COSAS QUE PASAN

15/8/13

Obertura

La búsqueda de la belleza es un camino iniciático que se recorre transitando, a veces, por lodos y barros. Ir a su encuentro significa una apertura, una oquedad, que hay que dejar en nuestro ser para que vaya penetrando, lentamente. Pero también significa un sacar hacia fuera, un enlace con esa parte de belleza que existe en nuestro interior, para hacer coincidir ambos momentos.

Súbito

Hay cosas que es mejor no nombrarlas ni explicarlas para poder entenderlas. Esas cosas se explican y se entienden mejor metaforizándolas. Tal vez, la metáfora sea la única manera que tenemos para explicar y entender las cosas, todas las cosas. 

13/8/13

Por qué hago coaching

Me dedico al coaching porque estoy plenamente convencido que es una herramienta que ayuda a las personas y las organizaciones a conseguir mejor sus objetivos y a sentirse mejor consigo mismos.
Ahora, que atravesamos momentos complicados, precisamente ahora, veo que es más necesario aún. Esto no lo digo desde la creencia, o desde el intento de autopropaganda, lo digo desde la constatación de que ante una situación como ésta es importante ser capaz de afrontarla, asumiendo sus enormes dificultades, pero sabiendo que solo mediante la acción adecuada, la de cada uno, es como se consiguen mayores garantías de salir adelante.
No soy partidario del “happy-happy” que rodea muchas veces esta profesión, creo que no hay motivos para ello; pero sí sé que cuando uno es capaz de mirar las cosas de un modo distinto, se consigue movilizar energías y activar actitudes que se tornan en acciones anteriormente inimaginadas. ¿Por qué digo que lo sé? Porque he visto muchas personas que ante un insight (toma de conciencia o percepción distinta de las cosas), ha activado todo un repertorio de actitudes y motivaciones, que han devenido en acciones, las cuales han fecundado en la consecución de objetivos que pensaban inalcanzables.
Tampoco soy partidario de pensar que todo es una cuestión de actitud y motivación, sé que es fundamental no solo “lo de dentro”, sino también “lo de fuera”. Por supuesto. Pero es requisito fundamental y previo “lo de dentro” para que enlace con “lo de fuera”. Es decir, es básico trabajar aspectos de uno mismo, de cómo uno se siente con el mundo y consigo mismo, cómo percibe, entiende, valora e interpreta lo que acontece y le acontece (ese diálogo interior que todos tenemos), para poder modificar creencias taponadoras e irreales. Cuando se consigue tener más libertad interior, permite mirar de otro modo, ver las cosas desde otros ángulos, se incrementa la lucidez, y todo ello  facilita el actuar desde una mayor sensación de ligereza.
Vivimos en un momento difícil, confuso, donde la velocidad de los cambios es vertiginosa (la modernidad líquida, que dice Bauman), donde la sensación de vulnerabilidad va incrementándose, donde la percepción de futuro apenas existe, etc. Ante este mundo al que es complicado definir, porque lo que es válido hoy, mañana puede dejar de serlo, la mejor manera de vivirlo y vivirnos es desde el máximo nivel de consciencia y de libertad que seamos capaces de obtener. Por eso hago coaching.

11/8/13

Algunas aportaciones sobre el enfoque cualitativo en investigación social

El otro día arrojaban las encuestas del Centro de investigaciones Sociales (en adelante CIS) unos datos que parecían difíciles de entender o cuando menos, paradójicos.
Se señalaba que el paro, la corrupción y la crisis económica son los temas que más preocupan a los españoles. Sin embargo, esos mismos ciudadanos mostraban mayoritariamente sentirse bastante o muy felices.
Alguien que vea estos datos, si no es experto en metodología social, puede quedarse sorprendido. No es para menos.
Pero veamos qué pasa con las encuestas (enfoque cuantitativo), cómo trabajan y qué tipo de información aportan.
La encuesta se basa en la recogida de información de un universo de estudio (en este caso ha sido la población española), donde, a partir de la elaboración de una muestra estadísticamente representativa, se puede obtener un grado de fiabilidad alto o relativamente alto.
La muestra permite manejar matemáticamente márgenes de error y niveles de confianza controlados.
Pero, detengámonos en varios aspectos importantes en la construcción de toda encuesta.
En primer lugar, se trata de recoger información sobre una batería de preguntas que forman el cuestionario, a partir del cual, es esa información y no otra, la que considera relevante a priori  el investigador (formulación de hipótesis y elección de variables que configuran la muestra), en función del objeto de estudio y de los objetivos que busca conocer.
Además, el cuestionario lo cumplimentan los entrevistados, (sea telefónico, personal o autocumplimentado), respondiendo a las preguntas que se le plantean, sean éstas abiertas o cerradas.
Con esta información se realiza un plan de análisis, que consiste en el cruzamiento de variables sobre los datos obtenidos, con el fin de conseguir la mayor y mejor capacidad para entender la información bruta obtenida. Digamos, que es un proceso de filtraje y depuración para establecer qué aspectos fundamentales nos aporta la encuesta y las posibles correlaciones que existen entre las variables segmentadas en la misma.
En definitiva, la encuesta describe lo que los ciudadanos dicen, hacen y/o valoran, en un momento dado. Por tanto, lo que obtiene es una foto fija de lo que mira, que le permite, a veces, establecer tendencias y proyecciones de futuro, cuando se tienen secuencias de distintas encuestas aplicando idénticos criterios en las mismas que las hagan comparables.
Pero, veamos qué puntos débiles tiene. El primero es que la información que se obtiene es acerca de lo que se pregunta. Parece obvio lo que digo, y lo es. Pero sucede a veces que la información de lo que se quiere conocer no está en lo preguntado.
Además, en la confección de un cuestionario no solo es importante lo que se pregunta, sino como se hace, dónde se establece cada pregunta o grupo de preguntas, así como la ponderación (peso relativo) de cada una de ellas y la baremación de cada respuesta. Por tanto, nos encontramos con un primer sesgo: la limitación de la información. En ocasiones, lo significativo o lo relevante no entra dentro del campo de lo que se pregunta.
Asimismo, la mayoría de las respuestas son cerradas, lo que obliga al entrevistado a ceñirse a la estructura de respuestas de la encuesta y no a su propia estructura discursiva, lo que, a veces, impide que emerjan aspectos relevantes, tanto para el objeto de estudio como para los objetivos perseguidos.
Además, se sabe que hay una tendencia en todo entrevistado a dar respuestas acordes con lo que supone que es correcto o lo que piensa que el entrevistador desea escuchar. Este condicionamiento se puede paliar en alguna medida con contra-preguntas estratégicamente planteadas. Aún así, no lo resuelve del todo. Por ello, se dice que las encuestas  son opináticas, es decir, que las respuestas tienden a una posición central dentro del abanico de posibilidades, o a una posición “correcta” (corrección entendida como posición socialmente aceptada o dominante).
Por último, cuando se trata de temas sobre actitudes o valores, no de hábitos, el encorsetamiento de tener que ceñirse a las preguntas que se hacen, y el repertorio de respuestas ofrecidas (cuando son cerradas o semiabiertas), constriñe y limita la información.
En definitiva, la encuesta permite conocer una realidad social concreta. Puede ser de calidad y útil cuando está bien planteada, bien realizado el trabajo de campo y se ha hecho un buen plan de análisis de los datos. Pero lo que ofrece es una descripción de lo que se ha preguntado a los entrevistados. Deja de lado la posibilidad, a veces fundamental, de la interpretación de lo que dicen, el por qué dicen lo que dicen, y desde dónde lo dicen, así como no permite (impedimento intrínseco a la técnica utilizada) que sean los entrevistados los que de manera espontánea construyan ellos sus ámbitos de respuesta, y menos aún ver qué tipo de preguntas son importantes para ellos, a veces no presentes en el cuestionario.
¿Se puede compensar este déficit? Se puede, mediante el uso de técnicas cualitativas, que pueden ser complementarias de la encuesta, incluso a veces sirven de primer eslabón para saber qué es necesario preguntar y de qué modo hacerlo; y, obviamente, se pueden utilizar en exclusividad (y se debe), cuando se trata de investigaciones relacionadas con valores, actitudes y creencias.
Por tanto, para entender en profundidad la aparente paradoja respecto a la encuesta del CIS, más allá de lo que ya se sabe de otras encuestas realizadas, y de los motivos de este decalaje entre los temas de preocupación, su grado de importancia, y el nivel de satisfacción personal, sería necesario utilizar técnicas de corte cualitativo para una explicación de mayor calado.
El enfoque cualitativo no trabaja sobre representaciones estadísticas, sino sobre representaciones estructurales. No trabaja con datos, trabaja con discursos libres y espontáneos de los sujetos, con la propia estructura que ellos construyen y desde su propia manera de expresarse. Ello permite información tanto patente como latente, aspectos no manifiestos, que no están de manera consciente en los entrevistados, pero que puede ser auténtico motor de arrastre de lo que dicen y hacen.
Analizar e interpretar toda esta información es posible mediante la utilización de análisis del discurso, estructural y semiótico.
Ambos enfoques, el cuantitativo y el cualitativo, no son antagónicos; al contrario, son complementarios, y su elección viene determinada por el grado de pertinencia, en función del tipo de información que se quiere obtener del objeto de estudio por investigar.

24/7/13

Dónde estamos

Soy ciudadano español, he vivido la última etapa franquista, la transición y el desarrollo de nuestra democracia.
Viví la España gris, triste y rancia, del franquismo, aunque el “desarrollismo” de los años sesenta aportaron el arranque del consumismo, que le dio cierto barniz, no al régimen, pero sí a la sociedad. Fui testigo de la enorme esperanza que despertaba la posibilidad del advenimiento de la democracia, incluso algunos años antes de la muerte de Franco. Pude sentir, aunque yo no pude votar aún, el entusiasmo colectivo de las primeras elecciones preconstitucionales (1.977). Participé, ya como estudiante en la Universidad, de los primeros años democráticos, con la UCD en el Gobierno, posteriormente vino el fallido intento golpista. Y, tras el breve período de Calvo-Sotelo en la Presidencia, llegaron las elecciones de 1982, el inicio de Felipe Gonzalez y posteriormente el Felipismo. Anteriormente, se produjo en el seno del PSOE el debate teórico sobre el marxismo, que supuso la victoria de Gonzalez para abandonar esta ideología como seña de identidad del Partido. Este tipo de debates sería impensable en los momentos actuales.
Posteriormente, vino “el aburguesamiento” del PSOE, para dar paso a su declive, con corrupción incluida. Lo que permitió la llegada al poder de Aznar, y la bonanza económica que se produjo en su primera legislatura, así como su apertura al nacionalismo catalán. En su segunda etapa en la presidencia, se produjo un cambio hacia actitudes más derechistas, los aires de la situación económica empezaron a ser menos positivos, y su decisión de participar en la Guerra de Irak, y el manejo de comunicación de  los atentados de Atocha dilapidaron su rédito político. Esto puso en bandeja la llegada a la Presidencia de Rodríguez Zapatero. Donde reprodujo casi el mismo guión que su predecesor, una primera legislatura ilusionante y una segunda decepcionante, rozando lo “naif”.
Y ahora nos encontramos con Mariano Rajoy como Presidente del Gobierno, que está consiguiendo hacer algo menos malo a Rodríguez Zapatero, considerado, por una notable mayoría, como el peor presidente de la democracia actual en España, tras su actuación en su segundo mandato.
Pero ¿qué sucede ahora?, ¿dónde estamos?, ¿qué hace distinta esta crisis de las anteriores vividas en nuestra democracia? Desde mi manera de verlo, la gran diferencia es que estamos ante un modelo económico y político que ha empezado a dar señales de fecha de caducidad. No solo por razones internas, nacionales, que desde luego que también, sino, además, porque el escenario mundial ha cambiado radicalmente. La globalización ha generado un nuevo panorama planetario, que a nuestro país le ha pillado con el pié cambiado.
Pero, más allá de explicaciones macro-económicas y de desequilibrios internacionales, mirando dentro de nuestras fronteras, que es lo que me ocupa aquí, lo que veo es una sociedad profundamente desanimada, desmoralizada, con una percepción de futuro como algo ilusionante que tiende a cero o menos uno. Con claros síntomas de riesgo de anomia social, una sociedad fracturada entre los que tienen trabajo y los que no lo tienen (sobre todo los parados estructurales), donde no existe respuestas auténticamente solidarias, más allá de las palabras; incluso, con dificultades para entenderse entre unos y otros, al sentirse en “mundos” reales y mentales completamente distintos.
Esta situación, de la que apenas se habla, no sé si porque es demasiado duro para algunos tenerla en cuenta o porque no se está entendiendo e interpretando correctamente, está generando un cultivo altamente tóxico, que puede llegar a ser letal.
He defendido en estos últimos años que no pueden hacernos responsables de lo que nos pasa, pretenderlo es hacer demagogia e intentar manipular maliciosamente. Pero, estoy convencido de que sí tenemos ahora una responsabilidad todos, insisto, todos, en cambiar el chip, y mantener una actitud realmente solidaria, no solo en nuestros “decires”, me refiero sobre todo a nuestros “haceres”.
Estamos en un proceso de pérdida de legitimidad de lo público, eso se ve, se sabe. Pero no se está viendo, al menos no se habla apenas de ello, de la fragmentación social que está surgiendo en los ciudadanos.
He dicho y reiterado que sólo si entendemos e incorporamos en nuestro mapa mental que el que le vaya bien al otro me beneficia siempre, y que solo con una mirada más colectiva, más de grupo, es como se puede afrontar esta situación; es decir, generando y haciendo “nostrismo”, es de este modo como se puede paliar la situación en que nos encontramos, y es la forma de crear futuro.
No son solo palabras, tenemos la constatación de que el individualismo extremo al que hemos llegado es justamente el que ha hecho que el sistema se obturase y llegase su caducidad.
Sé que quien lea esto puede pensar que quién da el primer paso o cómo darlo o si realmente sirve para algo, o si es mejor el “sálvese quien pueda”. Esta es justamente ahora nuestra responsabilidad como sociedad civil, nuestra responsabilidad como individuos que viven en sociedad, buscar formas nuevas para crear y diseñar espacios de solidaridad, con el convencimiento de que no hay posibilidad al “sálvense quien pueda”, porque se trata de una situación en la que o nos salvamos todos o, tarde o temprano, todo el mundo se ahoga.
Si me permiten, yo me pongo manos a la obra. 

22/7/13

Como me planteo mi labor como coach

Se han escrito toneladas de páginas acerca del coaching. Muchos modelos, muchos enfoques, pero me gustaría decir, brevemente, algunas cosas sobre mi mirada personal en esta profesión.
Desde el momento que me sitúo frente al cliente, mi actitud es de pleno compromiso, sabiendo que mi trabajo se centra en facilitar “cosas”, sin imposición alguna, sin juzgar ni valorar. Mi función fundamental es la de ser un espejo ante el cliente, donde puede mirarse y verse. A veces, hay personas que no se ven, incluso no se miran, y a veces son capaces de mirarse y ver “cosas” que no habían descubierto. Además, comprueban que cuando miran hacia fuera, también se miran. Retorna un “sí mismo” siempre en el mirar y en el cómo lo hacemos; y, sin duda, vemos siempre algo nuevo.
Si tuviera que decir qué aspecto es más importante para mí de esta profesión, creo que el sentirte comprometido, confiando plenamente en tu cliente, es la cuestión básica y fundamental. Cuando esto no pasa, siempre pasa factura.
Otro aspecto fundamental es que mi trabajo no consiste en dar luz, se trata de apoyar para que el cliente encuentre su propia luz, la suya, la propia.
Cuando los clientes me cuentan lo que quieren, las fortalezas y debilidades que tienen para conseguirlo (cuando son conscientes de ello), no solo escucho sus demandas, busco entender, lo mejor y más exactamente posible, como sienten y viven eso que me cuentan. Es decir, como suele decirse, me pongo en sus zapatos. El entender no solo racionalmente qué objetivos quieren conseguir, sino la posición experiencial que para ellos representa (emocional y racionalmente), es fundamental en este trabajo. He visto muchas personas que no podían enfrentarse a sus deseos y objetivos por cómo se sentían a la hora de pensarlos y abordarlos; ahí radicaba el freno más importante, y no en los aspectos externos, “objetivos”, para llevarlos a cabo. Todo pensamiento lleva asociado siempre un cúmulo de emociones.
Como todos los coaches, mi herramienta fundamental es la pregunta. ¿Por qué trabajamos así?. Porque, cuando el cliente es capaz de descubrir por sí mismo  algo, y consigue ese insight (comprensión, apertura de consciencia), tiene una fuerza enormemente emponderizante, mucho más sin duda que si es de otro modo.
Estoy plenamente convencido de que para desarrollar este trabajo es fundamental que los coaches hayamos aprendido a dejar de lado nuestro ego. Desactivarlo en los tres aspectos básicos, mental, emocional y corporal, es fundamental para una actitud plena y real de escucha activa y de empatía. En mi recorrido, he ido experienciando como este aprendizaje personal ha sido fructífero en mi desempeño de esta profesión.
Por último, quisiera señalar que en todo proceso de coaching, la relación entre coach y coachee se basa en una comunicación, que fluye, refluye y confluye en un proceso dinámico, que permite descubrir territorios desconocidos, que genera cambios actitudinales ante la vivencia de experiencias nuevas, donde la persona va consiguiendo enlazar y aunar lo que piensa, siente y hace.
Pero, todo este proceso, todo este camino, lo hace él/ella. Mi función es acompañarlo, facilitárselo, siendo espejo de sus resistencias, debilidades y, sobre todo, fortalezas. En ese proceso dinámico, el cliente va descubriendo cosas, va haciendo, va abriendo caminos. En ese caminar juntos, descubre que los versos de Machado “caminante no hay camino, se hace camino al andar...”, son ciertos. No solo porque el camino lo construye él, (yo soy su acompañante tan solo), sino porque además se convierte en caminante.
Quisiera añadir como final de esta reseña, que mi auténtico aprendizaje en esta profesión han sido mis clientes, las personas concretas con las que me he ido encontrando. Ellos me han enseñado a mirar y ver con sus ojos, y me han mostrado como han ido consiguiendo sus objetivos en ese proceso apasionante que hemos recorrido juntos.

19/7/13

Un instante

Ante la ceremonia de la confusión, es menester la quietud, el silencio. Si reaccionamos ante los aconteceres, nos sobrevendrán más aconteceres del mismo orden.
Ante lo que pasa hoy, solo nuestra mirada que mira, que no juzga, ni valora, ni vomita rencor, podrá ser vía fecunda.
Para mirar mirando, pongámonos en el momento presente, atentos solo a lo que miramos, sin hacer nada, sin desplegar pensamiento alguno, sin buscar en nuestro mirar nada, ninguna expectativa.
Si consiguiéramos algo así, si pudiésemos enlazarnos en esa actitud, aunque fuese solo un instante, habríamos dado un paso importante para disolver el malestar, la injusticia, el sufrimiento.
Las cosas acontecen. Cuando nos acontecen es, en parte,  porque les otorgamos peso, sentido, valoración.
Hay malestar, injusticia y sufrimiento cuando violentamos el transcurrir de la vida, cuando nuestro desear se impone sobre nosotros mismos y sobre los demás.
La mayor acción posible es la no acción, en el sentido pleno y total.