COSAS QUE PASAN

11/8/13

Algunas aportaciones sobre el enfoque cualitativo en investigación social

El otro día arrojaban las encuestas del Centro de investigaciones Sociales (en adelante CIS) unos datos que parecían difíciles de entender o cuando menos, paradójicos.
Se señalaba que el paro, la corrupción y la crisis económica son los temas que más preocupan a los españoles. Sin embargo, esos mismos ciudadanos mostraban mayoritariamente sentirse bastante o muy felices.
Alguien que vea estos datos, si no es experto en metodología social, puede quedarse sorprendido. No es para menos.
Pero veamos qué pasa con las encuestas (enfoque cuantitativo), cómo trabajan y qué tipo de información aportan.
La encuesta se basa en la recogida de información de un universo de estudio (en este caso ha sido la población española), donde, a partir de la elaboración de una muestra estadísticamente representativa, se puede obtener un grado de fiabilidad alto o relativamente alto.
La muestra permite manejar matemáticamente márgenes de error y niveles de confianza controlados.
Pero, detengámonos en varios aspectos importantes en la construcción de toda encuesta.
En primer lugar, se trata de recoger información sobre una batería de preguntas que forman el cuestionario, a partir del cual, es esa información y no otra, la que considera relevante a priori  el investigador (formulación de hipótesis y elección de variables que configuran la muestra), en función del objeto de estudio y de los objetivos que busca conocer.
Además, el cuestionario lo cumplimentan los entrevistados, (sea telefónico, personal o autocumplimentado), respondiendo a las preguntas que se le plantean, sean éstas abiertas o cerradas.
Con esta información se realiza un plan de análisis, que consiste en el cruzamiento de variables sobre los datos obtenidos, con el fin de conseguir la mayor y mejor capacidad para entender la información bruta obtenida. Digamos, que es un proceso de filtraje y depuración para establecer qué aspectos fundamentales nos aporta la encuesta y las posibles correlaciones que existen entre las variables segmentadas en la misma.
En definitiva, la encuesta describe lo que los ciudadanos dicen, hacen y/o valoran, en un momento dado. Por tanto, lo que obtiene es una foto fija de lo que mira, que le permite, a veces, establecer tendencias y proyecciones de futuro, cuando se tienen secuencias de distintas encuestas aplicando idénticos criterios en las mismas que las hagan comparables.
Pero, veamos qué puntos débiles tiene. El primero es que la información que se obtiene es acerca de lo que se pregunta. Parece obvio lo que digo, y lo es. Pero sucede a veces que la información de lo que se quiere conocer no está en lo preguntado.
Además, en la confección de un cuestionario no solo es importante lo que se pregunta, sino como se hace, dónde se establece cada pregunta o grupo de preguntas, así como la ponderación (peso relativo) de cada una de ellas y la baremación de cada respuesta. Por tanto, nos encontramos con un primer sesgo: la limitación de la información. En ocasiones, lo significativo o lo relevante no entra dentro del campo de lo que se pregunta.
Asimismo, la mayoría de las respuestas son cerradas, lo que obliga al entrevistado a ceñirse a la estructura de respuestas de la encuesta y no a su propia estructura discursiva, lo que, a veces, impide que emerjan aspectos relevantes, tanto para el objeto de estudio como para los objetivos perseguidos.
Además, se sabe que hay una tendencia en todo entrevistado a dar respuestas acordes con lo que supone que es correcto o lo que piensa que el entrevistador desea escuchar. Este condicionamiento se puede paliar en alguna medida con contra-preguntas estratégicamente planteadas. Aún así, no lo resuelve del todo. Por ello, se dice que las encuestas  son opináticas, es decir, que las respuestas tienden a una posición central dentro del abanico de posibilidades, o a una posición “correcta” (corrección entendida como posición socialmente aceptada o dominante).
Por último, cuando se trata de temas sobre actitudes o valores, no de hábitos, el encorsetamiento de tener que ceñirse a las preguntas que se hacen, y el repertorio de respuestas ofrecidas (cuando son cerradas o semiabiertas), constriñe y limita la información.
En definitiva, la encuesta permite conocer una realidad social concreta. Puede ser de calidad y útil cuando está bien planteada, bien realizado el trabajo de campo y se ha hecho un buen plan de análisis de los datos. Pero lo que ofrece es una descripción de lo que se ha preguntado a los entrevistados. Deja de lado la posibilidad, a veces fundamental, de la interpretación de lo que dicen, el por qué dicen lo que dicen, y desde dónde lo dicen, así como no permite (impedimento intrínseco a la técnica utilizada) que sean los entrevistados los que de manera espontánea construyan ellos sus ámbitos de respuesta, y menos aún ver qué tipo de preguntas son importantes para ellos, a veces no presentes en el cuestionario.
¿Se puede compensar este déficit? Se puede, mediante el uso de técnicas cualitativas, que pueden ser complementarias de la encuesta, incluso a veces sirven de primer eslabón para saber qué es necesario preguntar y de qué modo hacerlo; y, obviamente, se pueden utilizar en exclusividad (y se debe), cuando se trata de investigaciones relacionadas con valores, actitudes y creencias.
Por tanto, para entender en profundidad la aparente paradoja respecto a la encuesta del CIS, más allá de lo que ya se sabe de otras encuestas realizadas, y de los motivos de este decalaje entre los temas de preocupación, su grado de importancia, y el nivel de satisfacción personal, sería necesario utilizar técnicas de corte cualitativo para una explicación de mayor calado.
El enfoque cualitativo no trabaja sobre representaciones estadísticas, sino sobre representaciones estructurales. No trabaja con datos, trabaja con discursos libres y espontáneos de los sujetos, con la propia estructura que ellos construyen y desde su propia manera de expresarse. Ello permite información tanto patente como latente, aspectos no manifiestos, que no están de manera consciente en los entrevistados, pero que puede ser auténtico motor de arrastre de lo que dicen y hacen.
Analizar e interpretar toda esta información es posible mediante la utilización de análisis del discurso, estructural y semiótico.
Ambos enfoques, el cuantitativo y el cualitativo, no son antagónicos; al contrario, son complementarios, y su elección viene determinada por el grado de pertinencia, en función del tipo de información que se quiere obtener del objeto de estudio por investigar.

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