COSAS QUE PASAN

3/10/13

El gato cabrón (relato)

Era negro, estaba tuerto, tenía una mirada retadora y tierna. Sus principales actividades eran la meditación y dormir. Tenía un amigo perro, que le acompañaba en sus largas horas sedentarias. Ambos miraban el mundo desde una actitud reflexiva, escéptica, con un punto zen. De vez en cuando se iba de paseo, iba a ver algo más de mundo, con andares felinos, elegantes.
No sabía su nombre, sólo lo conocía por el gato cabrón, era así como lo llamaba su vecina de enfrente, con la que había tenido alguna contienda en otras épocas.
La relación entre esta vecina y el gato cabrón parece ser que, según me contaba ella, había sido tormentosa, broncosa. El motivo era, al menos el motivo aparente, que el gato cabrón hacía incursiones a casa de la vecina y dejaba “sus huellas”, a modo de orines y heces, sobre todo en las macetas de las plantas que tenía plantadas.
La vecina se defendía poniendo todo tipo de impedimentos para que el gato cabrón no consiguiera sus objetivos, pero a veces no daban el fruto deseado, y el felino conseguía trasvasar las barreras que iba encontrando a su paso.
La vecina, incluso, pensó en recurrir a soluciones más expeditivas, pero, posiblemente su humanidad se lo impidió.
En definitiva, era una relación curiosa. El gato cabrón retaba a la vecina con sus defecaciones y micciones, y la vecina se llenaba de irritación, buscando estrategias de defensa. En definitiva, estaban unidos por un vínculo, en el que para cada uno tenía significados e intenciones muy distintas.
Pero, cuando la vecina me empezó a hablar de su historia con el gato cabrón, lo que había sucedido entre ambos, entendí que lo que había entre ellos no era lo que parecía. Los hechos, con el trascurrir de los meses, así lo confirmaron.
(continuará)

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