La modernidad inaugura la
escisión en una dualidad semántica: Dios-hombre, razón-fe, Estado-sociedad,
sagrado-profano, real-imaginario, mundo material-mundo simbólico,
consciente-inconsciente, individuo-sociedad, naturaleza-cultura, yo-el otro, ciencia-magia,
determinación-indeterminación, ciencia-arte, real-ideal, sujeto-objeto...
El
decurso de la modernidad ahonda en los pares semánticos. Su proceso se va
configurando en un sistema que genera contradicciones importantes entre los ámbitos
del pensar y del actuar, de manera que existe una fractura entre ambos cuya
sutura se realiza, en gran medida, mediante el extrañamiento de lo real: el
hombre accede a lo real básicamente desde el ámbito del pensar y no desde el
experiencial. Esto es así debido a la preeminencia de lo simbólico sobre lo
real.
Esta dualidad, sobre la que se han asentado las bases de nuestro mundo moderno, y todos los post que le queramos añadir, es la matriz de nuestra forma de percibir, entender, interpretar y relacionarnos con la realidad y con nosotros mismos. Sobre ella se genera una grieta que no podemos suturar, ya que es la razón la herramienta que utilizamos para intentar hacerlo, y es esa razón la que alimenta, en su seno, la propia escisión.
Abordar y solucionar esto no es ni tarea fácil ni tiene corto recorrido. Pero, mientras llega la solución, es conveniente ser consciente al menos de que esa dualidad pertenece a nuestro abordaje del proceso de percibir y conocer, tal y como hoy lo hacemos, no al plano de eso que llamamos realidad.
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