los otros, a la vida y, por supuesto, a uno mismo. El miedo es cerrazón, repliegue, rechazo, opacidad, aislamiento, etc.

Pero, el amor solo se puede dar (y se da) en el presente. Lo demás es nostalgia del pasado o promesa de futuro; es decir, son construcciones mentales que hacemos sobre nuestro ayer o nuestro mañana. Se trata,  por tanto, de ámbitos que tienen que ver con el "pensarse", pero no con el "vivirse", y el amor es un hacer haciendo (viviendo) desde nosotros mismos, en cada momento presente, y que va desplegando posibilidades de elección/acción en el devenir del momento presente.

Pero, en la bifurcación entre ambos itinerarios, hay un aspecto que, al menos para mí, es fundamental: el amor enlaza con la libertad y el miedo la desactiva y la anula completamente.

Todo esto que traigo a colación no se trata ni de simples palabras, ni de ideas, ni mucho menos de ideales, sino de cosas tangibles y concretas que percibo, detecto y experimento en mi vivir diario.




2/7/14

PIB vs. "PEN (Producto Emocional Neto)"

Escuchamos y leemos, de manera recurrente, la letanía de datos macroeconómicos, que nos informan si "vamos bien" o "vamos mal". Funciona ya a modo de mantra. El lenguaje económico inunda casi todo lo social, por no decir todo lo real. Es a través del dato como respiramos o suspiramos en función de la cifra y del signo (+ o -) que arroje.

Es innegable que son datos importantes, incluso fundamentales, para poder dilucidar "como van las cosas" y hacia donde apuntan. Pero resulta demoledor su hegemonía como cuasi único enfoque interpretativo de la realidad en que nos encontramos, dejando de lado otros ámbitos relevantes, que lo son no solo por su impacto en nuestras vidas, sino también por la correlación que mantienen con los datos económicos.

Estamos en un escenario impregnado de hiperrealismo económico; o, tal vez, mejor decir en el escenario economicista.

Sucede que si nuestra mirada está únicamente centrada en los datos, y nada más que en los datos, puede suceder que estemos en un proceso grave de pérdida de realidad y de pérdida de humanidad.

No se me enfaden los expertos y técnicos de la disciplina económica. Imagino que pueden estar pensando, si es que alguno lee estas líneas, que lo que buscan es precisamente solventar o paliar el desaguisado en el que estamos. Pero, paradójicamente, nuestra mirada unilateral provoca dos efectos perversos desde mi punto de vista: desatiende aspectos que tienen que ver con el sentir y padecer esta situación hombres y mujeres concretos y reales, y, en segundo lugar, nos enroca y ofusca en buscar solo las salidas que la economía contempla. Dejo de lado aquí cuestiones sobre las múltiples salidas que cada enfoque teórico-práctico de esta disciplina contempla, apoyado siempre en una posición ideológico/axiológica que lo sustenta, pero esta es otra historia.

Mientras estamos en este escenario, con los actores sujetos al mismo guión, reproduciendo el mismo texto, aunque sea con matices diferentes, pero dentro de la misma matriz, alimentando y reproduciendo los mismos discursos, con idéntica o parecida producción de significados y sentido, el animus colectivo y personal va en caída libre. Eso sí, buscando refugios cortoplacistas, sin que lo parezcan, que alivien el sufrimiento y anestesien la conciencia, que ya son unos cuantos los que van apareciendo.

Decir que toda resistencia es una persistencia puede entenderse muy mal si no se explica, pero es algo de lo que estoy plenamente convencido, y explicarlo me llevaría demasiado lejos aquí, pero es lo que estamos haciendo de forma reiterada. Seguimos en más de lo mismo, sabiendo que si buscamos de igual modo, mirando la realidad con las mismas gafas, y analizando con las mismas herramientas, incluso utilizando métodos y variables que pueden padecer cierta  obsolescencia, los resultados no van a variar mucho de lo que ya conocemos. 

Así que me parece que sería tal vez conveniente que atendiéramos al PIB para ver "cómo vamos", y también a lo que llamo el "Producto Emocional Neto" (PEN) para ver cómo nos sentimos. Si viéramos la conexión que existe entre ambos indicadores, el primero ya está muy configurado, el segundo es para mí algo más que una ocurrencia;y si trabajásemos en paralelo con ambos, tal vez pasaba algo distinto. 

Todo esto viene tras la sensación de que nos empeñamos en buscar cosas en la cesta inadecuada. Mientras, el PEN sigue creciendo, pero lo consideramos una consecuencia lógica de lo que hay.

23/6/14

Relatemos

La actualidad nos obstaculiza ver, oir, sentir y pensar el presente.

Ese atropello de noticias, eventos, ocurrencias y situaciones de todo tipo, nos atrapa en la vorágine de lo último sucedido, de la última frase dicha o la última acción llevada a cabo; de manera que nos enreda y nos aleja de una mirada lúcida del presente.

Pero, no solo nos dificulta "estar en el presente", además, nos aleja de la posibilidad de decidir hacia dónde queremos ir, cómo podemos hacerlo, con quienes hacerlo y en qué plazos.

Seguir anclados en la actualidad, seguir siendo prisioneros de la ideología "actualista", nos fija en la sensación de miedo, de parálisis y de impotencia. 

Todo ello apoyado en el sentimiento de que son los otros los que hacen y nosotros solo podemos esperar que hagan y "dejarnos hacer". Ésta es la mejor manera de seguir en lo mismo, para encaminarnos a lo peor.

Estar en el presente implica ver lo que sucede para, a partir de ahí, encaminarnos a proyectos y objetivos futuros, que nos permitan salir de la situación actual y construir futuro. Es decir, generar un relato colectivo que sea diseñado, asumido y participado por todos (o, al menos, la gran mayoría), de manera que canalicemos nuestras energías en una mirada común.

Claro que para ello es necesario hablar. Pero no desde la prisa, la crispación o "el tú más", sino desde la serenidad, la solidaridad y la responsabilidad. Eso, a pesar de nuestro mundo interconectado, o precisamente por ello, no lo sé, es algo que ahora no tenemos y que es fundamental conseguir.

Hace unas semanas colgué un post en el que señalaba la falta de relato en estos momentos y que era a la vez un síntoma y un déficit de la situación en la que nos encontramos. Generar relato es generar realidad, crear y dinamizar realidad, y ello pasa por una decisión individual y colectiva que a todos nos afecta y nos compromete.

8/5/14

El deseo y el sentido, dos ejes del inconsciente: Freud vs. Jung

Freud centró en el deseo la pulsión básica del inconsciente. Carl Jung consideró, posteriormente, que era la búsqueda de sentido la piedra angular de nuestro mundo inconsciente. Ambos vieron que el inconsciente es la locomotora de arrastre sobre el que nos pensamos, sentimos, interpretamos y actuamos; es decir, nuestro plano consciente.

Toda la corriente psicodinámica ha centrado su interés, tanto desde el plano teórico como desde el clínico-terapéutico, en ese mundo "sumergido" como soporte y explicación de nuestra actividad consciente.

Carl Jung se refirió a nuestro "lado oscuro" al hablar del inconsciente. Pero, más allá de lo que habita en ese submundo que rige gran parte de nuestros pensamientos, emociones y acciones, lo que este autor plantea es que ante ello tenemos dos opciones básicas: negarlo o aceptarlo. Es decir, pelearnos con lo que está en nosotros de manera sumergida o amigarnos con ello.

En estos momentos de cambios vertiginosos, de tentaciones de salir huyendo o de "reinventarnos", se nos olvida a veces que allá donde vayamos, ya sea física o metafóricamente, viajamos con nosotros mismos, con todo el bagaje incorporado. 

Creo que es importante tenerlo en cuenta para entender qué significa el cambio en nosotros de verdad, a qué aspectos hemos de atender para generar auténticos procesos de transformación y qué elementos son los que realmente motivan esa necesidad de procesos de cambio.

Tengo la sensación de que en esta modernidad líquida que señala Bauman, la tendencia a la banalización, la vivencia de lo instantáneo como casi única percepción del despliegue temporal, nos hace olvidar que modificar aspectos tan complejos como son nuestros espacios intrapsíquicos requieren inevitablemente de un "tempo" necesario para conseguir una actitud de libertad interior, para incrementar nuestro grado de consciencia y para comprometernos con lo que vemos, con lo que decidimos y con lo que hacemos.

Ponerse a ello es enlazar con nuestro mundo del deseo y construir y dotar de sentido nuestro interior y nuestra relación con lo real.



1/5/14

No hay relato, de momento

Me invitaron el otro día a una tertulia, para dar una charla sobre el consumo actualmente, su significado y su práctica social. Más allá del contenido de la misma, lo que planteaba, y quiero traer aquí a colación, es que uno de los problemas fundamentales del momento socio-económico, político y cultural en que nos encontramos es que no existe relato.

Trataré de explicarme. Nos encontramos en una situación de cambios formidables e imprevisibles; de modo que toda la arquitectura en la que estábamos asentados se ha ido derrumbado como un castillo de naipes. De igual modo, nuestro mundo de vida se ha visto seriamente afectado por ello. 

Conocemos, o al menos en eso estamos, las causas básicas que han originado esta situación. Vemos, padecemos y experimentamos de qué manera nuestra vida está cambiando, o puede empezar a cambiar para aquellos que aún viven en "el viejo mundo". No se trata aquí de entrar en una descripción exhaustiva de todo lo que el nuevo escenario implica e implicará.

Pero lo que está haciendo que esta situación se prolongue más allá de lo necesario es, en buena medida, que nos encontramos sin relato, ni de presente ni, sobre todo, de futuro. Me refiero a un relato "fundacional" que opere como rito de paso entre dos momentos social y culturalmente diferentes. 

No existe, por el momento, una narración sobre nuestro futuro como sociedad, que sea creíble y genere confianza para el conjunto o la gran mayoría de los individuos. Existe, eso sí, fragmentación y atomización de relatos, muchos de ellos más basados en el deseo que en otra cosa. En paralelo, hay aún una gran cantidad de sujetos e instituciones que siguen en la espera de que todo vuelva a los senderos de antes, o al menos que se le parezcan. Estos últimos, sin duda, son los que más "sufrirán" con su actitud negadora de la realidad.

Por tanto, el mundo de vida que hemos vivido y sobre el que nos hemos socializado ya no es viable ni tiene posibilidad de encaje en el devenir; al menos será así para la gran mayoría de los individuos. 

Esta situación, que obviamente está trayendo mucho sufrimiento y está alimentando el miedo en dosis difícilmente gestionables, se nutre tanto de lo real y concreto de la situación socio-económica, como de la sensación de alta vulnerabilidad que nos genera proyectarnos en el futuro inmediato. Es decir, en lenguaje coloquial una gran parte de los sujetos perciben que el hoy es la descomposición del ayer y el mañana: mejor no pensarlo. 

Estamos digiriendo lo que sucede, intentando metabolizarlo, pero aún no somos capaces de mirar al futuro y proyectarnos en él desde este nuevo escenario.

Esta ausencia de relato es doble: el que ha venido siendo hasta ahora ha caducado, ya no tiene legitimidad social, ni genera cohesión, y el que ha de llegar aún no está. La pérdida de confianza en que se encuentran el ámbito de lo político y la política, la creciente demanda social de relación horizontal y la pérdida de credibilidad de la tradicional gobernanza vertical, las nuevas formas de relación social y personal que están surgiendo a la vez que la sensación de que las habituales/estandarizadas ya no se perciben igual (hay percepción de extrañeza), los nuevos escenarios laborales y profesionales (donde el status y el prestigio ya no están necesariamente asociados a los espacios del poder, el dinero y la situación profesional adscrita); todos estos aspectos y otros más están luchando por consolidarse o desaparecer en este hiato social en el que nos encontramos. 

Desde mi punto de vista, para que emerja un relato aglutinador, cohesionador, que dé sentido y significado a nuestro pensar, sentir y actuar futuro, ha de estar basado en la lucidez, mirando las cosas como son, sin edulcorar ni maquillar. Sólo desde ahí es posible luego actuar de manera eficiente y eficaz. Resulta muy poco rentable fabular sobre lo que sucede, además de ser enajenante personal y socialmente, nos aleja de la búsqueda de caminos transitables para generar el bien común. Porque de eso se trata, y ésta es otra premisa básica para generar un relato de futuro: ha de seguir un cauce de búsqueda de bien (en todos los planos) para el conjunto de los individuos; priorizando, obviamente, a los sectores más desfavorecidos.

Además, ha de estar asentado en un conjunto de ideas-fuerza que nazcan de una nueva mirada personal y colectiva, que aglutine actitudes y esfuerzos comunes, en el que participen el conjunto de los sectores sociales, organismos, instituciones y ciudadanía. Pero, para ello, es fundamental conocer qué queremos hacer, qué podemos hacer y qué estamos dispuestos a hacer colectiva e individualmente. 

Todo esto puede sonar a puro idealismo, y no niego que tenga una gran dosis de ello; es más, va contracorriente de lo que de momento está sucediendo. Pero ante un cambio de paradigma en el que nos encontramos, sólo cabe idear proyectos que sean ilusionantes, que generen esperanza, que cohesionen y sumen socialmente, que se visualicen escenarios posibles para realizarlos, y que todo ello sea consecuencia de la decisión de la inmensa mayoría de los actores sociales. Digo que sólo cabe en el sentido de que pueda constituirse y consolidarse como relato que vertebre al conjunto de la sociedad.

Por cierto, aunque pueda sonar todo esto muy idealista, nuestro mundo moderno reciente se ha apoyado en un relato de características similares, seamos conscientes de ello o no.

El futuro depende en buena medida de la capacidad entre todos para construir un nuevo relato.

23/4/14

Tras el excedente simbólico

La situación actual, más allá de crisis o no crisis, se puede resumir en que la estructura social y económica pivota sobre la apropiación del excedente simbólico.

Puede resultar paradójico esto en unos momentos en que parece que el flujo de necesidades de todo tipo va en aumento. Siendo cierto que estamos un una situación en la que se está generando un grave deterioro social que el sistema no sabe, no puede o no quiere cortocircuitar, que la política y lo político están en creciente descrédito, que la arteria financiera no riega el flujo crediticio, etc.; sin embargo, todo ello, desde mi punto de vista, es consecuencia de una transformación de los espacios simbólicos de dominación y legitimación recientes y de una apropiación de estos espacios por parte de una minoría que de momento doblega a la inmensa mayoría de la población; a la vez que irrumpen espacios simbólicos distintos, alternativos, que son potenciales desactivadores de aquellos, pero que aún carecen de fuerza legítima y de masa crítica para tener relevancia.

Me explicaré cogiendo un aspecto nuclear: el dinero. Éste es la herramienta fundamental sobre la que se sustenta nuestro mundo, ha dejado de ser simplemente un medio para la obtención de bienes, y ha pasado a ser un elemento que tiene su peso fundamentalmente en el aspecto simbólico que ejerce y representa. En estos momentos, comprar y vender dinero, que no es otra cosa que lo que hacen los mercados financieros y especulativos, es la consecuencia del momento emocional que los agentes encargados de ello poseen. Esto es algo que saben muy bien los brokers. Es más, saben que el éxito de su trabajo reside en conocer su funcionamiento emocional y manejarlo adecuadamente, así como detectar el patrón emocional que está produciéndose en un determinado momento por parte de los agentes que están operando en los mercados. Sobre estas premisas se conduce el capital financiero y especulativo, y sobre ellas se mueven los flujos de capitales; es decir, estos son los escenarios que condicionan el resto de ámbitos que afectan a nuestro mundo social, político, económico y personal.

Si el dinero fuese realmente sólo un valor material todos los bancos del mundo estarían en quiebra técnica. Pero ese no es el juego sobre el que opera el sistema.

Por otro lado, el poder se ejerce más que nunca, generando espacios simbólicos de dominio, apropiándoselos, imponiéndolos, y todo ello desde una posición de completo anonimato. Estamos en una situación, donde los discursos que se ponen en circulación como forma de control y dominio, carecen de sujeto, éste es invisible, de manera que hay unos discursos hegemónicos sin sujeto de la enunciación.

Estamos en un momento de intensa opacidad. Sentimos y padecemos la inmensa mayoría las consecuencias de lo que sucede, incluso podemos conocer sus causas, pero desconocemos profundamente los sujetos que generan, fomentan  y mantienen dicha situación.

Ahora bien, la eficacia simbólica reside en que sea aceptada, interiorizada y asumida su carga simbólica por la mayoría de los individuos. Ahí reside su enorme potencia y a la vez su debilidad. Es potente porque algo que es arbitrario y contingente se transmite y se interioriza como inevitable y consistente, con carga emocional asociada al símbolo/signo/icono. Pero su debilidad radica precisamente en que necesita de alguien que esté dispuesto a otorgar credibilidad y lo interiorice con carga de fuerza real. Si esto no sucede todo el entramado se desvanece.

Se empieza a detectar el crecimiento de una parte de los ciudadanos,no sólo de aquí, es un fenómeno global, que se desvinculan de todo el entramado de poder sobre el que reside la arquitectura de nuestro mundo de vida actual. Aún no han surgido acciones eficaces para contrarrestar dicho poder. Es necesario, para ello, que se creen nuevos escenarios simbólicos que desactiven a aquellos, que consigan procesos de identificación, significación, sentido y acción con base real en la ciudadanía, y que se "entienda" que todo poder necesita necesariamente de una clientela dispuesta a la pleitesía para su ejercicio y dominación.

El futuro dirá.

17/4/14

Vivimos una sociedad "superyoica"

Asistimos a momentos de confusión y perplejidad. Los parámetros conocidos de interpretación, análisis y acción ya no son operativos. Se dice que estamos en la sociedad del cambio; pero, ¿acaso no ha habido siempre cambios y no ha sido seña de identidad del fluir de los acontecimientos y de la vida?. Es cierto que ahora los cambios son más frecuentes, se dan con mayor rapidez y afectan a aspectos más relevantes para nuestras vidas.

Para intentar controlar todo esto se recurre a la norma y la coerción. Se convierte el escenario social en panoplia de leyes, consejos, argumentarios, a los que obedecer y plegarse para ser "buen ciudadano". Es decir, se infantiliza a los individuos, dándoles "el libro gordo de petete" para cada situación, momento y acción que hayan de acometer, de modo que éstos no tienen más que comportarse, sentir y pensar como dice la norma; en definitiva, ser correctos. Ya se encargará la machaconería normativa de que los sujetos interioricen la norma y la coloquen en su propio aparato intrapsíquico, y si es en el inconsciente, mejor.

Las instituciones, por cierto institución proviene de instinto, andan en la búsqueda de recuperar credibilidad. Las organizaciones en el proceso de reajuste para adaptarse a los nuevos escenarios. Los individuos, mientras, están en proceso de asimilación, elaboración y rediseño de toda la marea que les llega de lo que acontece en el plano social, económico, político, laboral y, ¿por qué no?, también cultural.

La tentación fácil, y hasta la fecha una de las más usadas, es tirar de lo normativo, así nos ahorramos pensar. Además es cómodo, ahorra muchos pasos.

Lo que más me llama la atención de todo esto es que este proceso de "naturalización" de la inflación normativa en nuestras vidas parece que tiende al infinito. Es más, se percibe como la panacea de nuestros males, al menos así lo manifiestan algunos sectores sociales y personas con las que he hablado.

Ante lo cual, me pregunto si estaremos construyendo una sociedad "superyoica", con todo lo que eso implica para nuestro nivel de consciencia y de despliegue de nuestra libertad.

5/4/14

De lo que dices a lo que eres

Es frecuente que en nuestra comunicación con los otros pasemos de ver y escuchar lo que dicen y lo que hacen a lo que son. Ese salto "nos mata". Es, para mí, uno de los problemas fundamentales que nos dificultan nuestro buen entendimiento con los demás.

Toda comunicación es un "poner en común" mensajes, sean ideas, sentimientos, opiniones, etc., entre dos o más interlocutores. Al comunicarnos transmitimos "cosas" mediante unos códigos concretos y a través de unos canales determinados. Hasta ahí lo ya archiconocido. Pero, también se pone en liza un conjunto de significados y se otorga/construye un sentido sobre aquello que emitimos y/o recepcionamos. Este sentido se hace siempre desde marcos interpretativos que manejamos para procesar y metabolizar la información, tanto cuando somos emisores, como cuando somos receptores. Es decir, nuestra interpretación opera como filtro, a veces como sesgo, de lo que se dice y se muestra.

Además, nuestro interpretar no es sólo desde la razón, ni siquiera desde nuestros pensamientos; también lo es desde nuestras emociones. De manera que lo que hacemos al comunicarnos es poner en juego el plano de los pensamientos y las emociones, así como nuestra expresividad corporal. Son estos tres niveles los que se ponen en marcha, lo sepamos o no, ante nuestros interlocutores. Y es desde ellos desde donde damos y generamos sentido sobre lo dicho o hecho.

Volviendo a lo que señalaba más arriba, solemos ser tendentes a dar un salto mortal en el aire, con doble tirabuzón, de manera que pasamos, sin solución de continuidad, de lo que nos dicen o nos muestran a lo que son. De forma tal que pasamos a la generalización por algo concreto y limitado, así como a la evaluación de la persona por un intercambio puntual en un contexto determinado. 

Sé que lo que aquí traigo a colación es de sobra conocido, y lo solemos considerar algo cuasi anecdótico, no dándole apenas valor ni importancia. Pero me parece que no es algo irrelevante. Creo que está en el origen de muchos conflictos, no solo personales, al menos yo podría dar buena muestra de un puñado considerable de ellos. 

24/3/14

Mito vs. rito (1)

Todo rito es una actualización del mito, según muestra la antropología.

Traigo esto a colación porque vivimos en una sociedad llena de ritos, pero se ha ido olvidando que todos ellos responden o provienen de un mito. Y todo mito es la condensación simbólica en una figura (icono, signo-símbolo) de un conjunto de creencias, de carácter sagrado, que impregnan a una comunidad, construidas en torno a un relato fundacional, con pretensiones de totalidad. 

Asimismo, para desentrañar el significado y sentido del mito se recurre a un pensamiento mítico, basado en metáforas y metonímias, que permiten, por aproximación, adentrarse en él. Por ello, es la narración (mítica) la que va tejiendo (narrando) la fundación y el despliegue del mito.

Los ritos son, por tanto, presentizaciones del mito, que se perpetúan a través de los procesos de aculturación y de la transmisión del inconsciente colectivo.

¿Para qué sirven los ritos? ¿Qué función tienen? Tiene varias pero, sin duda, la función básica es dar consistencia y sentido a lo real, y otorgar identidad (a las cosas y a nosotros con y en las cosas), a partir del mito en que se sustenta.

La irrupción, desarrollo y hegemonía del pensamiento racional fue diluyendo el pensamiento mítico, a la vez que desactivando de nuestra memoria (plano consciente) el relato mítico. Pero quedaron, como práctica (simbolico-cultural), los ritos. De manera, que éstos se incardinan en nuestro mundo de vida de modo "natural", dejando (aparentemente) fuera su origen y despliegue.




18/3/14

La pregunta sobre el hacer cambia el hacer: algunas ideas sueltas

Nuestro conocer siempre es interpretativo y experiencial.

Cuando buscamos, no encontramos.

Cuando oponemos resistencia, sentimos más presión.

La construcción de sentido es una necesidad humana, a la vez que una fabulación.

Tiene más el que más gasta.

Lo subjetivo lo es porque tiene en cuenta al objeto.

La certeza es lo que nos aleja del conocimiento.

Todo constructo racional se funda en premisas arracionales, aceptadas y originadas desde las emociones.

La vida y el funcionamiento de la vida no se basa en la certeza, se basa en la confianza: el recién nacido no nace en la certeza, nace en la confianza.

Los seres humanos hemos perdido la confianza, y como queremos control queremos certidumbre, y como queremos certidumbre no reflexionamos sobre lo que nos pasa.

La relación entre el observador y lo observado es indisociable, forman un todo: accedemos a lo real desde nosotros mismos.

Solo podemos conocer a través de la metáfora.

Conocer es generar metáforas que nos permiten explicar-nos la realidad metafóricamente.

La realidad siempre es n+1 respecto al modelo.

Somos un mix de herencia genética y aculturación metido en el flujo del tiempo, y algo más.

La pregunta sobre el hacer cambia el hacer.

16/3/14

La historia que te cuentas es la vida que vives

Nuestro relato sobre lo que pasa y nos pasa transmite lo real y, a su vez, crea realidad.
Las palabras que utilizamos, las frases que construimos en nuestra narración, de algún modo fija la realidad. Lo hace designándola de un modo concreto, seleccionando determinados aspectos, dejando fuera otros, potenciando un tiempo en detrimento de otros, y generando una mirada selectiva sobre la totalidad. No se trata de un proceso tramposo ni intencionado, simplemente es el resultado de nuestro campo limitado de percepción y de consciencia. Es nuestra disonancia cognitiva. Pero creo que es algo más.

10/3/14

"Todo el rato nos pasan cosas"

Todo el rato nos pasan cosas: buenas, malas y mediopensionistas. Si no nos pasaran cosas sería porque estamos muertos.

El tema no es que nos pasen cosas, sino cómo nos relacionamos con las cosas que nos pasan.

Creo que ese es el quid de la cuestión de cara a esto que nos traído aquí, que no es otra cosa que el vivir.

Escucho a veces a personas que depositan su estado de felicidad (tema éste cuasi metafísico) o de satisfacción, en su situación económica, en que su pareja le quiera o no, en que no tenga disgustos, en que...Escucho a personas que depositan todo el peso en el afuera, fuera de ellos mismos: escucho a personas que se sienten víctimas del mundo, y constato que sintiéndose víctimas siempre estarán expuestas a los avatares del afuera, y serán casi siempre éstos negativos, como no podría ser de otro modo. Es comprensible que alguien tan pendiente del afuera, que siente ese afuera como potencial amenaza de sí mismo, lo que provoca es justamente lo que teme; además de que, aunque vengan cosas "buenas", siempre serán susceptibles de mejora o algún fallo tendrán, seguro. 

No pretendo parodiar a estas personas que se posicionan ante el mundo de este modo, en absoluto. Además sé que sufren mucho, pero también sé que se trata, en buena medida, de un sufrimiento gratuito. Sí quiero quitar algo de peso e incorporar, si puedo, unas gotas de sentido del humor.

Para mí vivir consiste básicamente en enlazar con nuestros deseos (ese mundo inconsciente o zona oscura, que todos tenemos dentro), dotarlos de sentido y traducirlos en actos de vida. Ya sé que las palabras quedan bien, pero luego está la cruda realidad, lo sé. Pero también sé que lo que digo no son solo palabras, sino que son experiencias de personas que he conocido de primera mano y que es el camino que recorren y se han marcado.

¿Cual es el principal problema para materializar todo esto? Sin duda el miedo. El miedo nos hace buscar y depositar fuera de nosotros lo que está en nosotros: buscamos programas, recetas, rutas establecidas, cánones, etc.; de igual modo, responsabilizamos al afuera lo que nos pasa a nosotros, excluyéndonos de cualquier responsabilidad en lo que nos pasa (esto no solo no es real, que no lo es en absoluto, además es una fantasía que nos impide vivir).

El miedo nos paraliza, nos bloquea, nos aliena, nos impide vivir. Pero ese miedo, el que está dentro de nosotros, no el miedo biológico que nos hace reaccionar ante una amenaza exterior, tendemos a alejarlo o negarlo. Creemos que de este modo se va, y lo que hacemos con ello es justamente lo contrario, alimentarlo. Es la idea y/o acción contrafóbica que solemos poner en juego para actuar ante algo que nos genera fobia.

Pero ese miedo interno, que lo llevamos con nosotros allá donde vayamos, por eso las huídas hacia delante no sirven, solo se disuelve mediante dos premisas básicas: aceptarlo y enfrentarlo. La aceptación implica el reconocimiento de que está, de que nos impide hacer cosas, que no nos deja pensar o actuar como querríamos. Cuando se acepta, se empieza a enfrentarlo, y se comienza a sentir que va perdiendo peso en nosotros. ¿Por qué sucede esto?: sencillamente porque lo miramos de frente, es decir, lo sacamos fuera de nosotros, lo "objetivamos", y nos damos cuenta de que a "los fantasmas" solo podemos enfrentarlos fuera de su terreno, fuera de nuestro mundo fabulatorio interior.

Vivir la vida solo es posible desde una posición de libertad, y, para mí, ésta consiste en ausencia de miedo: son las dos caras de una misma moneda. Cuando se entiende esto, no sólo desde la razón sino desde la experiencia personal, se comprende que no hablo solo de palabras.

Libertad, responsabilidad, aceptación y compromiso son las palabras clave, para mí, que hay que enlazar en nuestro vivir.

8/3/14

Miedo vs. aceptación

El mundo ha cambiado de manera significativa, pero se insiste en esperar que todo vuelva a la situación anterior.
Esto ¿es torpeza, ceguera, falta de información? Es simplemente miedo.
La vida es constante movimiento y cambio, sin duda; pero existen saltos cualitativos, que modifican sustancialmente aspectos fundamentales de la realidad en la que nos movemos, al menos fundamentales para nuestro "mundo de vida".
Estamos ante uno de esos momentos cualitativamente diferentes. Sin embargo, por la actitud que percibo, parece que se está a la espera del retorno de lo anterior o, al menos, a que se produzca un cambio que se aproxime a nuestro reciente pasado. 
Este es el pensamiento mágico, que espera que mágicamente retorne lo que se fue, que se recupere lo que se desvaneció; de modo, que se produce una espera pasiva, en la que se confía en que el tiempo "juegue a favor", y que, por "justicia divina", todo vuelva a "su ser". 
Miedo y negación de realidad es lo que predomina. Se sigue mirando el presente con las gafas del pasado, aplicando categorías que han quedado obsoletas, utilizando variables que no son operativas, no incorporando las variables que son auténticamente representativas y que resultan discriminantes para manejarnos con la nueva realidad. Es cierto que en estos momentos existen más variables que fórmulas para resolverlas, pero ese es otro tema.
Ya he dicho en otros momentos que estamos asistiendo a una sociedad aquejada del síndrome postraumático y que aún sigue ahí. Miedo, parálisis, pensamiento mágico, posición pasiva, todo eso es lo dominante. 
Este golpetazo de realidad que nos han dado ha hecho que sea el miedo el que se haya apoderado de nosotros. Cuando esto pasa, intentamos alejarlo con la fantasía de que si lo tenemos lejos no existe o, al menos, no molesta. Sabemos que sucede todo lo contrario, esa actitud lo único que produce es más miedo.
Como he dicho en otras ocasiones no tengo soluciones para una situación de esta envergadura, aunque sí tengo una opinión formada sobre los motivos que la han generado; pero lo que sí sé es que del modo cómo se está enfrentando no nos encaminamos a solución alguna. Creo que la manera de afrontar todo esto pasa necesariamente por asumir lo que hay, y desde una mirada de frente a la situación, una mirada personal/individual y social/colectiva, ambas son necesarias, ponernos manos a la obra desde el momento presente. 
El bloqueo, la parálisis y la negación, que son consecuencia de ese miedo, nunca pueden ser un camino para construir nuestro presente. La aceptación y el compromiso son para mí los caminos que nos permiten manejarnos con lo que hay y diseñar y actuar sobre lo que queremos que haya. Además, es el arma más potente para erradicar el miedo y salir del repliegue en el que nos encontramos.
Pero, sobre todo, mirando de frente a lo que nos pasa, y actuando sobre ello, no sólo nos encamina a crear futuro, sino que desactiva nuestros miedos y crea presente. De esto estoy plenamente convencido.

2/3/14

Cuando hablamos

Hablar es un acto que nos permite sacar cosas de dentro, tenerlas delante, mirarlas, objetivarlas (ob-iectum). Es, por tanto, una forma de aligerar peso, de aliviar esa sensación de carga, a veces difusa, que sentimos en determinados momentos. Además, al hablar, generamos significados y sentido.

Hablamos a través de nuestro lenguaje, usando las palabras, construyendo frases con ellas, creando sintaxis. Es un auténtico acto de creación.

Hablamos utilizando un lenguaje, con sus potencialidades y sus limitaciones, heredado de nuestros predecesores, que nosotros lo actualizamos y lo recreamos en nuestros actos de habla.

En el hablar ponemos pensamientos, sentimientos, emociones, creencias, produciendo una regeneración de los mismos. Es como si cada vez que hablamos renovásemos nuestro equipaje interior, a la vez que modificamos, aunque sea imperceptiblemente, nuestra relación con el entorno. Se puede decir que hablar es un acto de purificación.

Hablamos usando palabras, que se inscriben en un determinado lenguaje, las cuales poseen un determinado grafismo y una sonoridad determinada, que "significan" lo real, lo designan, lo asignan y lo delimitan, a la vez que lo "crean", pues no es otra cosa el lenguaje que una metáfora, que nos permite conocer la realidad de forma metafórica; esa es su grandeza y su servidumbre. 

Por ello, cuando hablamos nos referimos a algo mediante una construcción que pertenece al mundo de lo simbólico, y que nos permite aproximarnos al mundo real. No sabemos en qué grado ni medida, pero es lo que otorga significado y sentido a eso que llamamos realidad. Es el hablar, por tanto, un crear realidad para conocer la realidad.

En definitiva, cuando hablamos actualizamos nuestro mundo imaginal a la vez que recreamos nuestra relación con el entorno y, por supuesto, nuestra relación con nosotros mismos. Hablar no es otra cosa que interpretar lo desconocido.

Por último, cuando hablamos lo hacemos con alguien, que escucha, que interpreta lo que le llega de nuestras palabras, que las escucha y las procesa desde su capacidad receptiva, que le otorga (de nuevo) significado y sentido, el suyo propio; de modo, que crea una metáfora nueva para recibir y asimilar lo dicho. Así, de forma dinámica, vamos actualizando el lenguaje, el sentido y, por qué no, la realidad.

24/2/14

Cambios

La perplejidad y el desconcierto van inundando el escenario social y personal. La sensación de vulnerabilidad es un sentimiento que se va haciendo presente en el animus colectivo e individual.

Se detecta una percepción de fragmentación del tradicional mundo de vida. Los significados y la producción de sentido se modifican de forma frenética, de forma que resulta complicado fijarlos.

El presente es difícil atraparlo porque su instantaneidad se volatiliza antes de poder tomar conciencia. El futuro directamente no existe, al menos de momento.

Las estrategias caducan por obsolescencia casi antes de nacer. Surgen nuevas variables a cada paso, de forma que hay más variables que fórmulas para resolverlas.

Los espacios tradicionalmente "sagrados" de cohesión social van perdiendo eficacia simbólica, apareciendo otros nuevos o emergiendo antiguos en desuso.

El dinero es el tótem, aglutina fuerza material y potencia simbólica de manera universal.

Los discursos sociales se han vuelto monotemáticos: todos parten y convergen en el mismo punto.

El cortoplacismo es lo único que vale. Las organizaciones y empresas se enfocan al resultadismo, no importa el medio y largo plazo, cae demasiado lejos. La política, más de lo mismo.

Este es el panorama con el que nos encontramos en estos momentos, al menos es el que predomina en nuestro mundo cercano.

Ahora bien, la pregunta del millón es: ¿qué hacemos o qué podemos hacer nosotros con todo esto?.

Obviamente no tengo soluciones, y menos soluciones globales; pero sí creo que una buena forma de iniciar la salida de este atolladero es hablar, compartir y escuchar, para conocer lo que piensan y sienten nuestros próximos y para que ellos conozcan lo que pensamos y sentimos. ¿Para qué hacer esto? Para poder empezar a construir objetivos comunes.

¿Para qué los objetivos comunes? Para generar dinámicas nuevas, que creen espacios de ilusión y de bienestar, que sólo se pueden diseñar y realizar colectivamente.

¿Por qué planteo algo tan aparentemente banal como esto, ante la envergadura del problema? Porque no nos comunicamos ni suficientemente ni de manera eficiente. Ya sé que decir esto en la sociedad interconectada en la que estamos puede parecer absurdo, pero es lo que constato a diario, tanto en el plano personal, como social, como profesional.

Algo está fallando en nuestra comunicación, en este mundo "socialmedia"; de manera, que no estamos pudiendo encontrar caminos compartidos y traducirlos en acción.

En un mundo caracterizado porque el cambio es su seña de identidad, es fundamental crear, entre todos, nuevos caminos que nos permitan recuperar el futuro.

20/2/14

Conocernos, responsabilizarnos, comprometernos

“Los hombres no quedan confundidos por lo que sucede, sino por las ideas que se hacen de lo que sucede”(Ansel Grün).

En estos tiempos de mudanza es un momento idóneo, tal vez inexcusable, para conocernos mejor, para responsabilizarnos y para comprometernos.

Conocerse, responsabilizarse y comprometerse son para mí los tres pilares fundamentales del hombre en proceso de evolución.

Cada uno de esos tres ejes tienen un ámbito específico propio, pero están íntimamente relacionados: el autoconocimiento nos conduce inevitablemente a hacernos responsables de nosotros mismos y de nuestros actos, y la responsabilidad, que sólo puede ser asumida desde la libertad interior, nos lleva al compromiso (compromiso con nosotros, con los otros y con la vida).



16/2/14

Construidos y constructores

Venimos a un mundo ya construido, hecho, con su historia, con su presente, a él nos incorporamos. Accedemos a lo que ya existe, al flujo de relatos que fijan la realidad, a los significados y sentido dados a las cosas. Todo eso está cuando llegamos cada uno de nosotros.
Nuestro proceso de integración en el mundo lo realizamos mediante nuestra aculturación en él. A partir de ahí, de nuestro aprendizaje y comprensión de cómo funcionan las cosas y cómo funcionamos nosotros con las cosas, del valor que se les dá y les damos, empezamos a ser nosotros constructores de mundo, a interactuar con los demás desde nuestro relato, nuestra aportación de significados y sentido. Es nuestro vivir desde la autonomía.
En éste nuestro vivir de forma autónoma, idea redundante, ya que todo vivir pleno es autónomo, vamos relacionándonos con el mundo y los mundos, poniéndonos en contacto desde nuestro mundo personal y social. Son nuestros relatos, nuestros significados y sentido los que se relacionan y construyen realidad a partir de lo dado.
Nuestro relatar y construir realidad lo hacemos a partir de lo heredado, de lo incorporado, incluso tal vez desde la aceptación plena de lo ya fijado; pero es un posicionamiento que ha pasado por una posición de distancia respecto de lo otro, de criba, y, sobre todo, de elección. Es decir, es un relatar a partir de lo ya dicho y hecho por los otros y por nosotros, pero desde un espacio de libertad interior, que se traduce en un actuar consciente.
En nuestro vivir, por tanto, vamos construyendo nuestro relato, y vamos creando realidad a partir de lo real. Para eso no existe caminos prefijados, ni recetas, ni ningún canon establecidos; somos nosotros los que diseñamos y trazamos nuestro camino. Pero, además, y sobre todo, vamos haciéndonos caminantes.
Sin duda que en el andar de cada persona habrá más o menos autonomía, más o menos libertad y, en definitiva, será un vivir más o menos pleno; pero, inevitablemente, lo queramos o no, todos vamos construyendo nuestro relato y nuestro vivir. Es decir, todos somos responsables del sendero que vamos diseñando y de la estela que va dejando.

3/2/14

Nuestra decisión también cuenta

Los datos son tozudos: se sigue produciendo una pauperización de las clases medias de este país, iniciándose una tendencia hacia la proletarización de estas clases, a la vez que se incrementan los niveles de renta y riqueza de las clases media-alta y alta. Simultáneamente, las empresas más potentes empiezan a tener una mejoría significativa en términos comparativos en sus cuentas de resultados, lo que no se traduce en un aumento de puestos de trabajo ni en una mayor calidad en  el tipo de contratación.

En paralelo, en el ámbito público asistimos a un desmantelamiento de los servicios de cobertura sanitaria, educativa y social por parte de las administraciones públicas. Sin embargo, curiosamente, se potencia las vías coercitivas mediante el aumento de la normativización de la vida (cada vez más leyes y normas) y aumentan los ámbitos impositivo y sancionador, siendo los sectores más deprimidos los más afectados por ello. Es decir, se da menos y se controla y se exige más.

Respecto al futuro, se miran los indicadores económicos casi de forma exclusiva, afirmándose que aún tardará en "notarse" en la creación de empleo el cambio de tendencia que ha supuesto el tímido inicio de crecimiento económico, proyectándose en una década para poder hablar de una superación de la crisis.

Mientras tanto, los partidos políticos siguen en lo suyo, los sindicatos están en proceso de reconstrucción o al borde del abismo, se verá, y la ciudadanía sigue en estado de letargo, excepción hecha de los movimientos sociales de protesta que han tenido más presencia mediática que resultados de sus reivindicaciones.

En paralelo a todo esto, y volviendo al futuro, ni hay un plan de futuro como país ni una estrategia para llevarlo a cabo. Parece que todo se apuesta a que sea la madre Europa y los mercados (esos intangibles que se tornan tan tangibles en nuestras vidas) los que marquen la hoja de ruta de casi todo y los que nos salven de la quema.

Se soslayan los datos que apuntan a un inicio de anomia social, y una deslegitimación casi generalizada de todo aquello que proviene de lo público. Sobre esto apenas se habla, pero se sabe, así como se conoce que si no se ataja, es una senda que nos puede llevar a la quiebra como sociedad.

Éste es el panorama que tenemos en estos momentos. Y, ante tal perspectiva, ¿qué hacemos? ¿qué queremos hacer y qué podemos hacer?. Me lo pregunto, porque nuestra decisión también cuenta.

2/2/14

Somos obedientes

Necesitamos que nos saquen de la crisis. 
Necesitamos que nos digan lo que hay que hacer y lo que no.
Necesitamos que nos señalen quienes son los buenos y los malos de esta película.
Necesitamos que nos tranquilicen con las promesas de que todo se va a solucionar, que ya se está en ello.
Necesitamos que nos digan lo que está bien y lo que está mal.
Necesitamos que nos controlen con leyes y normas.
Necesitamos que nos castiguen si no nos portamos correctamente.
Necesitamos que nos traduzcan a nuestro lenguaje y entendederas la complejidad de esta crisis.
Necesitamos que nos enseñen los caminos útiles y los que no lo son.
Necesitamos que nos delimiten los límites.
Necesitamos que nos digan quienes son los amigos y quienes los enemigos.
Necesitamos que nos enseñen que ahora hay que ser emprendedor, y que aprendamos que todo depende de nosotros, que somos los únicos responsables, y si lo hacemos mal, seremos sancionados con la marginación social.
Necesitamos que nos refuercen y nos moralicen, recordándonos las buenas prácticas de obediencia ciudadana. 
¿Dónde está "el libro gordo de petete", y, sobre todo, quien es el autor?. 
Igual, si dejamos de sentir "tantas necesidades" pasa algo.

21/1/14

Un poco de cinismo

Me resulta curioso que, encontrándonos en una situación social, económica y política que muestra unos problemas descomunales, se sigue hablando, como si tal cosa, de que "estamos saliendo de la crisis", que "estamos creciendo al 0,3%", que "técnicamente la crisis se ha terminado", etc. Conste que no dudo que "técnicamente" estos comentarios lleven razón, y siempre es motivo para alegrarse por ello. Pero, más allá de los números, realmente ¿alguien duda de que no se trata de un tema de ciclo económico, incluidos los técnicos, sino de un final de modelo socio-económico y seguramente político?

Lo pregunto, porque ante los comentarios de la mayoría de nuestros políticos, parte de los creadores de opinión mediáticos y una buena parte de la ciudadanía, parece que es cuestión de tiempo, de esperar que el péndulo cambie de sentido sin más.

Claro que, si oímos en privado a parte de los actores antes citados, su discurso es bien diferente, pero ya sé que no es políticamente correcto hacer público lo que en privado se atreve a manifestar, ya que desmoralizaría a la ciudadanía, cosa poco caritativa, además de dinamitar, en el caso de los políticos, el voto de los potenciales votantes.

Siempre he defendido, y ahora más aún, que es mucho mejor ser conscientes de "lo que pasa", es decir, tener un diagnóstico lo más veraz posible, ya que es la única manera de poder actuar de modo eficiente y eficaz. Pero, claro, aquí me viene la duda: si el aumento de consciencia por parte de todos desvela que no todos estamos en el mismo barco, ni que tenemos el mismo concepto sobre lo que significa salir de la crisis, igual ahí viene ya el lío.



20/1/14

Todo conocer es interpretativo

Todo conocer en el hombre se sustenta en una interpretación. El acceso a lo real nunca es directo, está mediado por el modo de sentir y pensar la realidad. 

El mix de la herencia genética y el bagaje cultural son los ejes que constituyen la forma de percibir, sentir, pensar y relacionarlos con el mundo como punto de partida. A ello hay que añadir nuestro actuar libre, para ir modelando lo anterior.

Me comentaba hace un tiempo un amigo neurofisiólogo el por qué los animales no tienen insomnio y nosotros los humanos sí. Ellos despiertan a la naturaleza, me decía, y nosotros despertamos a la cultura.

Traigo esto a colación por motivos eminentemente prácticos y concretos, lejos de pretender entrar en planteamientos teóricos o divagar sobre aspectos excesivamente abstractos.

Me explicaré. Tendemos a creer que "lo que nosotros vemos" es igual a lo que ven los demás. Asímismo, también es frecuente que consideremos que "lo que nosotros vemos y cómo lo vemos" es la manera "correcta" de hacerlo.

Por ahí empiezan gran parte de los problemas para entendernos los humanos.

Aceptar que mi interpretación es mía, pero no tiene por qué ser necesariamente la de los otros es algo deseable, pero nada frecuente.

También quiero incidir en algo básico y fundamental: el hecho de que tenga ese aspecto subjetivo, que sea mi interpretación, no le resta valor; al contrario, es mi forma y modo de percibir y entender. Ahí está su valor, y también esas son las lindes de su valor: yo puedo defender cómo yo veo las cosas. Lo que eso no me legitima para creer que necesariamente es como los demás deben verla, y menos aún, que es la única manera de verlas porque creo que la realidad que veo tiene una única lectura, la mía.

Si este pequeño problema se pudiese subsanar estoy convencido que se habría dado un paso de gigante para mejorar nuestra comunicación y convivencia.